Por Fátima Monterrosa/Especial-Monitor Sur/En Algún Lugar de la Sierra de Guerrero.- Parece un jardín de flores de colores vivos oculto entre las montañas. El tío camina entre las escurridizas veredas rumbo al plantío lleno de pétalos y tallos hermosos por fuera y amargos por dentro. Aquí la tierra pareciera jugar a guardar los secretos de los amapoleros que nacen con un destino incierto en la Sierra Madre del Sur de Guerrero.
El tío es un hombre introvertido, de baja estatura y piel apiñonada cuya única opción en medio de una perenne pobreza ha sido cultivar en secreto flores de belleza singular y múltiples riesgos, entre ellos el de perder la vida.
¡Mire como está ya! extiende su brazo y apunta con el dedo índice hacía el plantío. Toma una flor entre sus manos y acaricia con la mirada el resto.
“Aquí se le da un jalón con un ganchito, se le hace una rayita, le sale el opio que le dicen y ya con un bote la junta uno el otro día, pero hasta el otro día”, así explica el proceso de extracción de la preciada droga que ha llenado de cruces los caminos de la Sierra.
El tío es un pequeño productor de amapola. Él cultiva unas 10 mil plantas que considera un tesoro que le ha permitido sortear la pobreza y marginación en la Sierra de Guerrero, desde hace 20 año.
La naturaleza ha sido su cómplice, pues entre los árboles y veredas inaccesibles es difícil imaginar que florezca semejantes sembradíos, cuyo extracto ha desencadenado encarnizadas disputas entre los poderosos cárteles.
El tío, dice, ser ajeno a esa maldad. Él se describe como un hombre honesto que la necesidad obligó atar su destino de vida al cultivo de amapola.
“No hay otra forma de ganarse la vida y luego se la va uno rifando porque no es seguro… también llega el soldado, la mocha y ya se queda uno más endeudado.
“Y si logra uno terminar el proceso, tampoco es garantía, pues está bien barata, nomas la va uno pasando. No crea que es negocio, lo hace uno por ya por necesidad, no hay otra fuente de trabajo”, justifica apesadumbrado El tío su actividad de amapolero.
De su pequeño cultivo, El tío logra una producción de dos kilos de goma de opio en cada temporada de siembra, es decir, 4 kilos al año. Eso representa 8 mil pesos por kilo o 32 mil anuales. Es suficiente para adquirir comida en una región olvidada hasta por dios y tentada por el diablo.
El tío está acostumbrado a subsistir entre adversidades ha escuchado ya muchas promesas de mejoría en el precio que nunca han llegado. Hasta hora sigue sin saber el costo del producto que los cárteles comercializan entre 900 y 1 mil 500 dólares kilo de goma de opio en el mercado estadounidense.
¿Por qué ha bajado el precio?
“Por lo mismo, según la maña que domina, es lo que pelean pues y no dejan meter otra gente solamente ellos y la pagan barata.
“Quiere entrar otra gente, de otro lado, que la pague mejor, pero no, le quitan el dinero, hasta lo matan y por eso, solo ellos pues”, responde asustado. El tío sabe que las montañas guardan el secreto y las deslealtades se pagan con sangre.
¿Quiénes son ellos?
“Los éstos, los malos que andan, sicarios”, contesta casi entre dientes.
¿Ustedes están obligados a vendérselos a ellos?
“Casi que si pues, a dónde más, con quien más, no se puede por otro lado”, afirma sin darse tiempo a soltar otras frases que podrían ser peligrosas.
Un escenario verdoso cubre la mayor parte del suelo en un día soleado en la Sierra Madre del Sur de Guerrero que cobija los cultivos y contrabando de goma de opio.
Las estadísticas oficiales señalan que 63 de 81 municipios que conforman Guerrero, participan en la siembra de amapola para subsistir a la pobreza endémica. En la región se cultiva el 60 por ciento de la goma de opio de todo el País.
Desde el 2003, México es considerado el tercer productor de opio a nivel mundial. La siembra se ha convertido en la única vía para captar recursos ante la falta de alternativas de otros cultivos en el campo.
“Se esta propagando, antes era muy poco, ahorita se está propagando por lo mismo que no hay empleo de nada, toda esta zona.
“No hay trabajo de otro para ganarse la vida, yo en mi lugar si hubiese otro modo de estar trabajando en otra cosa, mil veces mejor allá. Aquí mire, hay mucha madera pero el gobierno, las autoridades no dejan trabajar tampoco eso”, lamenta El tío.
Las necesidades y el hambre de los campesinos han facilitado a los cárteles suscribir un pacto endemoniado que arroja muchas viudas, huérfanos, cientos de desaparecidos y fosas rebosantes de cadáveres entre las veredas silenciosas de la Sierra.
