Fans con bajo presupuesto se las arreglan en campamentos

Agencias, Ciudad de México.- Para algunos hinchas del fútbol de otros países, el trayecto al Mundial de Qatar inicia cada mañana en un campamento en medio del desierto.
Los aficionados que encontraron los hoteles del centro de Doha llenos o fuera de su presupuesto se tuvieron que conformar con las polvorientas villas de tiendas de campaña en la localidad de Jor, sin candados y sin cerveza.
Otros simplemente buscaban una aventura. El miércoles, un DJ ambientaba el lugar con música electrónica, mientras cientos de aficionados se reunían sentados en puffs alrededor de una fogata, bebiendo refrescos y viendo una pantalla en un recinto a una hora de la capital.
“Estoy aquí por que no encontré nada más”, reconoció Haidar Haji, un ingeniero arquitectónico de 27 años de Kuwait, señalando que era un problema dirigirse cada mañana a Doha desde la villa, pero que no tenía otra opción.
Aún así, el campamento en Jor no es barato. Haji dijo que pagó 450 dólares la noche para quedarse en este improvisado refugio que las autoridades publicitaron como “el destino perfecto para una lujosa y agradable estadía”. Las tiendas de campaña están equipadas con tuberías y muebles básicos. Además, hay una alberca y un restaurante de alto nivel.
Desde el momento en el que Qatar fue elegido para organizar la Copa Mundial, surgieron dudas de si el pequeño país podría atendería la demanda de habitaciones para los cerca de 1,2 millones de aficionados que se esperaban, casi un tercio de la población del país.
El frenético programa de construcción de Qatar logró habilitar decenas de miles de habitaciones en nuevos hoteles, departamentos e incluso cruceros. Pero el alto costo obligó a algunos a aficionados a aventurarse en campamentos en el desierto y en las gigantescas villas en la periferia de Doha, incluyendo una cerca del aeropuerto con habitaciones de cartón corrugado.
Cientos de aficionados se han quejado del aislamiento y la falta de alcohol en la aldea de Jor.
“Honestamente, hay más alcohol en Teherán”, aseguró Parisa, un trabajador de la industria petrolera de Irán que no quiso dar su apellido debido a la situación política en su país.
La mexicana Paola Bernal, del estado de Tabasco, no sabía que esperar sobre la primera Copa del Mundo en Oriente Medio, pero dijo que le sorprendió el tiempo de traslado en la pequeña nación. Los autobuses a las aldeas son “un desastre”, indicó y dejan de operar a las 22:00, obligando a los aficionados a pagar altas sumas de dinero por un Uber.
Muchos se quejaron de la larga espera para registrarse. Una multitud esperaba en línea el miércoles para ingresar a sus habitaciones. “Queríamos buena vibra, buena energía, estar con la gente”, indicó el marroquí Mouman Alani. “Esto está muy desorganizado”.
Otro lo llamó “Fyre Festival 2.0” en referencia al tristemente célebre festival de música que dejó a los aficionados regados en refugios improvisados en medio de una isla en el Caribe.
“Cuando llegamos a la habitación, era un desastre”, sentenció Aman Mohammed, de Calcuta, India.
Pero insistió que no hubo publicidad engañosa. A pesar de la decepción, aseguró que el Mundial se trata de fútbol.
Lo más barato
Ochenta euros la noche por una habitación para dos personas con camas y estanterías de hierro, un baño privado y una cocina compartida en unos edificios sencillos de tres plantas, el pueblo de Barwa Barahat Al Janoub (a 30 km al sur de la capital Doha) es el alojamiento más barato propuesto por la plataforma oficial de los organizadores.
Estos barracones están llenos. «En fotos no tenían pinta de acogedores pero lo más importante era la relación calidad-precio», comenta el polaco Pawel Poprawka, de 37 años, «agradablemente sorprendido» por el tamaño de su habitación (unos 20 m2) y a pesar de no contar con mesa ni sillas. «El supermercado y los restaurantes están abiertos 24 horas (…) y es muy comunal, con gente de países diferentes todos juntos», pondera Natalie Álvarez, una estadounidense que apoya a Ecuador.

Tiendas decepcionantes
«Esto no parece que valga 200 dólares la noche…» Como el mexicano Pedro Barajas, de 18 años, los seguidores reunidos en el pueblo de 1.800 tiendas de Qetaifan Island (una isla artificial a una veintena de kilómetros al norte de Doha) sienten entre decepción y enfado. Bajo las lonas de plástico blanco, dos camas individuales, una mesilla de noche, una lámpara, tomas eléctricas y un ventilador. «No hay coordinación, ni televisión, ni aire acondicionado, ni luz», protesta el iraní Hossin Khosravi, de 37 años. «En realidad no hay duchas, son cabinas de baño con mangueras», añade Barajas.
Como el pueblo cuenta con una ‘fan zone’ junto al mar, «esperaba encontrar gente, música (…) pero es más bien una ciudad fantasma», explica Aarón Sánchez, de 24 años, con una remera mexicana. «Lo que ofrecemos va en línea con lo que hemos comercializado» y «si la gente tiene preocupaciones las corregimos», se defienden los responsables del lugar, Qetaifan Projects. El pueblo está lleno los tres próximos días, durante el esperado pico de visitas en el emirato, y luego vuelve a abrir para reservas.

Camping de lujo
La ‘Fan Village’ de Al Khor (a 50 km al norte de Doha) ofrece un camping mucho más lujoso, con tiendas espaciosas y aclimatadas, equipadas con un televisor, una nevera y baños privados -sin olvidar el gimnasio, las pistas de pádel, las piscinas y el acceso a una playa- por 400 y hasta 1.000 euros la noche. «No es demasiado elevado», opina el mexicano Jonathan Hernández, que buscaba «comodidad» con su mujer embarazada. Pero «lo que es divertido es que hace tres o cuatro días que comenzó el torneo ¡y todavía no han fijado los precios de todos los extras!», añade.
Mohamed Al Hadjari, un saudí de 34 años, agradece el guiño a las tradiciones de la región. «Con la familia y los amigos acampamos así una o dos noches fuera del pueblo, así que es una buena experiencia». Entre las opciones más caras aún disponibles, se puede reservar una habitación en un crucero o una villa por hasta más de 1,000 euros por noche.

En casa de conocidos
Del mismo modo que Amr Elserty, que se aloja durante 9 días en casa de su primo, muchos aficionados pasan toda o parte de su estancia catarí en casa de conocidos. El egipcio de 39 años gastó «900 euros por los boletos de avión menos caros posible» desde Francia y «casi 1,000 euros en tickets para cuatro partidos». «Si hubiera tenido que pagar además el alojamiento para mí hubiera sido imposible venir», asegura.
Al mismo tiempo que él, su primo acoge a otro amigo y luego será el turno de sus suegros. «Me gusta ayudar a mis amigos que quieren venir y no tienen manera de pagar su alojamiento. Tres de ellos vendrán a mi casa uno tras otro», anuncia a su vez Ahmed El Ghoul, de 33 años, un egipcio instalado en Doha desde hace siete años.

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