Por Ana Lorena Mendoza Hinojosa/Ciudad de México.- La industria del vestido se enmarca en un multimillonario negocio que además de brindar empleos y glamour, representa un sector que genera altos niveles de contaminación y es responsable de una sobreexplotación de recursos naturales.
El mercado global de textiles se calcula en alrededor de 1.4 trillones de dólares y emplea a más de 300 millones de personas, principalmente de países asiáticos, sin embargo es la segunda industria más contaminante a nivel mundial, según estimaciones de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).
“Cada año se tiran al mar medio millón de toneladas de microfibra, lo que equivale a tres millones de barriles de petróleo, y el rubro del vestido utiliza 93 millones de metros cúbicos de agua, un volumen suficiente para satisfacer las necesidades de cinco millones de personas”, se asegura en un informe de la ONU sobre los efectos del comercio textil.
Tan sólo en Nueva York, de acuerdo con la Fundación Ellen McArthur, anualmente se tiran a la basura 100 mil toneladas de ropa. Es por ello que en un esfuerzo por contrarrestar esta situación y desde una perspectiva de economía circular, que plantea el desarrollo económico y la generación de empleo respetando el medio ambiente, la ciudad de Nueva York y la Fundación McArthur lanzaron en 2018 la iniciativa Make Fashion Circular, promoviendo darle una nueva vida a la ropa usándola el mayor tiempo posible antes de deshacerse de ella.
La economía circular representa una alternativa para que este sector reduzca el daño ambiental que produce, pues promueve la reutilización y el reciclaje, cuyas prácticas podrían disminuir hasta el 33 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono que generan los productos textiles.
Las consecuencias positivas de la reutilización del vestido ha sido objeto de estimaciones y el sitio de venta y compra de ropa de segunda mano en línea, thredUP, señaló que si en 2020 todas las personas en Estados Unidos hubieran optado por comprar un artículo usado en vez de uno nuevo, se habrían ahorrado 100 billones de litros de agua y 200 millones de kilos de residuos.
Este cambio de hábitos también podría contribuir a reducir la contaminación del aire y del suelo vinculada a la producción de la ropa, por eso en España se ha incluido una nueva norma en la Ley de Residuos para reciclar los productos que no se venden en las tiendas y evitar la mezcla excesiva de materiales en su fabricación.
También se busca crear un sistema de depósito y devolución de ropa usada y artículos de moda en los principales municipios para facilitar el reciclaje de los residuos textiles.
La Unión Europea también quiere que las marcas de moda confeccionen ropa reciclable y se han propuesto que para 2030 la producción textil que se venda en la región cumpla con los estándares de productos duraderos y de ser posible con fibras recicladas.
En esto consiste el llamado ecosistema textil circular, en el estímulo de las capacidades de reciclaje en la industria del vestido y en dejar atrás la moda rápida que sólo genera exceso de producción.
El lado oscuro del comercio textil deberá ser una preocupación global y como lo ha hecho la Unión Europea, se deberán impulsar las alternativas que ya se han puesto en marcha para revertir los daños que causan en el medioambiente los excesos de este mercado.
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