Desde el 2012, los cárteles iniciaron la guerra por el acaparamiento de la producción de amapola en la Sierra. Dos años después los sicarios se multiplicaron—- a lo largo de 250 kilómetros—- sometiendo a los habitantes de 53 comunidades desde la cabecera municipal de San Miguel Totolapan hasta Petlacala, al silencio que trae consigo la muerte.
“Este es el camino que transitamos que viene del municipio de San Miguel Totolapan hasta lo más alto de la Sierra… hay un silencio que da miedo a todos.
“Es lo que se vive, es lo que vemos, puros carros quemados, casas abandonadas. Hay más camionetas tiradas y más adelante hay casas quemadas”, señala otro habitante de la Sierra apodado El Mezcalero.
El miedo ha vuelto desconfiados a los habitantes de la Sierra que ahora solo confían su vida a los gatillos de viejas escopetas y revólveres que cargan en la espalda o intrincada en el cinto.
Ese es el caso de los habitantes de Petlacala que instalaron puestos de vigilancia con hombres que ocultan los rostros bajo paliacates, solo tienen descubiertos los ojos que lanzan miradas inciertas conforme la luz del atardecer adquiere un tono mortecino entre las montañas.
“Se unió el pueblo, decidió armarse, ahora si arriesgando la vida porque ellos traen buenas armas y nosotros no tenemos”, dice El Bermejo otro habitante de Petlacala dispuesto a defender el tesoro de la Sierra.
El ejemplo prosiguió entre los habitantes de una docena de comunidades que no les quedó más remedio que desempolvar escopetas y rifles para participar semi-ocultos en las postas instaladas en los caminos rurales.
“Traigo una 22 aquí, es una pistola, es mi defensa que cargo… no pensábamos armarnos, pensábamos huir pero vinieron a levantar a un joven que se llama Marco Antonio Martínez Raura… hasta ahora no sabemos nade de él.
“Lo mismo ocurrió a un comerciante, que traía cosas de abarrotes y lo levantaron también, a él lo encontramos muerto en la carretera, ahí estaba tirado su cuerpo a un lado del camino”, narra Leonor Hernández Barragán representante de Plan Verde, Municipio San Miguel Totolapan.
En los caminos de la Sierra se respira un aire cargado de desilusión, de gentes que duermen abrazados de viejas escopetas, pues han perdido la confianza en la justicia. La tierra desprende un olor a desolación.
Para Nazario Cruz Teodoro comisario de Linda Vista, San Miguel Totolapan, la tranquilidad ha desaparecido de la Sierra.
“Tuvimos un alto índice de violencia, sufrimos mucho con la violencia, nos extorsionaban, levantaban gente, desaparecían gente, por eso tomamos como última alternativa levantarnos en armas y darnos seguridad por nosotros mismos”, afirma.
Las armas son la única opción de espantar a los vivos, pues los muertos ya no respiran, bajo esa premisa los habitantes de la Sierra formaron el grupo de “Pueblos Unidos de Autodefensa por la Paz Social”.
Enviaron sendos oficios al gobierno federal y del estado para informar la decisión de portar armas en esa región de Guerrero.
En los escritos, también habían solicitado apoyos de proyectos productivos en la región. La respuesta oficial ha sido un silencio como un permiso para tentar a la muerte.
En ese camino Carlos Oyozabal Márquez aprieta de cuando en cuando el botón de la radio de transmisión de banda corta.
“Base 8, base 8 aquí estamos llegando al pueblo. Esta copiado, esta copiado por aquí andamos haciendo la rutina del diario”, repite al airea una y otra vez.
Carlos pertenece al grupo de autodefensa de la comunidad de Linda Vista, San Miguel Totolapan, marcado por los huellas de la batalla.
“Todos los días aquí hacemos recorrido en el pueblo y alrededores, junto con los demás pueblos”, comenta. Es una tarea a la que se han sumado la mayoría de los hombres.
“Les vamos a hacer frente, estamos a lo que venga, si van a venir ya decidimos no correr, pues eso no nos conviene porque se roban todo lo que hay.
“Las 24 horas estamos aquí, queremos que nos echen la mano con lo que se pueda, estamos aquí cuidando a nuestras familias, nuestro único patrimonio” asegura Basilio Hernández Solano autodefensa en la comunidad Las Lumbreras, San Miguel Totolapan.
Nadie quiere morir, agrega, pero el Gobierno no ha escuchado nunca, ojalá nos apoyará con proyectos aunque sean pequeños para dar al pueblo una oportunidad de vivir en armonía.
