Agencias / MonitorSur, Ciudad de México (Reuters) – Gisela Hernández, una enfermera que trabaja en un hospital de Ciudad de México, tiene dos meses alejada de sus pequeños hijos por temor a contagiarlos de coronavirus. En las noches que se conectan por videollamada, no deja de recordarles cuánto los extraña y cómo añora el día en que volverán a estar juntos.
Sobreponiéndose a la melancolía, la mujer de 40 años se debate cada mañana entre su deber como enfermera en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) y sus propios temores a ser infectada por usar equipos de protección personal reciclados, ante la agobiante escasez.
“Sigo trabajando en el INER, que es mi segunda casa, (…) porque amo lo que hago. Desde que decidí estudiar enfermería sabía los riesgos que corría, no me arrepiento de ser enfermera, me gusta ayudar a mis pacientes”, reveló.
“(Pero tengo) mucho miedo. Miedo a contagiarme, miedo a no llegar con mis hijos (…) a no volverlos a ver nunca”, agregó la enfermera, quien antes de vivir en un hotel, como parte de un programa del gobierno capitalino para los trabajadores de salud, pasó una semana durmiendo en su carro.
Como ella, miles de enfermeras y médicos continúan firmes en la primera línea de batalla contra el coronavirus en la capital mexicana, el epicentro de la pandemia en el país, en condiciones que han calificado como injustas y en hospitales donde han debido rechazar a pacientes por falta de espacio.
A principios de la semana, un centenar de trabajadores del INER protestaron afuera del nosocomio porque las autoridades les obligaron a reusar uniformes quirúrgicos, mandiles y mascarillas desechables, algo que se repite en otros hospitales del país.
Reuters tuvo acceso a un memo del 8 de mayo donde el presidente del Comité de Bioseguridad del hospital, Edgar Sevilla, informó de las nuevas disposiciones ante una “demanda inusitada”. Un documento de la Secretaría de Salud del 12 de mayo recomienda a las instituciones sanitarias del país “considerar el reprocesamiento” de las máscaras N95.
“Las enfermeras no deberíamos estar protestando, deberíamos estar en el hospital con nuestros pacientes”, dijo Rosa Amaya, una enfermera que labora en el Centro Médico Adolfo López Mateos, en Toluca, la capital del Estado de México, contiguo a la capital. “Pero tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados”.
Otras enfermeras del INER entrevistadas por Reuters aseguraron que, tras las nuevas disposiciones, el contagio entre el personal médico del hospital se disparó y hoy suman más de 100 infectados.
En un comunicado enviado a sus médicos, el INER aseguró que, a pesar de que se evaluó el reciclaje de las mascarillas N95, al momento “no se ha reutilizado ninguna”. Además, precisó que 103 trabajadores del hospital -de un total de 2,300- contrajeron coronavirus y, de ellos, dos perdieron la vida.
“YO SIGO ADELANTE”
México es el octavo país del mundo con más fallecidos relacionados al COVID-19. Su capital y el Estado de México acumulan más del 40% de los casos y muertes de toda la nación, que enfrenta la pandemia con un déficit de 6,600 médicos y 23,000 enfermeras, según cifras oficiales.
Además, es uno de los países que ha reportado gran cantidad de personal médico víctima del virus: 11,394 contagiados y 149 fallecidos hasta el 17 de mayo.
Temerosa de engrosar esa lista, Ruth Guzmán, una enfermera del INER, pidió licencia para ausentarse de su trabajo porque sufre de hipertensión, una enfermedad que puede aumentar el riesgo de presentar síntomas graves si contrajera COVID-19.
Sin embargo, ante la escasez de personal y con el hospital saturado, piensa regresar a pesar del temor de contagiarse.
“Yo ya quería regresar, reintegrarme a mi equipo pero, ¿cómo voy a regresar si no tienen ni lo básico?”, se preguntó la enfermera de 50 años. “Pero entonces pienso, ‘si estudié para esto, yo sigo adelante’”.
Con información de la agencia ‘Reuters’.
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