Agencias, Ciudad de México.- Un organismo multicelular extinto hace aproximadamente 500 millones de años puede estar detrás del desarrollo de la simetría bilateral presente en muchos animales. Múltiples huellas fosilizadas de ese ser vivo fueron encontradas en distintos lugares de nuestro planeta, como Australia Meridional, oeste de Ucrania, los Urales y el litoral del mar Blanco (ambos en Rusia) entre mediados del siglo pasado y el año 2017.
Esta estimación extraordinaria del papel que pudo desempeñar el género llamado ‘Dickinsonia’ dentro del árbol evolutivo pertenece a un equipo investigador de EE.UU. que ordenó cuatro géneros previamente descubiertos de animales bastante primitivos del período Ediacárico.
El nuevo análisis publicado en Proceedings of The Royal Society B enlaza este enigmático ser redondeado con tres más: Tribrachidium, Ikaria y Kimberella. Por medio del estudio genético y morfológico, el primer género de esta ‘tríada’, que se remonta al mismo período geológico, ha sido reconocido como una forma de vida anterior a la Dickinsonia, mientras que los últimos dos son eslabones posteriores de la evolución, aunque coexistían en el tiempo.
Se trata de animales “morfológicamente simples”, afirmaron los autores, que no encontraron evidencia alguna de que sus pequeños cuerpos tuvieran apéndices u órganos sensoriales compuestos. Sin embargo, los “relojes moleculares”, que estuvieron en el foco de este estudio, les sugirieron que en esa época temprana de la evolución ya existían “numerosos linajes de organismos bilaterales”.
“Una aparente falta de cabezas con un aparato sensorial concentrado o cordones nerviosos ventrales en estos taxones apoya la hipótesis de que ellos evolucionaron independientemente en clados bilaterales dispares”, escribieron los biólogos. Sin embargo, el género Dickinsonia parece ocupar un “espacio único” en el desarrollo de la fauna terrestre y admiten que podían tener alguna actividad neuronal y también músculos como los que desarrollan los seres humanos y otros animales.
Otra conjetura del equipo, asimismo a partir de un reloj molecular, es el origen en estas especies de la inmunidad que protege a los organismos complejos de distintos patógenos. Además, en Kimberella, el último eslabón evolutivo que formaba parte de este estudio, los científicos divisaron unos patrones compatibles conuna trompa, un pie, o estructuras similares de las que no hay constancia hoy en día.
El biólogo Scott Evans, del Museo Nacional de Historia Natural de EE.UU. y el primer autor del estudio, destacó en un comunicado difundido que todos estos seres vivos tenían el tamaño de un grano de arroz. Probablemente, la evolución ya les había proporcionado una boca y un intestino, y se movían a través de la materia orgánica “comiendo a medida que avanzaban”, pero ningún registro fósil de estos óganos se ha conservado.
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