MonitorSur, Pensilvania.- Luego de una actuación de 14 ponches sin hit en cinco innings, Roberto Joubert dejó el montículo y se dirigió al dugout de Puerto Rico.
Un rugido de júbilo resonó en el estadio Volunteer, mientras pequeñas banderas puertorriqueñas se agitaban en las gradas. Los fieles seguidores de Puerto Rico eran no más de 60 ó 70, pero su pasión pudo sentirse en el parque de 3.000 butacas.
Al frente de la multitud estaba Pedro Ortiz, cuyo hijo Devin es un jardinero suplente. Ortiz ha visto a los integrantes de este equipo de Guayama, de la Liga Radames López, ganar campeonatos en todos los niveles de edad desde que tenían cinco años, y el lunes vio otro momento feliz, un triunfo de 3-1 sobre Panamá en un juego de eliminación.
Esta escena era inimaginable hace 11 meses.
“Ha sido un año realmente mucho muy duro”, dijo Ortiz. “Para nosotros estar aquí después del huracán María, realmente no sabíamos si íbamos a jugar béisbol”.
En septiembre pasado, ese huracán devastó Guayama, una ciudad costera de alrededor de 40.000 habitantes. En las semanas posteriores, la familia Ortiz permaneció sin hogar. El receptor titular John López tuvo que luchar para reconstruir el negocio de buñuelos de su familia. Y debido a que toda la red eléctrica de la isla quedó destruida, el lanzador Yadiel Delgado no pudo contactar a su padre en Florida por semanas.
Durante casi un mes, Guayama fue obligada a enfrentar su nueva realidad, una gran tarea para cualquier niño. Mientras las familias buscaban agua, gas y víveres, los pequeños beisbolistas se dedicaron a remozar sus diamantes locales.
Para mediados de octubre, finalmente estaban listos, y una distracción momentánea llegó.
“La primera meta era traer alguna diversión para los niños, para que no pensaran en lo que había sucedido en sus casas”, comentó el manager Carlos Texidor.
Comunicarse sin una red eléctrica en operación y transportarse en medio de los escombros resultó difícil. Una vez que los jugadores llegaron a la práctica, se toparon con campos que no estaban en condiciones óptimas. Para colmo, sólo podían jugar durante el día — algo que normalmente se evita en los climas calientes del Caribe — y tuvieron que compartir los campos con muchas de las comunidades vecinas.
Práctica tras práctica, el determinado grupo de chicos de 11 y 12 años perseveró, y casi un año después, son el primer equipo en la rica historia de la Liga Radamés López en llegar a la Serie Mundial de Pequeñas Ligas.
“Aprendí a no detenerme, sólo seguir adelante”, dijo Delgado. “Todo el tiempo”.
El equipo sólo ha perdido dos veces este verano y se fue invicto en el Regional del Caribe, anotando 51 carreras en el proceso. Enfrentará otro partido de eliminación este martes, y aún tiene que lograr tres victorias más para llegar a la final del torneo el domingo.
López señaló que no está listo para que todo termine, al menos no aún.
“Me encanta estar aquí, declaró. “Me siento realmente cómodo aquí y si depende de mí, quiero seguir aquí”.
No es el único que ha invertido algo en este equipo.
En medio de una temporada decisiva, el jardinero de los Mellizos de Minnesota, Eddie Rosario, siguió atentamente las noticias de su antigua liga. El pelotero de Guayama sostuvo charlas en video con los entrenadores y jugadores casi a diario, y estuvo disponible cuando las Grandes Ligas donaron 75.000 dólares a la Pequeña Liga Internacional en abril.
“Me siento realmente orgulloso de mis chicos y de Puerto Rico, y mi ciudad”, dijo Rosario a The Associated Press en Minnesota el fin de semana anterior. “Estoy muy feliz por ellos. Los entrenadores son mis amigos. Todos allí son buenas personas. Son muy cercanos a mí”.
Al preguntarles sobre su parte favorita de este viaje, López, Delgado y el as del equipo, Eric Rodríguez, coincidieron en su respuesta. No fue un juego en particular, una jugada o la interacción con un pelotero de las mayores lo que destacaron.
“Jugar”, respondió cada uno.
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