Agencia / MonitorSur / Iguala, Guerrero.- El pasado 10 de septiembre dos hombres armados asesinaron a un chofer y un pasajero cuando se encontraban en la base de la ruta de combis Iguala-Zacacoyuca, junto al mercado Adrián Castrejón.
Según testigos, los hombres llegaron a pie y luego huyeron en una motocicleta por la calle Altamirano, con dirección al Periférico Sur de la ciudad.
Información extraoficial señala que una de las personas fallecidas, que iba junto al chofer, acababa de salir de un reclusorio de Morelos.
“Ya no es como en otros años, ahora ya no puede andar uno en la noche en la calle, ya no se puede. A las 11 está peligroso, aquí ya estamos como en Acapulco, ya no respetan, antes decían que en el puerto era donde estaba lo más fuerte, pero ya no; Iguala y Acapulco es igual”, asegura “Edith”, comerciante cuya identidad no se revela por temor a ser identificada.
“Edith” comenta que su esposo estaba cerca del lugar donde se cometió el crimen.
“Mataron a un muchacho, que acababa de salir del reclusorio de Morelos, y le tocó al chofer, enfrente de la tienda Milano, ahí estaba mi marido, él lo vio y dice que el chofer todavía estaba volteándose.
“Mi marido estaba como a dos metros cuando pasó una señora con niños chiquitos y le preguntó ¿qué pasó?: ¡Balacera!, le respondió la señora que iba blanca, blanca por el susto, y además iba con los niños”, relata.
Violencia, latente. Este es un día cualquiera en Iguala, Guerrero, a casi un año de aquel 26 de septiembre, cuando policías municipales y el grupo criminal Guerreros Unidos agredieron a normalistas de Ayotzinapa, así como a jugadores del equipo de futbol Los Avispones, que tuvo un saldo de 43 normalistas desaparecidos, seis personas asesinadas y decenas de heridos.
Habitantes de esta ciudad aseguran que aun con la presencia del Ejército, la Policía Federal y la Gendarmería Nacional la violencia no disminuye.
La ciudad identificada como “cuna de la Bandera Nacional”, padece los mismos problemas que cuando gobernaba el alcalde José Luis Abarca (PRD) y su esposa María de los Ángeles Pineda, quienes son procesados por la desaparición forzada de los 43 normalistas y por sus vínculos con el crimen organizado. Las ejecuciones y asesinatos ocurren a plena luz del día.
De acuerdo con testimonios de habitantes de esta ciudad, entrada a la Tierra Caliente atrás quedaron los años donde la gente salía en las noches y podía caminar sin temor; ahora — dicen— se vive en la zozobra por la inseguridad, pues casi todos los días hay un asesinato o una ejecución.
Empero, para las autoridades de Iguala a casi un año de aquella trágica noche, el municipio comienza a salir de la más grave crisis política, social y económica en su historia.
Es más, la comisión de ilícitos en la ciudad se presenta “como en cualquier lugar” de la República y, según, sus estadísticas no es a gran escala.
Después de los hechos en Iguala, toda la policía municipal fue sustituida por la Policía Federal y la Policía Estatal; en diciembre de 2014 el gobierno federal lanzó un operativo especial en Tierra Caliente que, además de Guerrero, comprende los estados de Morelos, Michoacán, México y Puebla.
Masacres cotidianas. “Vicente” es un albañil que tiene más de 35 años de residencia en Iguala; hace unos años vivió en Cocula pero salió debido a amenazas de grupos criminales.
“Aquí la matanza sigue igual, cada ocho días sigue habiendo muertos, desaparecidos no; ahorita nada más los han estado matando, aquí se puso muy feo, estudiantes policías, empresarios, de todo levantaron aquí”, señala.
Por seguridad, dice, su familia vive en Cuernavaca, Morelos, y aquí vive con una de sus hijas.
“Está trabajoso, no crea, aunque hay mucha policía la matanza sigue igual, ahí los dejan [a los muertos]; quizá ya no como antes que los levantaban delante de uno”, relata “Vicente”.
“Vicente” no sabe ya qué pensar con el paradero de los 43 normalistas de Ayotzinapa: “No los quemaron, no lo sé, es muy triste lo que pasa”.
Por su parte “Pedro”, quien se dedica al transporte, asegura que en Iguala se cometen delitos y nadie investiga.
