Alberto Carbot
Primera parte
El gobierno estadounidense ha desclasificado miles de archivos en torno al caso, pero realmente éstos no aportan nada nuevo sobre el magnicidio. La hipótesis de que existió una conspiración detrás de la trágica muerte del presidente Kennedy, siempre ha sido sujeto de debate y la mayoría de la gente está convencida de que no se trató del trabajo de un solo hombre. Sin embargo, la balística y la tecnología modernas pueden hoy probar lo contrario y asegurar que Lee Harvey Oswald fue el único tirador el mediodía del viernes 22 de noviembre de 1963, en la Plaza Dealey en Texas
El fatídico viaje a Texas
El presidente Kennedy estaba consciente de que la disputa entre los líderes de su partido podría hacer peligrar sus posibilidades de reelegirse en 1964, y uno de sus objetivos para el viaje a Texas era conciliar a los dirigentes demócratas. El estado, al igual que Florida, era un sitio clave en el recuento electoral.
Sabía también que un grupo relativamente pequeño pero muy beligerante de extremistas contribuía a incrementar las tensiones políticas y probablemente durante la gira haría sentir su presencia, particularmente en Dallas -la llamada entonces ciudad del odio-, donde incluso Adlai Stevenson Struck, el embajador de Estados Unidos en la ONU, había sido agredido un mes antes, el 24 de octubre de 1963, después de pronunciar un discurso conmemorativo en el Memorial Auditorium Theatre.
“A principios de 1960 Dallas era un semillero de activistas de derecha y mantenía fuertes lazos históricos con el Clan del Círculo o Ku Klux Klan. En los años 50 y 60, la resistencia a la integración escolar y los derechos civiles catalizaron el sentimiento derechista en la ciudad.
“Dallas también era el hogar de Edwin Anderson Walker, exgeneral del Ejército y férreo defensor de la ideología de la John Birch Society, una agrupación anticomunista. Luego de que el gobierno de Kennedy lo despidió, la oposición radical hacia su gobierno se intensificó”, aseguran Steven L. Davis y Bill Minutaglio, autores del libro Dallas: 1963.
Además de Edwin A. Walker -derrotado por John Connally en la contienda electoral por la gubernatura de Texas, y quien el 10 de abril de ese año había sido víctima de un atentado fallido por parte de Lee Harvey Oswald-, destacaban el barón petrolero Haroldson Lafayette Hunt, Jr. y Frank McGehee, fundador de la Convención Nacional de Indignación.
Sin embargo, a JFK parecían gustarle los retos y la perspectiva de dejar Washington, mezclarse entre la gente y entrar de lleno en la contienda política, le resultaba muy tentadora.
Educación, preservación de los recursos naturales, economía sólida, paz mundial y la defensa territorial, entre otros, serían sus principales temas durante la gira por territorio texano, en la que participaría activamente su esposa Jacqueline, quien haría su primera aparición pública luego de la muerte de su hijo Patrick, el 9 de agosto, a causa de problemas pulmonares, a solo 2 días de nacido.
La parada inicial fue en San Antonio. Ahí el vicepresidente Lyndon B. Johnson, el gobernador de Texas John B. Connally y el senador Ralph W. Yarborough, encabezaron el comité de bienvenida. Luego acompañaron al presidente hasta la Base de la Fuerza Aérea de Brooks, donde Kennedy hizo entrega del Centro de Salud Médica Aeroespacial.
En Houston, asistió por la tarde a un evento organizado por la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos (LULAC) en el Hotel Rice. “El presidente dio un discurso de 17 minutos, y realmente hizo que la gente rugiera y se excitara. Recuerdo que la forma en que lo articulaba y le hablaba al grupo, era simplemente fascinante. Y luego, cuando Jackie habló en español, eso realmente hizo cimbrar el piso”, aseguró Guadalupe Fraga, una de las asistentes a la reunión.
