OPINIÓN/ En La Raya
Ery Acuña/(((MONITOR SUR))) Martes 10/marzo/2015
El negocio del año son los votos. No hay producto mejor cotizado en el mercado negro. El descrédito y la banalidad en la forma de gobernar, hacen que los votos lleguen a costar una fortuna. Existe ahora una línea muy frágil entre mandar todo al carajo o volver a vender un voto. A eso le apuestan funcionarios de chico y gran calado por estos días, a volverse ricos próximos al juego de las elecciones, donde el guión ya está escrito y los actores prontos a entrar en escena.
Por estos días es cuando funcionarios cometen las más absurdas bajezas para ganarse unos pesos a costa de la dignidad de la gente. Aunque –claro, ellos no lo saben- la pobreza siempre es digna. Las riquezas baratas almacenan costales de billetes… pero nunca, jamás, una cabeza serena.
En ese tipo de juegos es en el que caen muchos funcionarios. Como algunos altos mandos del ayuntamiento de Tuxtla Gutiérrez que comanda Samuel Toledo Córdova, dispuestos a atropellar lo que sea, tal vez hasta su propia madre, con tal de ganarse un costal de billetes. Hay una larga lista de casos, pero pondré un solo ejemplo para ilustrar la algarabía enfermiza por el dinero.
En la Quinta Norte entre 3 y 4 poniente, a orillas del río Sabinal, había un parque abandonado que algún día se llamó “Jardín del Arte Carlos Frey”, y que hasta octubre del año pasado, palabras más palabras menos, olía a mierda; y no por las aguas negras que fluyen sobre el canal de agua, sino por el abandono en que llegó a estar el parque.
Hasta ahí fue a donde llegó un grupo de niñas, niños, adultos, convencieron a los artesanos que ocupaban el lugar de rescatarlo, y con dinero de todos –menos del Gobierno, claro- compraron pintura, jabón, brochas, escobas, cables y se pusieron durante varios fines de semana a lavar, barrer y pintar el parque… hasta dejarlo como nuevo.
Otra vez llegó a ser un parque donde jugaban niños y se enseñaban artes, ciencia y cultura por parte de un esfuerzo ciudadano, y no del Gobierno, de quien realmente era deber. Pero en fin… todos reían y jugaban contentos.
Pero un día pasaron por el lugar funcionarios del Ayuntamiento y en lugar de un parque vieron un negocio. Se les ocurrió venderlo en lotes. Al mando de un tal Alberto Morales Bernal, subalterno de Jovani Salazar, director de Gobierno del Ayuntamiento, empezaron a construir locales para vender locales para la venta de bocinas, ropa, fayuca, gorditas, fritangas, hasta ocupar el lugar donde los niños jugaban. Adiós al parque, por decreto del ayuntamiento, cinismo puro promoviendo: “Construimos más parques”.
Después se fueron contra seis artesanos que fueron reubicados en 1997 por parte de la administración del entonces alcalde Enoch Araujo.
Los artesanos mostraron oficios, papeles… poco les importó a los funcionarios encabezados por Morales Bernal. Como se resistieron junto con sus hijas e hijos, entonces el ayuntamiento mandó a la policía municipal para intimidarlos, rodearlos con sus motos y patrullas como si se trataran de criminales, bajo el supuesto de que intentaban prevenir un enfrentamiento.
Una prepotencia brutal con la policía. Los mismos uniformados agachaban la cara de vergüenza… pero esa “fue la orden del jefe”.
¿Con qué derecho el alcalde Samuel Toledo vende un parque infantil destinado a las artes, como su nombre lo indica, “Jardín del Arte Carlos Frey”, para destinarlo a puestos de fayuca?
Quién le dijo que puede pisotear los derechos de la gente nomás por ganarse otro costal de dinero y un montón de votos.
Si la ineptitud se pagara con cárcel, Samuel Toledo ya estaría condenado a cadena perpetua. (MS)
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