Agencias / MonitorSur, XALAPA .- Buscar planes alternativos para disfrutar de las vacaciones de este año está animando a muchas personas a descubrir actividades a las que hasta ahora nunca se habían acercado, experiencias que en muchos casos revelan su sugerente atractivo combinando las dosis justas de aventura, deporte e historia. Y en ese sentido, el buceo de pecios es sin duda un plan redondo.
Tal y como fue establecido por la UNESCO, «un pecio no solo es un cargamento, sino también los restos de un navío, de su tripulación, de sus pasajeros y de las vidas de los mismos». Cada nave que naufragó, cada cual por una razón y con unas consecuencias determinadas -a veces malas, a veces buenas-, se llevó consigo al fondo del mar infinidad de recuerdos e historias de sus pasajeros y tripulantes. Existen innumerables barcos desaparecidos por todo el mundo, descansando en la quietud de mares y océanos, algunos enviados allí por tormentas y temporales y otros, muchos, como consecuencias de encuentros bélicos. En algunos casos conservan su aspecto casi intacto, recuerdo corroído de tiempos pasados, pero otras veces llegan a transformarse hasta convertirse en arrecifes artificiales, pletóricos de vida.
El buceo de pecios es una actividad apasionante que suele exigir mayor experiencia y preparación por parte del buceador. De hecho, en muchas escuelas existen especialidades de buceo de pecios. Sin embargo, en algunos sitios -en el caso de España en el Cabo de Palos (Murcia)- es posible disfrutar de restos fascinantes sin necesidad de descender demasiado, convirtiendo esas exploraciones accesibles para buceadores menos experimentados (aunque en ningún caso novatos).
Nos referimos a casos como el Nadir, conocido popularmente como ‘El Naranjito’, un carguero al que una fuerte tormenta hundió en 1946 y cuyos más de 50 metros de eslora se encuentran entre 27 (la proa) y 44 (la hélice) metros de profundidad. Y también en fondos cercanos al Cabo de Palos, encontramos el barco hundido más visitable y espectacular: el buque griego SS Stanfield. Esta nave se hundió en 1916 y se encuentra en un estado de conservación bastante aceptable, permitiendo, con la experiencia adecuada, bucear por su bodega y su sala de máquinas.
Más al norte, frente a las costas de Santa Pola (Alicante), fue torpedeado en 1917 el carguero británico Mardinian, que volvía a Londres procedente de Calcuta. Aunque no suele tener buena visibilidad, bucear a lo largo de su cubierta, salpicada de bancos de calamares, dentones y peces luna, es toda una experiencia.
Por otro lado, al sur del Cabo de Palos, justo ante el Cabo de Gata (Almería), encontramos un vapor que se fue al fondo del Mediterráneo en 1928 tras chocar con una laja, el Arna. Su profundidad, entre los 27 y 42 metros, también lo convierten en una visita accesible.
Aunque aún más cerca de la superficie, entre 25 y 32 metros, se encuentran los restos de El Boreas, un pecio de fascinante historia. El Boreas era un remolcador de altura de la marina alemana durante la segunda guerra mundial, y su nombre original era Pellworm. Durante la guerra pasó de manos alemanas a estadounidenses, nuevamente alemanas, hasta terminar luciendo bandera panameña. Muchos años, en 1989, después fue decomisado por las autoridades españolas por tráfico de estupefacientes en las costa de Begur. En puerto, fue saneado y revisado para facilitar su visita submarina, y se procedió entonces a su hundimiento ante la costa de Palamós (Gerona).
En esa misma provincia encontramos los restos de un carguero italiano apodado ‘El Marmolero’, dedicado precisamente al transporte de mármol. Se hundió en 1971 tras chocar contra la costa del Montgrí, y actualmente descansa a unos 43 metros de profundidad, ante la costa de L’Escala (Gerona), en un fondo de lodo que hace complicada la inmersión si hay mar de fondo.
Otro buque que fue hundido de manera intencionada es el Kalais, un carguero de bandera griega que fue retenido en el Puerto de la Luz (Gran Canaria) en 1978, donde llegó con una avería. Descansa a unos accesibles 20 metros de profundidad, dando cobijo a una gran variedad de vida submarina, desde peces torpedo, gallos y morenas hasta barracudas, bogas y fulas.
En otra isla, Tenerife en este caso, ‘El Condesito’ se hundió en 1975 con su cargamento de cemento. Está también a unos 20 metros de profundidad, y se ha convertido en un fascinante arrecife artificial rodeado de abundante vida submarina. Es una inmersión muy recomendable por su riqueza visual, pero siempre teniendo presente que se trata de un pecio muy inestable, por lo que se desaconseja bucear en su interior.
Para aquellos interesados en descubrir estos y otros pecios, Bucea en la historia es una interesante iniciativa que pone a disposición de los aficionados toda la información sobre pecios en las costas españolas, con un mapa detallado para poder localizarlos, además de pedir el necesario respeto por este patrimonio hundido.
Con información de la agencia ‘Notimex’.
Los derechos de inclusión, el gran tema de las elecciones del 2021: IEPC
Parlamento Juvenil 2019, espacio para el análisis y participación democrática
Candidato del PRI al Gobierno de Zacatecas y su esposa ocultan compra de residencias en Miami