Monitor Sur/Agencias
Caracas, Venezuela, 29agosto2015.-Venezuela y Colombia viven un nuevo deja vu diplomático, tan estrambótico como aquellos protagonizados por Hugo Chávez y el ex presidente Alvaro Uribe en 2010, cuando el comandante supremo entonó sus ya históricos «¡Vientos de guerra!».
De momento, Nicolás Maduro, siguiendo su estela, ha decretado el estado de excepción en seis municipios fronterizos y ha ordenado la deportación de 1.088 ciudadanos colombianos, entre ellos 244 menores de edad, lo que ha provocado la indignación del país vecino y la «preocupación» de la ONU ante los «abusos» producidos.
El primer mandatario venezolano no dudó anoche en profundizar el conflicto, dirigiéndose directamente a su homólogo Juan Manuel Santos y usando palabras de tintes parecidos a las de su mentor político: «¡No se preste a una guerra contra el pueblo venezolano! Venezuela ha sido víctima de una invasión planificada de paramilitares y criminales para socavar la paz. Los colombianos viven bajo una dictadura paramilitar y ustedes no hacen nada».
Maduro, pese a los ataques, se mostró dispuesto a reunirse con Santos y reclamó a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) la conformación de una comisión de la verdad. Pero no dudó en atacar con todo a los colombianos expulsados de la frontera, cuyas imágenes del éxodo con las restos de sus casas a cuestas han indignado al país vecino.
«Era una base paramilitar y toda la gente que vivía allí eran esclavos económicos, contrabandistas y «esclavas sexuales», resumió pese a todo el «hijo de Chávez».
Maduro, que hoy inicia una gira sorpresa por China y Vietnam en busca de recursos económicos para luchar contra la crisis extrema que vive el país, adelantó que otras zonas de la frontera, en el mismo estado del Táchira, pueden ser cerradas, incluso aplicando el estado de excepción en esos lugares. «¡Este ataque nos pone más patriotas que nunca! Aquí estamos bailando esta música, que nos alegra, en apoyo a Maduro», culminó la ex ministra Jacqueline Faría.
Las arengas presidenciales culminaron la bautizada como gran marcha patriótica por la paz y «contra el paramilitarismo». Un gran número de autobuses trasladó a empleados públicos desde el interior del país para darle color rojo a unas manifestaciones que desde hace dos años languidecen, pese a que ayer consiguió reunir a unos miles de personas.
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