Kennedy acudió posteriormente a una cena en el Sam Houston Coliseum, en honor del congresista Albert Thomas y luego partió hacia Fort Worth, la ciudad hermana de Dallas, más conocida como el área metropolitana Dallas-Fort Worth, a donde llegó a las 23:07 hrs., y se hospedó en la suite 850 del Hotel Texas, hoy conocido como Hilton Fort Worth, donde les aguardaba una multitud.
“Cuatro mil personas empapadas se presionan una a otras… empujamos a través de esa masa humana; ponemos a los Kennedy a salvo en el ascensor y los subimos a su habitación. Desde que salimos de la Casa Blanca a las 10:50 de la mañana, hemos hecho un vuelo en helicóptero, tres despegues y aterrizajes en el avión presidencial, conducido seis caravanas, nos detuvimos en tres sitios donde han hablado, y en el camino hemos encontrado a cientos de miles de personas, si no a un millón. Realmente ha sido un día muy largo”, reseñó Clint Hill, el agente especial a cargo de la seguridad de Jacqueline Kennedy, en su libro Five Days in November, escrito en colaboración con Lisa McCubbin.
De Fort Worth a Dallas
Jacqueline vestía un llamativo conjunto rosa, elaborado por la casa de moda estadounidense Chez Ninon y confeccionado en tela de Coco Chanel. Un atuendo que los cronistas nunca imaginaron que en pocos minutos se convertiría en doloroso símbolo de uno de los días imborrables para la nación estadounidense
Una ligera lluvia caía la mañana del viernes 22 de noviembre y se mezclaba con la fina y persistente neblina matinal. En los alrededores del Hotel Texas, en Fort Worth -donde la pareja presidencial había pasado la noche-, desde las primeras horas de la madrugada, una multitud de más de 3 mil personas se hallaba impaciente en el estacionamiento situado frente al inmueble, sobre las calles Main, Commerce y entre las avenidas 8 y 9 East.
Para corresponder a la devoción de esos miles de simpatizantes, correligionarios y admiradores a quienes el frío y la lluvia parecía no importarles, y con el apoyo de los policías que resguardaban el perímetro, los agentes del Servicio Secreto se dieron a la tarea de improvisar una tribuna que fue colocada sobre la base de un remolque.
Jim Wright, quien encabezaría luego la Cámara de Representantes había hecho las gestiones y los arreglos para que el presidente pronunciara una breves palabras en el estacionamiento, previo a su discurso programado en el salón de baile del hotel, donde se serviría un desayuno con miembros de la comunidad e integrantes de la Cámara de Comercio local y líderes políticos y sociales.
Pocas horas antes “habiendo llegado tarde en la noche, se despertaron el viernes por la mañana para descubrir su suite decorada con artículos de coleccionistas de arte locales, gracias al esfuerzo de la promotora Ruth Carter Johnson, quien coordinó la exhibición y recibió una llamada personal de agradecimiento de los esposos Kennedy.
“Dieciséis piezas representaban lo mejor que Fort Worth tenía para ofrecer en el arte moderno y la escultura, incluyendo El Búho enojado (The Angry Owl 1951) de Pablo Picasso; arte americano de Charles Russell, Thomas Eakins y Morris Graves, y pinturas impresionistas francesas de Van Gogh y Monet”, asegura la historiadora y doctora en filosofía Stephanie Stegman, al citar a Taylor Gandy, vicepresidente del JFK Tribute.
A las 8:45 a.m., el presidente Kennedy, seguido muy de cerca por el congresista Jim Wright, quien caminaba a su lado, apareció por la puerta del hotel, flanqueado también por el vicepresidente Johnson y el senador Ralph Yarborough.
El gobernador Connally, marchaba unos pasos atrás. Varios de sus acompañantes llevaban impermeables y gabardinas para protegerse del clima. Sólo Kennedy y Wright no los portaban.
Al dar comienzo a su discurso, la multitud comenzó a preguntar insistentemente por su esposa.
-¿Dónde está Jackie? -le gritaban algunos.
“Se quedó en la suite del hotel, arreglándose ella misma. Esto le lleva más tiempo, pero, por supuesto, cuando lo hace, se ve mejor que nosotros”, bromeó el presidente.
