agencias / MonitorSur, CIUDAD DE MÉXICO .- Los descubrimientos de yacimientos de litio en años recientes en el estado de Sonora, en el noroeste mexicano, y que de acuerdo con el Servicio Geológico de Estados Unidos concentran 1.7 millones de toneladas métricas de reservas –una de las concesionarias, Bacanora Lithium, calculó en su momento que podían ser más de 243 millones de toneladas de reservas las que allí se encontrarían, pero esto fue descartado por el Gobierno de ese país a la agencia Reuters–, confirmó la riqueza y la abundancia de reservas de este elemento en tierras latinoamericanas, si se les suman las 49.9 millones de toneladas métricas que contiene el denominado «triángulo del litio» conformado por Bolivia, Chile y Argentina, que en conjunto son más de la mitad de las reservas que existían en el mundo hasta 2020 (86 millones en total).
Estos yacimientos en territorio mexicano –son 31 concesiones en cinco estados, respondió el senador Alejandro Armental al diario El Sol de México, las cuales por ahora están en fase de exploración sin que aún haya producción– han elevado las expectativas en ese país respecto a los beneficios económicos que el litio le pueda representar.
Algunos sectores –el propio senador Armental lo hizo a finales de 2020 al presentar un proyecto de acuerdo– han presentado para promover su nacionalización y que el Estado asuma el control exclusivo de las labores de exploración, extracción y producción del recursos, y así quedarse con las ganancias que el negocio les ofrezca.
El espejo ha sido el caso de países como Chile, donde el litio es considerado un recurso estratégico desde hace casi cincuenta años por el Estado, el cual controla las actividades de exploración, extracción y producción, permitiendo la participación de concesiones privadas pero bajo sus reglas; y Bolivia, cuyo Gobierno, en la primera década de este siglo, lo declaró como recurso estratégico y posteriormente creó la empresa estatal Yacimientos de Litio Bolivianos en 2017, para controlar las actividades de exploración, extracción y producción del recurso en su territorio.
Sentimientos similares se han originado en Argentina, donde recientemente han trascendido rumores acerca de que el gobierno de Alberto Fernández tendría intenciones de intervenir en la producción de litio y aumentar su participación en la exploración, la explotación y el procesamiento, declarándolo un recurso «estratégico», tal cual lo hizo Bolivia y como funciona en Chile desde hace varios años.
El diario económico El Cronista citó declaraciones del diputado Marcelo Koenig en las que aseguró que «la idea es empezar a ver el litio como un recurso de estratégico nacional y fijar pautas de control estatal en las etapas de exploración, explotación y procesamiento del mineral».
¿Tienen fundamento estas propuestas? ¿En realidad hay razones para pensar que el litio es una salvación económica para los estados y que, por tanto, la salida es la nacionalización de este recurso?
Panorama del litio en el mundo
Algunas personas se refieren al litio como el «nuevo petróleo» o el «oro blanco», por su importancia estratégica en el futuro a mediano y corto plazo para la transición energética que pretende disminuir el uso de combustibles fósiles y promover las energías renovables en temas claves como la movilidad.
Martín Obaya y Paulo Pascuini, investigadores de la Cepal, lo explican en el documento La gobernanza del litio y el cobre en los países andinos (2020): «es uno de los recursos que más interés ha despertado en la última década a nivel mundial, fundamentalmente por su papel crítico como insumo para la producción de baterías de ion-litio para vehículos eléctricos y, en consecuencia, en la transición hacia la electromovilidad», aunque también tiene otros usos en tabletas, computadores y en general dispositivos electrónicos.
La agencia EFE informó que en 2020 las ventas mundiales de vehículos eléctricos crecieron un 41 %, citando cifras de la Agencia Internacional de la Energía, que indicó que en la actualidad ruedan en el planeta 145 millones de unidades de este tipo. Se espera que para 2030 sean 230 millones.
Sin embargo, 2020 y 2021 no han sido un periodo positivo para este mercado. El más reciente reporte del Servicio Geológico de Estados Unidos se refiere a una «sobreproducción» del recurso y una reducción considerable de los precios globales.
«Los precios al contado del carbonato de litio en China –país que representa el 39 % del consumo total en el mundo y la mitas del litio usado en baterías, según Cochilco– disminuyeron de aproximadamente 7.100 dólares por tonelada a principios de año a alrededor de 6.200 dólares en noviembre.
Para grandes contratos fijos, el promedio anual de EE.UU. el precio del carbonato de litio era de 8.000 dólares por tonelada métrica en 2020, una disminución del 37 % con respecto a 2019 (…). Los precios del metal (99,9 % de litio) en China disminuyeron de aproximadamente 83.000 dólares por tonelada a principios de año a alrededor de 71.000 dólares en noviembre», se lee en el informe.
El nacionalismo, ¿una opción oportuna?
Pese a este panorama, algunos expertos invitan a la mesura: Bolivia, con sus 21 millones de toneladas métricas de reservas, y con intervención estatal en la industria desde hace más de una década, no produce y menos exporta ni un gramo de litio en la actualidad, y apenas se han hecho estudios piloto al respecto, señala Fernando Patzy, oficial senior de Natural Resource Governance Institute –NRGI–, una organización independiente sin ánimo de lucro dedicada a mejorar la gobernanza de los países sobre sus recursos naturales para promover un desarrollo sostenible e inclusivo.
Rafael Poveda, consultor de la División de Recursos Naturales de la CEPAL y experto en el tema del litio, afirma que la curva de aprendizaje en Bolivia ha sido «larga y compleja» en la que no se han obtenido los resultados esperados por parte del Gobierno en su intervención, pese a que han buscado la participación de socios extranjeros de Alemania y China.
El caso de Chile es aún más notorio. Allí, tal y como explica el consultor chileno Jaime Alée, fundador del Lithium Innovation Center y miembro del Colegio de Ingenieros de Chile, «el litio fue declarado un material estratégico, propiedad exclusiva del Estado chileno, el cual es el único que puede extraerlo. Esto por errores conceptuales de la época en que se pensaba que era un material para usarlo en una tecnología de fusión nuclear, una fantasía que ha resultado imposible y lo será por muchas décadas más».
Sin embargo, con sus 9.2 millones de toneladas de reservas de litio y una producción de 18 mil toneladas métricas en 2020 (que lo convierten en el segundo país en este rubro a nivel mundial por detrás de Australia, con 48 mil toneladas), Chile solo recaudó 968 millones de dólares en exportaciones en 2019, según reporte de la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco), muy lejos de otras industrias y productos como los vinos (1.887 millones de dólares) o el salmón (5.568 millones de dólares).
El consultor chileno Jaime Alée opina que se han suscitado «bastantes mitos conceptuales», «metáforas» que han sido tomadas desde un punto de vista «político o mediático», por las cuales se piensa que el país que tiene muchas reservas tiene un «pase libre» al mundo desarrollado y que recibirá mucho dinero, o se desarrollará industrial y tecnológicamente.
«El litio no es relevante en términos económicos. No hay comparación entre este y, por ejemplo, el cobre, que le deja a Chile ingresos anuales por hasta 35 mil millones de dólares. Además, el litio se usa en pocas cantidades, por tanto el volumen del negocio no es tan grande, ningún país se va a hacer rico vendiéndolo», sostiene.
Con información de la agencia ‘EFE’.
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