Agencias / MonitorSur, XALAPA, Veracruz .- Desde su lanzamiento hace poco más de un año, Apple TV+ no ha conseguido despuntar demasiado en el competitivo y abarrotado mundo del streaming, más bien pasando sin pena ni gloria con un contenido original bastante escaso y una presencia casi nula en la conversación seriéfila, como explico en este artículo donde analizo la repercusión de la plataforma y por qué no se está hablando de ella.
Una pena, porque si dejamos a un lado las estadísticas y los análisis de mercado, y nos centramos exclusivamente en la calidad y variedad de su oferta de ficción, lo cierto es que Apple TV+ por ahora aprueba con nota. La mayoría de sus series son buenas o muy buenas, y una en concreto ha arrebatado mi corazón por completo: Ted Lasso, comedia deportiva que combina lo mejor de la televisión americana y la británica y ha conseguido lo que creía imposible: que vea una serie sobre fútbol… ¡Y me encante!
Antes de empezar, quiero dejar una cosa muy clara: no me gusta el fútbol. Personalmente no tengo nada en contra del deporte rey, simplemente nunca me ha gustado, nunca he sentido el espíritu deportivo. No me encuentro entre los millones de personas en todo el mundo que lo viven con pasión, sino todo lo contrario, me es completamente indiferente y no me interesa en lo más mínimo. De pequeño, mi padre intentó despertar la pasión futbolera en mí llevándome a algún partido, pero desistió pronto ante mi cara de aburrimiento y desesperación, y no volvió a intentarlo. No había nada que hacer, el fútbol no era, y no es lo mío.
Por eso quizá tardé más de la cuenta en ponerme con Ted Lasso. Normalmente estoy al tanto de las novedades televisivas y suelo verlas al día, pero esta serie de Apple TV+ no estaba en lo más alto de mi lista de prioridades. Una ficción sobre fútbol no era, a priori, lo que más me atraía. Pero claro, he visto suficientes series y películas como para saber que lo que importa no es tanto el mundo en el que se ambientan, sino la historia que cuentan y sus personajes. Si no, ¿por qué iba a ver una serie sobre los trabajadores del departamento de parques de una ciudad o una sobre los de una fábrica de papel?
Entre eso y la insistencia de varias personas que me animaron a verla, por fin le di una oportunidad esta semana, convirtiéndose en una de las más agradables que he vivido este año. Es la magia del streaming y la televisión a la carta, que nos permite ver las series a nuestro ritmo. Ted Lasso se estrenó el 14 de agosto en Apple TV+ y su primera temporada, de 10 episodios, se emitió a ritmo semanal, terminando en octubre. Yo me he enganchado ahora, sabiendo que afortunadamente la plataforma ya la ha renovado para dos temporadas más y que no me van a dejar colgado como hacen otras plataformas. Y no puedo estar más feliz de haberlo hecho.
¿De qué va Ted Lasso? La serie, creada por Bill Lawrence, Jason Sudeikis, Joe Kelly y Brendan Hunt, está basada en un personaje cómico que Sudeikis interpretó en una serie de anuncios promocionales de NBC Sports para la Premier League. El actor retoma a ese mismo personaje para protagonizar una comedia de ficción con elementos dramáticos que sigue a Ted, un sociable y dicharachero entrenador de fútbol americano contratado para entrenar a un equipo de fútbol (del nuestro, balompié) británico, el AFC Richmond, sin saber nada del deporte. Ted acepta el puesto y se va a vivir al Reino Unido, dejando en casa un matrimonio que ya no funciona y un hijo pequeño al que quiere con locura.
Detrás de la sorprendente decisión de poner a un entrenador inexperto al frente de un equipo ya de por sí en horas bajas se encuentra Rebecca Welton (Hannah Waddingham, la actriz detrás de Septa Unella y el paseo de la vergüenza de Cersei Lannister en Juego de Tronos), quien se convirtió en presidenta del club como resultado del divorcio de su exmarido, el antiguo propietario del Richmond, Rupert (Anthony Head). Para vengarse de él, Rebecca idea un plan que consiste en arruinar el equipo, para lo que contrata a Ted con la esperanza de que lo hunda rápidamente. Sin embargo, con lo que no contaba era con que Ted no solo fuera una persona de gran corazón, sino además un estupendo entrenador que consigue sacar lo mejor de los jugadores a pesar de no tener ni idea de fútbol.
Sí, la premisa suena bastante cliché. Hemos visto muchas historias parecidas, con entrenadores o profesores llevando a un grupo de personas a la gloria a base de buenas intenciones, motivación y compañerismo, pero que esto no sea un factor disuasorio. Ted Lasso no inventa nada, pero tiene lo mejor de este tipo de historias y es muy difícil no acabar completamente prendado de ella, incluso si no somos aficionados al cine deportivo y sus tópicos. La clave, como ocurre en las mejores series, son sus personajes y la tremenda química que hay entre ellos.
Salvando las distancias, Ted Lasso estaría en la misma liga que Parks and Recreation. Con la serie de Amy Poehler tiene en común varias cosas, principalmente un protagonista amable y bienintencionado que va por la vida transmitiendo un optimismo muy contagioso, y un dispar grupo de personajes que orbitan a su alrededor como el sol de brillo cegador que es. Como mandan los cánones de este tipo de historias, Ted consigue estrechar los vínculos del equipo y ganarse a los jugadores más reacios, así como a la gélida presidenta del club, creando una dinámica tan divertida como entrañable y emotiva, que hace que la serie te tenga con una sonrisa permanente en la cara y te saque de vez en cuando una lagrimita.
