Agencias / MonitorSur, CIUDAD DE MÉXICO .- Dormir con los padres en cama conjunta, o bien en habitación conjunta con la cuna o cama del niño adosada a la de sus progenitores, son algunas de las modalidades de lo que se ha denominado colecho. Una práctica de la crianza muy vinculada con la lactancia natural que se ha realizado históricamente de forma espontánea respondiendo al diseño propio de nuestra especie mamífera. A pesar de que sigue practicándose de forma extendida, el colecho comenzó a censurarse socialmente a mediados del siglo pasado por la pediatría conductista del sueño. A partir de entonces han surgido innumerables mitos o creencias falsas que en esta oportunidad me gustaría desmontar.
Me voy a centrar en cuatro de los mitos más comunes. Espero sirva de ayuda para ampliar miradas y tomar decisiones conscientes e informadas ante uno de los quebraderos de cabeza más frecuentes en familias con niños pequeños.
Mito 1: el colecho destruye la relación de pareja:
La verdad es que la relación de pareja no la destruye el colecho, la destruyen otras cosas como adultos emocionalmente inmaduros que se relacionan sobre necesidades infantiles no cubiertas, sobre falsas creencias o como esperar que el enamoramiento de novios será suficiente para sostener a una familia.
Cada vez que escucho a un profesional desaconsejando el colecho a partir del argumento de que no se puede permitir que los hijos vulneren la intimidad y la vida sexual de la pareja se me ocurren muchas preguntas: ¿acaso la intimidad y el vínculo de pareja se establece solo a través de las relaciones sexuales?, ¿dónde queda la capacidad de compromiso, de intimidad emocional para comunicarnos y mostrarnos como somos, para apoyarnos incondicionalmente frente a la responsabilidad de ser padres?, ¿acaso la vida sexual de la pareja se limita al lecho nupcial durante las noches?, ¿no podemos ser más creativos a ver si así de paso avivamos la llama?… ¿es que una pareja de padres puede conversar tranquila o tener sexo con un bebé o niño pequeño llorando a rabiar en otra habitación?…
Se dice o se cree también que para que los niños estén bien, la pareja debe estar bien, pero si entendemos el bienestar de la pareja como el resultado de sacrificar las necesidades básicas incuestionables e impostergables de atención y cuerpo materno que exigen los pequeñines en aras de complacer los reclamos sexuales y de atención del padre, no estaríamos hablando de bienestar infantil, sino de narcisismo adulto.
Una pelea injusta y desigual entre adultos infantilizados y ávidos de obtener su propio confort contra un bebé que no puede esperar a satisfacer sus necesidades ni hacer valer su derecho a ser atendido oportunamente. Resulta tremendo que para responder a los reclamos de intimidad sexual de la pareja, la madre se vea en la disyuntiva de sacrificar la necesidad de cuerpo materno del bebé, porque si no lo hace, se enfrenta a la amenaza implícita de que el varón busque a otra persona disponible. Esto habla de los grados de inmadurez con la que los adultos llegamos a las relaciones de pareja y asumimos la crianza de los hijos.
Mito 2: el colecho afecta negativamente la calidad del sueño de padres e hijos:
Comencemos por aclarar la diferencia entre colecho intencionado y colecho reactivo. El primero lo eligen consciente y de forma consensuada padre y madre manteniendo al bebé desde un principio en la cama toda la noche, cada noche hasta que por sí mismo demuestra estar preparado para irse a su propio espacio cuando madura.
El segundo es cuando devuelven al bebé a su cuna ubicada en otra habitación una vez que se duerme, o se lo llevan a la cama de sus padres al despertar por las noches. En el primer caso (colecho intencionado) la atención a los despertares nocturnos del bebé son inmediatos, incluso ocurren sin que la mamá se de cuenta cuando sigue dormida mientras el niño coge el pecho para calmarse y se vuelve a dormir, con el resultado de que la calidad del sueño es mayor que en las familias que no practican colecho o practican colecho reactivo.
Despertarse y trasladarse para atender al bebé, quien además tiene que esperar más tiempo hasta recibir la atención de sus padres, provoca que padres e hijos se desvelen. Por otra parte un sueño de peor calidad en las madres que practican colecho por lo general se asocia con el desacuerdo o la falta de apoyo de la pareja, pero no por el colecho en sí. Observaciones a culturas con altos índices de colecho intencionado, arrojan que rara vez las familias consideran problemático el sueño de sus hijos en contraste con las culturas o países con bajo índice de colecho que presentan mayores incidencias de reporte de problemas de sueño infantil. Pueden indagar los detalles sobre estos estudios y un amplio análisis sobre el debate científico del sueño infantil en el libro Dulces Sueños de la doctora María Berrozpe.
