Chiras Pelas/ Opinión/ 14-12-2015
Ery Acuña (((Monitor Sur)))
Con el desastre económico que heredó de su antecesor, Samuel Toledo Córdova Toledo, el actual alcalde de Tuxtla Gutiérrez, Fernando Castellanos Cal y Mayor, está obligado a limpiar la casa, mucho más ahora que para su mala suerte explotó el escandaloso desafuero del diputado de su partido, Roberto Pardo, acusado de un presunto fraude electoral que pone en el ojo del huracán nuevamente al PVEM, el partido que lo postuló a la alcaldía.
Una de las herencias oscuras que heredó de Toledo es el caso de la clínica Malibú, cuyo apoderado legal, Manuel Camacho Valle, realizó un extraño contrato millonario con Toledo Córdoba por más de 9 millones de pesos.
El acuerdo levantó más sospechas cuando se supo que Camacho Valle enfrentaba un proceso penal por un presunto fraude contra el Centro Médico Metropolitano por 40 millones de pesos, y Toledo no hizo nada para frenar el acuerdo.
Camacho Valle era socio del Metropolitano hasta el día en que se conoció su proceder y pasó de ser socio a inculpado por presunto abuso de confianza y dejar al borde de la quiebra al Metropolitano.
Hoy Camacho Valle enfrenta un proceso penal con un «extraño arraigo domiciliario», que ni Elba Esther Gordillo logró con todo el poder que la cobijaba. Pero ese es otro tema digno de abordar otra ocasión.
A Camacho Valle se le señala de haber gozado de grandes privilegios por parte del ex alcalde Samuel Toledo.
Incluso, de buena fuente se sabe que Camacho Valle se ha acercado a través de lazos familiares a Fernando Castellanos para intentar convencerlo de continuar con el oscuro acuerdo. Mal haría en permitirlo.
Si «Diente frío», como se le conoce por sobrenombre al ex alcalde tuxtleco, no hizo nada para anular el contrato, a pesar de las denuncias por servicios médicos deficientes y presuntos actos de negligencia médica graves cometidos en ese nosocomio, el actual alcalde pecaría de omisión si continúa permitiendo este oscuro contrato.
El drenaje en que convirtió Toledo las finanzas del ayuntamiento de Tuxtla Gutiérrez, lo obligan a tomar decisiones urgentes sobre este y otros casos que le harían pagar facturas políticas y sociales que no le corresponden.
A pesar de la falta de credibilidad que obtuvo durante las contiendas de julio pasado, y que provocó airadas y gigantescas protestas por las calles, Castellanos tiene los vientos a su favor.
De hecho, hay buena opinión entre varios de los nuevos prestadores de servicios del ayuntamiento.
Pero si Castellanos no endereza las velas y se sacude la herencia podrida de Toledo, se puede topar con un iceberg que le puede abrir un gran boquete a su nave que apenas empieza a surcar las turbulentas aguas de la política chiapaneca. (MS)
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