Agencias / MonitorSur, CIUDAD DE MÉXICO .- Los que vivieron el verano de 1976 en la ciudad de Nueva York aún recuerdan el terror y la incertidumbre que se vivió en sus calles. Y no solo por los disturbios y el crimen que campaba a sus anchas, sino porque había un asesino suelto que disparaba a bocajarro a parejas y mujeres.
Un asesino que pasó a la historia criminal de EE.UU. bajo el seudónimo Son of Sam (Hijo de Sam) tras asesinar a seis personas y herir a otras siete. Pero ahora, 45 años más tarde, Netflix da un giro rotundo a su historia a través de una serie documental que logra despertar la duda ante la posibilidad de que él no hubiera sido el único culpable. Según Los hijos de Sam: Un descenso a los infiernos, uno de los asesinos más temidos de la historia estadounidense podría haber sido víctima de una secta satánica. Y es más, él no habría sido el único que apretó el gatillo.
A lo largo de aquel verano de 1976, Son of Sam fue la sombra del verdadero terror. No solo por las historias de disparos y asesinatos inesperados, sino también por ser el protagonista de la mayor búsqueda policial en la historia de su país, y por el circo mediático alimentado por los tabloides sensacionalistas que recurrían a titulares alarmistas, y a la publicación de las cartas crípticas que el propio asesino enviaba a uno de los periodistas.
Fue apresado un año más tarde, en julio de 1977. El hombre era un joven de 24 años llamado David Berkowitz que confesó a la policía que había recibido las órdenes de un demonio a través del perro de su vecino. Fue condenado a cumplir seis cadenas perpetuas y desde entonces, su historia ha sido contada en películas, series y documentales. Aquel verano fue el escenario de Verano de Sam: nadie está a salvo (1999)de Spike Lee y fue uno de los asesinos que aparecieron en la segunda temporada de Mindhunter.
Sin embargo, a 45 años de aquel verano aterrador, Netflix planta cara a la historia contando otra versión de los hechos. Una que cambia por completo aquella imagen del asesino que se saldó con más víctimas que el mismísimo Jack el Destripador.
Los hijos de Sam: Un descenso a los infiernos es una serie documental diferente porque no se centra únicamente en la historia del asesino y sus víctimas, sino que divide el protagonismo entre el criminal y el periodista Maury Terry, un reportero que pasó décadas de su vida investigando el caso y fue el único que entrevistó a David Berkowitz en prisión. Su obsesión dio como resultado el libro Ultimate Evil: the search for the Sons of Sam, una investigación minuciosa que desvela la posible implicación de algo más grande, turbio y sórdido detrás de los asesinatos.
La serie se basa en el libro y en dicha investigación donde Maury Terry siguió diferentes pistas descartadas por la policía, como el hecho de que los retratos realizados por las víctimas supervivientes eran todos diferentes, así como el lenguaje utilizado en las cartas enviadas a la prensa, los símbolos dibujados en ellas y el famoso perro del vecino. Las pistas lo llevaron a un parque cercano a la casa de David Berkowitz donde varios vecinos habían descubierto animales muertos en forma de sacrificios. Poco a poco fue descubriendo la posible existencia de una secta en la zona que atrapaba a adolescentes solitarios como soldados para sus actos.
Con toda esta información, Maury Terry entrevistó a David Berkowitz y logró captar ante las cámaras una confesión diferente: que efectivamente no había actuado solo y que él había apretado el gatillo únicamente en dos de los asesinatos. Que sí había formado parte de una secta y que aquel terror vivido en 1976 formaba parte de los planes de la organización. Es decir, no era el Hijo de Sam, sino que había “hijos” en plural.
La serie hace un gran trabajo en conseguir captar el terror vivido en Nueva York en 1976 a través del uso de imágenes de archivo espeluznantes, recortes de prensa de la era y declaraciones del pavor que transitaba por las calles. Entre el segundo y tercer episodio, la serie se pierde en su maleza informativa pero consigue reencauzar su relato cuando por fin se revela el gran descubrimiento del periodista.
Sin embargo, algunas de las preguntas que Maury Terry realizó a David Berkowitz pecaban de esa obsesión que lo consumía y despertaron la duda de la veracidad en las respuestas. ¿Fue coaccionado? ¿Le puso en bandeja las respuestas que buscaba y el asesino simplemente le dijo lo que quería escuchar? La policía, que se había convertido en el superhéroe de la ciudad tras la captura, se negaba a reabrir el caso e incluso muchos oficiales se mofaron del autor y sus teorías.
La investigación terminó por consumir la vida de Maury Terry. La falta de reconocimiento por sus descubrimientos y el destierro profesional ante la falta de credibilidad que la policía le dio a sus hallazgos lo llevaron al hundimiento personal hasta su muerte en 2015 por un fallo cardíaco.
Pero ahora, gracias a Netflix, su investigación y la duda vuelven a cobrar vida, cambiando por completo la narrativa que durante 45 años el mundo creyó sobre Son of Sam. Una narrativa apoyada en el terror de una ciudad entera, de un verano bajo el acecho de una pistola calibre 44 que deambulaba libre por sus calles y que sirvió de escenario para una gran cantidad de novelas, series y películas.
Los hijos de Sam: Un descenso a los infiernos plantea una historia distinta con la existencia de una secta satánica, un posible líder que se suicidó cuando iba a ser apresado por la policía por otro caso -y que no era otro que el vecino dueño del perro poseído- y una confesión del propio asesino que se antoja bastante realista dentro del contexto de esta serie documental.
Otros investigadores han apoyado la teoría de Maury Terry, y si bien es cierto que la policía terminó reabriendo el caso en 1996, no hubo hallazgos que lo mantuvieran activo. La posibilidad de que existan cómplices y una secta satánica detrás de los asesinatos son dudas que llevan mucho tiempo circulando el caso, sin embargo, la repercusión ha sido mínima cuando la comparamos con el legado histórico de Son of Sam como figura en la historia del crimen estadounidense.
Como serie, Los hijos de Sam: Un descenso a los infiernos, es una propuesta desigual, de momentos espeluznantes, bien documentados e interesantes y otros que sobran al poner demasiada luz sobre Maury Terry y su faceta personal. Pero, en resumen, sí que consigue su propósito: plantar la semilla de la duda en la historia de uno de los asesinos más conocidos de EE.UU.
Con información de la agencia ‘EFE’.
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