“Aquí no hay investigación ni nada, antes la policía veía e investigaba, se llevaba detenidos a los sospechosos, pero ahora nada”, asegura.
Sereno, fumando un cigarro, comenta que a partir de la ola de inseguridad él sólo trabaja de las 9 de la mañana a las 9 de la noche.
“A varios de los compañeros se los han llevado, ya no regresan, uno apareció pero encajuelado. Mataron a uno rumbo a Ciudad Altamirano; subió pasaje y lo mataron delante de su hijo, eso fue hace como tres meses”, recuerda.
“La Gendarmería no patrulla, la gente no la quiere —asegura— porque nomás se andan luciendo en las camionetas, pero no hacen nada (…) pero ahora ya mucha gente ya no sale”.
“José Luis” tiene un negocio en el centro de Iguala. Dijo que él vio cuando llegaron “los muchachos” y quemaron el Palacio Municipal, que a un año sigue con muros llenos de tizne y escombros tras haber sido incendiado por normalistas y maestros de la ciudad.
“La presencia de la policía no ha mejorado las cosas, yo la veo igual, pero no se ha visto un cambio. El trabajo, bajísimo, por la misma situación la gente no sale por temor de que los vayan a confundir o de que haya una balacera. Así en los pueblos cercanos a Iguala todos se meten tempranito, mejor quedarse en casa”, indica.
Reconoce que tiene temor, por eso trata de no meterse con nadie:
“Trabajo para el pollito o el frijol. Yo termino de trabajar y derecho para mi casa. No me ando paseando, no, muchas gracias. Ya estoy viejito pero quiero vivir muchos años más”.
Todo en calma. El Palacio Municipal de Iguala luce semidestruido. En la oficina donde despachaba José Luis Abarca queda únicamente el retrato de Vicente Guerrero, pero todavía los muros están ennegrecidos por las llamas y mobiliario que se consumieron, no tiene vidrios ni ventanas.
En la zona del Registro Civil se adaptaron oficinas; una de ellas es la del presidente municipal designado por el Congreso de Guerrero, el magistrado Silviano Mendiola, luego de que el alcalde interino Luis Mazón solicitó licencia indefinida al cabildo.
“Nos tocó afrontar una de los peores crisis política, social y económica del municipio, pero hoy puedo afirmar que Iguala es totalmente diferente a la de noviembre de 2014 (cuando asumió el cargo de alcalde).
“Ustedes pueden constatar que la gente desarrolla sus actividades con normalidad, se ha recuperado la gobernabilidad del municipio, los servicios públicos se desarrollan cumpliendo con el objetivo de la administración pública”, dice el magistrado, en su oficina de nueve metros cuadrados, con un escritorio, cuatro sillas y un librero.
Asegura que la policía continúa con la depuración de los elementos, que se encuentran en evaluación y antes de que llegue el nuevo alcalde, en octubre próximo, contarán con 60 elementos que serán aptos para el cargo.
“Por ahora la seguridad pública está a cargo de las instancias federales, a través de la Policía Federal, división Gendarmería Nacional. Ellos están a cargo de la seguridad pública del municipio; en consecuencia falta el reclutamiento de nuevos elementos confiables, insisto, que sean elementos confiables”.
Sobre los testimonios de los habitantes de Iguala o el asesinato del chofer y una persona más del pasado 10 de septiembre, el alcalde Silviano Mendiola se deslinda al señalar que el municipio no cuenta con estadísticas sobre la incidencia delictiva.
“Es la Fiscalía General del Estado, a través de las agencias del Ministerio Público, quienes tienen que ver las denuncias que se presenten. Obviamente la comisión de ilícitos se da como en cualquier lugar”, dice.
“No podría decir que no hay comisión de ilícitos, no conozco ningún país o municipio donde sea cero la comisión de ilícitos, pero puedo afirmar que no es en gran escala o que sea una estadística muy abultada el hecho de que se cometan robos a transeúntes, por carteristas o celulares”, añade.
Mendiola asegura que en el aspecto económico ha habido más afectación “y con la crisis de seguridad tuvimos una merma económica de casi el 40%, fue un tema generalizado”. Sin embargo, para sus gobernados, las matanzas y asesinatos son “pan de cada día”.
Con información de “EL UNIVERSAL”
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