Mito 3: el colecho tiene fecha de caducidad
Hay que sacar al niño de la cama de los padres o nunca querrán irse por sí mismos y afectará negativamente su desarrollo emocional haciéndolos más dependientes. Escucho a madres que salen de las consultas de pediatras o psicólogas con la prescripción de suspender el colecho, la lactancia materna o cualquier otra práctica de crianza natural bajo el argumento de que están afectando el desarrollo de los pequeños. Tal falta de cultura de infancia podría entenderse mejor cuando se trata de personas sin formación especializada en infancia, pero tratándose de especialistas resulta bastante inquietante, sobre todo cuando ninguna de estas afirmaciones tienen bases científicas.
La doctora María Berrozpe demuestra con análisis comparativos entre diferentes estudios realizados a lo largo de décadas, que en ninguno de ellos se ha encontrado la relación entre el colecho (especialmente el colecho intencionado) y el desarrollo de problemas conductuales en los niños que lo practican, ni a corto ni a largo plazo. Por el contrario, existen estudios que han demostrado los beneficios del colecho en niños que lo han practicado desde siempre resultando personas más autónomas y seguras que los niños que duermen en solitario.
Por otra parte es un hecho que los niños en algún momento reclamarán dormir por su cuenta. Se estima que la mayoría de los niños que han colechado desde siempre de forma no reactiva sino intencionada, eligen dormir en habitación propia entre los tres a cinco años. Algunos antes y otros después.
La creencia de que hay que enseñarles a dormir en solitario a determinada edad para que no se vuelvan dependientes o para no poner en riesgo su desarrollo, se basa en construcciones culturales y no en evidencias sobre el desarrollo real infantil. Asumir que un niño nunca dejaría la cama de los padres es negar el proceso de desarrollo natural de los seres humanos. En algunas sociedades muy practicantes del colecho (no solo primitivas, sino también industrializadas como en Japón), los niños duermen con sus padres hasta la adolescencia. Mientras padres e hijos estén de acuerdo y lo disfruten, no existe fecha de caducidad para el colecho.
Mito 4: el colecho aumenta el riesgo de morir aplastado, asfixiado o por síndrome de muerte súbita del lactante
Empecemos por matizar la diferencia entre muerte por asfixia o aplastamiento y el síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL). Se denomina SMSL al fallecimiento de un lactante aparentemente sano sin que se encuentre una causa concreta que explique su muerte. La muerte por asfixia o aplastamiento ocurre cuando no se toman en cuenta pautas de sueño seguro tanto en la cuna como en cama compartida con los padres.
En este sentido cabe destacar que los entornos de sueño en familias que practican el colecho intencionado o planificado, por razones obvias, tienden a ser más seguros que las que practican colecho reactivo. Es importante cuidar las medidas de seguridad tanto si el bebé duerme en una cuna en habitación distinta de sus padres como en habitación o en cama conjunta (características de la cama, de la cuna, del colchón, los objetos que pueden o no deben estar en el entorno de sueño del bebé, la posición del bebé respecto a sus padres, el ambiente de la habitación, la condición de salud mental de los padres, etc.)
En este enlace pueden encontrar la guía de UNICEF para un colecho seguro.
El colecho seguro permite tener a los hijos cerca, lo cual facilita a los padres, pero especialmente a la madre —que es quien mayor conexión establece con la cría—, mantener un estado de alerta incluso en fases de sueño profundo tomando consciencia de las necesidades del bebé en todo momento y actuando con rapidez en caso de riesgo.
Esto no sería posible si el niño se encuentra en otra habitación. El colecho además de sincronizar los patrones de sueño y vigilia también sincroniza los patrones de respiración del bebé con su madre lo que facilita a las criaturas la regulación de su frecuencia respiratoria. El dióxido de carbono exhalado por los padres estimula el reflejo de respirar en los bebés reduciendo las apneas del sueño y por ende el riesgo de muerte súbita. Es por ello que el colecho es contraindicado cuando los padres son fumadores, se encuentran bajo los efectos de drogas, alcohol, tranquilizantes o tienen sobrepeso. Aunque me parece que no solo el colecho, sino en general tener hijos, sería desaconsejable en alguno de los casos antes mencionados.
Personalmente pienso que ningún especialista u opinólogo tiene derecho a imponer a las familias cómo deben organizarse para dormir. Lo que sí nos tiene que quedar claro a los adultos es que los niños tienen derecho a dormir sin miedo, sin pasar angustia. De hecho cualquier persona a cualquier edad lo que necesita para dormir es estar tranquila. Nadie puede dormir cuando se encuentra angustiado o alterado. Los niños no son la excepción.
Con información de la agencia ‘EFE’.
Los derechos de inclusión, el gran tema de las elecciones del 2021: IEPC
Parlamento Juvenil 2019, espacio para el análisis y participación democrática
Candidato del PRI al Gobierno de Zacatecas y su esposa ocultan compra de residencias en Miami