Agencias / MonitorSur, CIUDAD DE MÉXICO.- A tres años de una exitosa primera temporada, la serie biográfica de Luis Miguel aterrizó en Netflix con una segunda tanda de episodios que continúan la historia tal y donde la dejaron. Sin embargo, la inocencia y candor retratados en los inicios han desaparecido para dar paso a un arranque de temporada más dramático y turbio, que transforma al cantante en un personaje frío, arrogante e infiel, que busca consuelo en el sexo ocasional y el whisky.
Una faceta que sorprenderá a todos aquellos que han seguido a Luis Miguel durante los últimos cuarenta años, al retratar un lado oscuro completamente desconocido hasta ahora, y que él mismo habría permitido plasmar como productor ejecutivo de la serie después de labrarse una carrera aferrada al hermetismo de su vida privada.
Confieso que el cantante de La incondicional fue mi gran debilidad como adolescente de los años 90 y, por lo tanto, soy consciente del secretismo que siempre mantuvo alrededor de su vida (las cientos de revistas que compré con su rostro en la portada así me lo demostraban). Es casi imposible encontrar entrevistas suyas del pasado donde hable abiertamente de su madre desaparecida, sus sentimientos, hijos o relaciones. Tras iniciar su carrera con tan solo 10 años y alcanzar la cima del éxito desde muy joven, Luis Miguel optó por mantener su faceta más personal alejada de la prensa, y la imagen que conocíamos de él era la del ídolo musical que durante décadas llenó estadios de fútbol por Latinoamérica.
Existe una entrevista de 2008 que prácticamente resume en pocos segundos lo que estoy planteando. Fue con el programa Aquí y ahora de Univisión, cuando al preguntarle si soñaba con algún día tener una vida normal, respondía con otra pregunta y se limitaba a decir que eran temas personales que, en su opinión, se debían mantener privados. Una declaración que resume la actitud que siempre mantuvo a la hora de hablar de su vida o desmentir rumores y habladurías. Simplemente no lo hacía. Y es por ello que me atrevo a señalar que el retrato que hace Luis Miguel – La serie en su segunda temporada sorprenderá a una gran mayoría.
Pueden ver el momento al que hago referencia aquí:
La desaparición de su madre, sus romances, rupturas y paternidad fueron algunos de los grandes misterios a lo largo de su vida pública. Sin embargo, después de ser testigos de una primera temporada que lo retrataba como víctima de la manipulación de su padre con un halo de inocencia que conseguía dejarlo exento de polémicas, llama la atención que la segunda temporada haya cambiado el tono tan drásticamente.
En los dos episodios disponibles en Netflix, Luis Miguel – La serie retoma la historia al final de la primera temporada, cuando el cantante recibe información sobre el posible paradero de su madre. A lo largo de las dos entregas vemos cómo aquella etapa de su vida oscurece su personalidad, convirtiéndolo en un personaje atormentado por la sospecha de que su madre podría haber sido asesinada por su padre o su tío. Y para retratar el tormento, la serie lo muestra como un hombre frío y egoísta que prácticamente no expresa sus sentimientos ante nadie.
Lo vemos siendo cruel con su novia, distanciándose de ella pero esperando normalidad en la relación sin dar nada a cambio, y mientras se lo pasa en grande con mujeres por el mundo. A su vez, en una secuencia lo vemos siendo altanero y desagradable con un empleado que solo quiere lo mejor para él cuando el hombre, entusiasmado, le coloca unos auriculares para que escuche la canción que cree que es perfecta para él. A lo que Luis Miguel responde diciéndole “En tu vida me vuelves a tocar”.
Lo vemos como un artista interesado en ganar más dinero, siempre con un vaso de whisky en la mano, que desahoga sus frustraciones con tríos en la cama. En resumen, una faceta oscura, altanera y egoísta que se excusa en el tormento personal que vivía por la desaparición de su madre y que la serie justifica para llegar a la redención al final del segundo capítulo, cuando Luis Miguel decide aparcar la búsqueda de su madre para no ser consumido por el dolor y el primer encuentro con su hija Michelle Salas. Un momento idílico al son de Hasta que me olvides que dará paso a nuevas etapas en los próximos episodios.