Su risa contagió a los asistentes que en varias ocasiones ovacionaron su espontáneo mensaje de aproximadamente 3 minutos, que fue replicado mediante grandes altavoces que fueron colocados sobre un camión de carga, a un costado de la explanada del estacionamiento que hoy forma parte de la Plaza General William J. Worth, un militar que participó en la invasión a México en 1847 y personalmente subió al techo de Palacio Nacional para quitar la bandera mexicana y reemplazarla por la de las barras y las estrellas. A su muerte en 1849, en su honor, la ciudad texana fue bautizada con su nombre un año después.
“No hay corazones débiles en Fort Worth. Esta gran ciudad se ha significado por su defensa del oeste, el ganado, el petróleo y todo lo demás. He creído en la fuerza en esta ciudad, la fortaleza en este estado y la fuerza en este país”, dijo Kennedy.
Y al igual que lo haría formalmente minutos después con los empresarios -en este parque público donde pronunció su discurso la mañana del 22 de noviembre de 1963 y hoy se halla una escultura de bronce de 2 metros y medio realizada por Lawrence Ludtke-, el presidente promocionó también su programa espacial.
Con vehemencia los conminó a asumir las cargas del liderazgo estadounidense en la escena internacional y a la necesidad de sumar esfuerzos para lograr un crecimiento económico sostenido y fortalecer la seguridad nacional, tema proyectado como base para su campaña presidencial de 1964. “Estados Unidos es hoy más fuerte, como nunca en toda su historia”, puntualizó.
Su mensaje al aire libre fue recibido con gran entusiasmo. Kennedy pasó varios minutos estrechando manos y agradeciendo la presencia de los frenéticos asistentes.
Según Jeb Byrne, coordinador de la visita en Fort Worth -mientras los invitados en la mesa principal tomaban sus asientos en el desayuno servido para más de 2 mil personas con boleto pagado-, el presidente Kennedy llamó a uno de los agentes del Servicio Secreto y le pidió que le dijera a su esposa que los acompañara y que cuando Jacqueline hiciera su aparición, la orquesta comenzara a tocar Los ojos de Texas están sobre ti (The Eyes of Texas are upon you).
A los pocos minutos, ella arribó sonriente al salón.
Lo hizo escoltada por el agente Clint Hill, en medio de una prolongada ovación de bienvenida y entre los acordes de la popular canción compuesta por John Sinclair y Lewis Johnson.
Los ojos de Texas están sobre ti/ durante todo el día.
Los ojos de Texas están sobre ti/ no puedes huir.
No pienses que puedes escapar de ellos.
En la noche o temprano en la mañana.
Los ojos de Texas están sobre ti/ hasta que Gabriel toque su trompeta.
Al finalizar el encuentro, ambos caminaron por el pasillo principal en medio de la multitud que los aclamaba.
Miles de personas se alinearon en las aceras para verlos en su travesía hasta la Base de la Fuerza Aérea de Carswell, para el corto vuelo de 13 minutos hasta el aeropuerto de Love Field en Dallas.
Tenían planeado viajar luego a Austin las 3:15 pm., y más tarde, a las 9 y media de la noche, volar en helicóptero hasta el rancho del vicepresidente Lyndon B. Johnson, cerca de Johnson City, Texas. Descansarían ahí la mañana del sábado y retornarían a Washington en punto de las 2 de la tarde.
Jacqueline vestía un llamativo conjunto rosa -chaqueta de doble pechera con tres pares de botones dorados, solapas azul marino y sombrero cilíndrico del mismo color-, elaborado por la casa de moda estadounidense Chez Ninon y confeccionado en tela de Coco Chanel.
Un atuendo que ella había ya popularizado y que los cronistas nunca imaginaron que en pocos minutos se convertiría en “el símbolo de uno de los días más horribles para la nación estadounidense”, al impregnarse con la sangre, huesos y tejido cerebral de Kennedy, al ser impactado por las balas de Lee Harvey Oswald, oculto en el sexto piso del Texas Book Depository.
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