Por otro lado, uno de los elementos más divertidos de Ted Lasso es el choque cultural que se produce entre el protagonista, yanqui de pura cepa, y el estilo de vida británico. Viendo la serie me vino a la mente el reciente éxito de Netflix Emily in Paris y su criticado retrato de la vida en la capital francesa desde el punto de vista de una chica estadounidense. Lo que hace Ted Lasso es lo opuesto totalmente. Ted no se acerca a la cultura británica con condescendencia o superioridad ante sus estereotipos, como tampoco intenta cambiarla para hacer las cosas a la manera americana (como Emily). En su lugar, la serie extrae humor (genial, por cierto) de las diferencias entre americanos y británicos (esencial verla en versión original para apreciar mejor los matices) sin voluntad de ofender o imponer ninguna visión. Por ejemplo, Ted odia el té, pero no intenta que Rebecca se pase a la Coca Cola o el café de Starbucks, simplemente respeta y se adapta. En definitiva, enseñándonos que la diferencia es lo que nos hace especiales y podemos llevarnos bien aunque no nos guste lo mismo o tengamos costumbres diferentes.
Y el excelente y compenetrado reparto representa perfectamente esa diversidad de personalidades que, al final de la jornada, acaban congeniando con un propósito común. Un grupo de personajes a cada cual más divertido y peculiar: el gruñón Roy Kent (Brett Goldstein), jugador veterano que se ve desplazado por nuevos fichajes como Jamie Tartt (Phil Dunster), nueva estrella del fútbol, tan egocéntrico como arrogante; el entrenador y mejor amigo de Lasso, Beard (Brendan Hunt), un ejemplo de serenidad en el caos de Richmond; Nathan (Nick Mohammed), ayudante y utilero sin confianza pero con muchos conocimientos de fútbol y del Richmond, que se convierte en uno de los robaescenas de la serie; Higgins (Jeremy Swift), el fiel y apocado asistente de Rebecca; y finalmente Keeley Jones (una fantástica Juno Temple), novia de Jamie que trabaja como publicista para el equipo y se convierte en un pilar esencial para los demás.
Entre todos ellos se crean dinámicas personales y de grupo que nos enseñan el mejor lado del ser humano. Personas con defectos que cometen errores y toman malas decisiones, pero que nunca están demasiado lejos de retomar el buen camino, de redimirse o pedir perdón. Junto a ellos, Ted y por extensión la serie, transmite un mensaje de positividad que es justo lo que más necesitamos en este año de desastre e incertidumbre. Y lo hace sin pasarse de azúcar, con el punto exacto de buen rollo, simpatía y sobre todo, humanidad, un cóctel hecho a prueba de cinismo.
Ted tiene una perspectiva positiva ante todo, pero eso no quiere decir que sea un robot programado para no sentir dolor. Al contrario, bajo su fachada alegre y enérgica late un corazón muy humano que también es vulnerable y sufre (parte de lo que hace tan buena a la serie es ver esa fachada derribarse sin hundir su espíritu). Y ahí reside su mayor virtud, en su manera de afrontar los problemas, centrándose en el presente y no dejando que el pasado arruine la posibilidad de un futuro brillante (“Sé un pez, siempre hacia delante”). Filosofía que se traslada a todos los rincones de la serie, que nos ofrece constantemente inspiración y lecciones motivadoras sin caer en la moralina o el sermón, encontrando siempre, como Ted, el lado bueno de todo.
Y esto es lo que hace que una premisa inicialmente poco interesante, en especial para alguien que no es aficionado al deporte, se convierta en un “lugar feliz”, en un refugio de los problemas donde uno recupera la fe en la humanidad. Ted Lasso es ese tipo de serie que consigue que te involucres en un tema que no te interesaba nada y quieras siempre más de ella. Y la clave ya la he dado: son los personajes. Es gracias a ellos, sobre todo a Ted y la interpretación absolutamente perfecta y sin fisuras de Jason Sudeikis, que uno acaba rendido ante ella.
Ted Lasso es una de esas series que no llama inmediatamente la atención, pero sorprenden muy gratamente a quien se acerca a ella. Teniendo en cuenta que está en Apple TV+, una plataforma a la que no se le hace mucho caso, el boca-oreja es esencial para que más gente descubra la joya que es y se una al equipo. Así que solo me queda insistir e insistir en recomendarla, incluso si de entrada no te interesa el tema o todo lo que he descrito de ella te suena demasiado buenista y cliché. Déjate atrapar por el espíritu Lasso, merece la pena.
Por mi parte, además de divertirme y emocionarme como lo consiguen pocas comedias, la serie ha conseguido algo que pensaba imposible: que el fútbol me importe, aunque sea en la ficción. El bueno de Ted ha logrado despertar en mí el espíritu deportivo y me ha hecho verlo con otros ojos. Al final de la temporada me sorprendí a mí mismo vitoreando al equipo y viviendo la final en la que se lo juegan todo como si fuera un partido real, con la emoción y los nervios de estar viendo una competición en directo.
Supongo que esa es la esencia del deporte, pero sobre todo, el poder de las series.
Con información de la agencia ‘EFE’.
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