La desaparición de su madre, sus romances, rupturas y paternidad fueron algunos de los grandes misterios a lo largo de su vida pública. Sin embargo, después de ser testigos de una primera temporada que lo retrataba como víctima de la manipulación de su padre con un halo de inocencia que conseguía dejarlo exento de polémicas, llama la atención que la segunda temporada haya cambiado el tono tan drásticamente.
En los dos episodios disponibles en Netflix, Luis Miguel – La serie retoma la historia al final de la primera temporada, cuando el cantante recibe información sobre el posible paradero de su madre. A lo largo de las dos entregas vemos cómo aquella etapa de su vida oscurece su personalidad, convirtiéndolo en un personaje atormentado por la sospecha de que su madre podría haber sido asesinada por su padre o su tío. Y para retratar el tormento, la serie lo muestra como un hombre frío y egoísta que prácticamente no expresa sus sentimientos ante nadie.
Lo vemos siendo cruel con su novia, distanciándose de ella pero esperando normalidad en la relación sin dar nada a cambio, y mientras se lo pasa en grande con mujeres por el mundo. A su vez, en una secuencia lo vemos siendo altanero y desagradable con un empleado que solo quiere lo mejor para él cuando el hombre, entusiasmado, le coloca unos auriculares para que escuche la canción que cree que es perfecta para él. A lo que Luis Miguel responde diciéndole “En tu vida me vuelves a tocar”.
Lo vemos como un artista interesado en ganar más dinero, siempre con un vaso de whisky en la mano, que desahoga sus frustraciones con tríos en la cama. En resumen, una faceta oscura, altanera y egoísta que se excusa en el tormento personal que vivía por la desaparición de su madre y que la serie justifica para llegar a la redención al final del segundo capítulo, cuando Luis Miguel decide aparcar la búsqueda de su madre para no ser consumido por el dolor y el primer encuentro con su hija Michelle Salas. Un momento idílico al son de Hasta que me olvides que dará paso a nuevas etapas en los próximos episodios.
De esta manera, y teniendo en cuenta lo cuidadoso que siempre ha sido Luis Miguel a la hora de exponer su vida, salta a la vista que el cantante habrá cambiado de parecer a la hora de enseñar su faceta más privada. Incluso la más oscura.
Si prestamos atención a los créditos, podemos descubrir que sigue siendo el productor ejecutivo del proyecto. A pesar de que lleve una larga temporada desaparecido de las redes sociales y su web oficial esté desactualizada desde 2019, sigue ligado a la serie. Su nombre aparece en los créditos iniciales de cada episodio, y en ambas temporadas, dando por hecho que no solo aportó la información necesaria para dar forma a la historia sino que habrá tenido voz y voto en cómo plasmarla.
La primera temporada estuvo basada en la biografía escrita por Javier León Herrera, Luis Mi Rey: la apasionante vida de Luis Miguel, mientras que los guionistas tuvieron que recurrir a entrevistas y a la información que les dio el cantante para escribir los guiones de la segunda temporada. Así lo explicó el actor encargado de interpretar al artista, Diego Boneta, a Milenio, asegurando que tanto él como los escritores hablaron con el cantante entre la primera y segunda temporada, precisamente porque ya no contaban con un libro como base. Explica que era “importante sacar toda la información de Luis Miguel y de las personas cercanas a él que estuvieron en esas etapas de su vida”, dando por hecho entonces que si vemos esa faceta oscura, egoísta y narcisista, pero atormentada de Luis Miguel, es porque así lo habrá aprobado él mismo.
Después de hacer del secretismo la armadura principal de su carrera, a más de uno le sorprenderá verlo desnudar ese lado oscuro hasta ahora desconocido. Por qué lo permite ahora y no antes es todo un misterio, aunque me atrevo a sospechar que a estas alturas de su vida, con 51 años y un legado artístico impecable, quizás ya no tuviera nada que perder.
Con información de la agencia ‘EFE’.
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