La petición de Basulio es secundada por Nazario Cruz Teodoro comisario de Linda Vista, San Miguel Totolapan, que sigue a la espera de apoyos oficiales para dejar de sembrar amapola y empuñar las armas.
“Nos vemos obligados a sembrar amapola porque al Gobierno le hemos hecho muchísimas peticiones de proyectos productivos y no, nos han atendido.
“Por eso nos vemos en la necesidad o la gente se ve en la necesidad de sembrar amapola, si el Gobierno nos apoya, nos da alternativas nosotros dejamos la amapola”, asegura.
El reclamo por el abandono es unánime en la Sierra.
¿Qué siembra?
“Ahorita nada, no tenemos proyectos productivos nada de eso pues, solo puros enervantes es lo que siembra uno acá.
“Es la única alternativa, porque los proyectos de ninguna parte de los gobiernos estatal o federal nos llegan…estamos abandonados totalmente”, se queja con amargura Aarón Sandoval comunero del Toro Muerto, San Miguel Totolapan.
La Sierra Madre Sur de Guerrero, ha perdido la quietud y los colores vivos en varios puntos que se han tornado en grisáceos cargados de dolor humano.
“Queremos exhortar desde aquí al Gobierno de la República que por cada hectárea de amapola que corte, de aquí para adelante, que nos plante cuatro hectáreas de aguacate o de manzana.
“Aquí nos podemos poner a trabajar produciendo aguacate, manzana, sabemos trabajar, entonces no es justo que nada más venga y destruyan el sostén, el sustento de las familias y que no, nos den alternativas”, reclama Eudocio Barragán Guzmán habitante de Linda Vista, San Miguel Totolapan.
En la Sierra no existe empleo ni funcionan los centros de salud ni escuelas desde hace más de seis años. La única médico que se había atrevido a prestar consulta en la comunidad de Linda Vista, fue secuestrada hace cuatro meses.
“Llevaba pacientes de escasos recursos a hacerles estudios y nos la secuestraron con los pacientes que llevaba, por esa cuestión ella se alejo de acá, por cuestión de seguridad.
“No es la primera vez, no son las primeras personas que nos secuestran, ya nos han secuestrado a más personas, de aquí de la comunidad, lamentablemente el Gobierno no hace nada ante esto y se queda cruzamos de brazos”, narra Alicia Benitez, habitante de Linda Vista.
El miedo ha permeado, todos huyen de la Sierra. La única escuela abierta está en la comunidad de Rancho Alegre. Allí los padres de familia pidieron a un joven asumir el rol de maestro.
Antonio Cortés de Jesús habitante de Rancho Alegra relata que los padres de familia le pidieron enseñar a los niños a leer y escribir.
Quería seguir estudiando la universidad, dice, pero no he podido, hasta ahora solo tengo la preparatoria.
“Pues uno se da cuenta de la situación, entonces acepté la propuesta de los padres; eso no significa que la CONAFE me brinde apoyo económico, los únicos que me apoyan son las gentes de la comunidad.
“Me aportan 600 pesos para bajar a mi reunión, más mi pasaje, más la semana que tengo de reunión, realmente no me alcanza para nada”, explica.
Antonio inició dando clases debajo de un árbol, luego la comunidad le construyó un cuartito de tablas que se ha convertido en la escuela. La pobreza rodea y entierra los sueños de la Sierra.
“Si hablamos de la Sierra, hablamos de marginación, de atraso, de olvido. Todos los pueblos están igual de jodidos.
“Se necesita de manera pronta que el Gobierno haga algo. ¡Por favor!
“Todos los pueblos unidos queremos paz, queremos tranquilidad, no queremos violencia, no queremos pelear con nadie”, expresa Eudocio Barragán Guzmán, habitante de Linda Vista.
Esas frases resumen el deseo de todos los habitantes que ahora viven en vastas áreas desoladas y hundidas en ruinas.
“¿Imposible que se erradique la siembra? dice, El tío mientras observa hacia las laderas de la Sierra.
“Por lo mismo, mire yo si tuviese un trabajo en otro lado para que andaría arriesgando, tendría mi sueldo diario, seguro mil veces, no aquí arriesgando, a veces no saca uno nada”.
El tío acaricia con la mirada su sembradío de flores en cuyos pétalos el aire pareciera depositar un frío y silencioso beso, el corolario de la belleza que oculta el riesgo de muerte en el cultivo y consumo de goma de opio.
Los derechos de inclusión, el gran tema de las elecciones del 2021: IEPC
Parlamento Juvenil 2019, espacio para el análisis y participación democrática
Candidato del PRI al Gobierno de Zacatecas y su esposa ocultan compra de residencias en Miami