
Agencias, Ciudad de México.- En febrero de 2012 un sonriente Xi Jinping, entonces vicepresidente de China (y heredero del poder), concluyó una visita oficial a Estados Unidos con un partido de baloncesto de los Lakers, en Los Ángeles. El político afinaba los detalles de lo que sería, un mes más tarde, la cumbre entre los presidentes Hu Jintao y Barack Obama.
Aquella mañana, Joe Biden había pedido a su homólogo asiático encarar uno de los temas pendientes más apremiantes de la agenda. En la cuna de la industria cinematográfica, el vicepresidente norteamericano sugirió rematar un acuerdo que los grandes estudios de su país llevaban años reclamando y que les permitiría estrenar 34 películas al año en China, en lugar de la decena que solían exhibirse desde mediados de los noventa. Además, los estudios pasarían de quedarse con el 13% de la taquilla al 25%. Xi cedió y ese pacto cambió Hollywood.
Antes de ese acuerdo, el dinero de la taquilla china se recibía en Hollywood como una pequeña alegría adicional. “Después de ese pacto, China se convirtió en parte fundamental de toda estrategia de negocio para cualquier gran estudio”, explica Erich Schwartzel, periodista de The Wall Street Journal y autor del recién publicado Red Carpet, un libro donde traza la historia de la creciente influencia de Pekín sobre lo que el mundo ve en las pantallas de cine.
Schwartzel (Latrobe, Pennsilvania, 35 años) ha recogido tras cinco años de investigación detalles que podrían parecer anécdotas, pero que en realidad forman parte de una estrategia de control de las autoridades del Partido Comunista sobre la imagen de China que proyecta una de las industrias culturales más consumidas del planeta y que se encuentra en plena transformación con el auge del streaming y la lucha entre estudios por mantenerse relevantes. Según el periodista, Hollywood lleva décadas amoldándose al poder asiático.
En 1996, por ejemplo, el teléfono de un ejecutivo de Disney sonó y al otro lado de la línea había un diplomático chino que llamaba desde la Embajada en Washington con una advertencia: estaban preocupados porque dos días antes Martin Scorsese había comenzado a rodar Kundun, un filme sobre el Dalai Lama. La llamada obligó a la empresa de Mickey Mouse a buscar el consejo de Henry Kissinger, el político que reunió a Nixon con Mao en 1972.
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