Por Erick Olivera Méndez/Ciudad de México.- Una de las grandes conquistas de Occidente en su largo proceso civilizatorio, ha sido la democracia, y sin duda uno de los avances más significativos a la hora de consolidar esta idea, lo representa la democracia participativa.
No podemos dejar de lado las amenazas recientes a la idea democrática en el mundo. Donald Trump ha sido un ejemplo de cómo Occidente enfrenta embates contra las reglas de convivencia pacífica en pleno siglo XXI, y Vladimir Putin es el referente de los peligros que representa la concentración de poder sin contrapesos políticos.
En México, los principios democráticos han arraigado en un porcentaje importante de la población. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Cultura Cívica del Inegi de 2020, poco más del 65 por ciento de las personas mayores de 15 años cree que “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”.
Nuestra democracia es imperfecta, pero es el sistema de organización política que hemos construido en las últimas décadas a partir de dos ideas muy concretas: garantizar la imparcialidad del árbitro y la eficacia en la operación electoral que permita que el voto ciudadano cuente.
Si estas premisas se han cumplido a cabalidad en los últimos veinte años, por supuesto que es discutible, pero lo que no podemos negar es el avance que ha experimentado nuestra democracia.
En México la revocación es un mandato constitucional y la autoridad electoral estaba obligada a ponerlo en marcha.
En este contexto el ejercicio de la revocación de mandato es una buena noticia para nuestro sistema de gobierno, porque alienta el voto ciudadano y fortalece la democracia participativa.
La democracia es una idea viva que se nutre de la sociedad en los procesos electorales, y el mecanismo de revocación sin duda contribuye a mejorar nuestro sistema de gobierno con su respectiva división de poderes.
México ha experimentado profundas diferencias políticas en los últimos años, en un proceso de definiciones ideológicas que sólo tiene un camino aceptable para resolver puntos de vista antagónicos: el voto ciudadano.
No hay otra forma en un sistema democrático para resolver visiones ideológicas encontradas que la decisión mayoritaria en las urnas. Ese es el principio que ha arraigado en el México moderno y que debemos defender y fortalecer.
Por eso es una buena noticia que la revocación de mandato haya sido activada por la autoridad electoral como lo establece la Constitución, ni más ni menos un camino complejo a perfeccionar en años venideros.
Por eso resulta saludable que millones de personas hayan acudido a las urnas a expresar su sentir sobre el actual modelo de gobierno.
La revocación de mandato, más allá de los diferendos ideológicos, es un ejercicio ciudadano que contribuirá a mejorar nuestro sistema democrático. No podemos regatear este avance al actual régimen político.
Ya habrá tiempo para determinar cómo podemos perfeccionar y fortalecer este mecanismo de consulta ciudadana. Por lo pronto, el hecho de que más de 16 millones de personas hayan acudido a las urnas por sí solo representa un triunfo de nuestra democracia.
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