Agencias / MonitorSur, Ciudad de México.- Pasar largos periodos en el espacio no solo lleva a una cierta atrofia muscular y a reducciones en la densidad ósea; también tiene efectos duraderos en el cerebro. Sin embargo, poco se sabe sobre cómo reaccionan los diferentes tejidos cerebrales a la exposición a la microgravedad, y sigue estando poco claro si los cambios neuroanatómicos observados hasta la fecha persisten tras el regreso a la gravedad normal y, en caso de que lo hagan, hasta qué grado.
Iniciado y guiado por un equipo de neurocientíficos (encabezados por Floris L. Wuyts) en la Universidad de Amberes en Bélgica, y en cooperación estrecha con colegas rusos, el grupo del neurólogo Peter zu Eulenburg, profesor en la Universidad Ludwig-Maximilian (LMU) en la ciudad alemana de Múnich, ha completado el primer estudio a largo plazo sobre esa cuestión en cosmonautas rusos.
En esta investigación, los resultados muestran que siguen siendo detectables cambios diferenciales en los volúmenes de los tres tipos principales de tejido cerebral durante al menos medio año después del final de la última estancia en el espacio.
El estudio fue llevado a cabo sobre 10 cosmonautas, cada uno de los cuales había pasado una media de 189 días a bordo de la Estación Espacial Internacional. Los investigadores se valieron de tomografía por resonancia magnética para visualizar los cerebros de los sujetos tanto antes como poco después de la conclusión de sus misiones de larga duración.
Los escaneos mediante tomografía por resonancia magnética realizados en los días posteriores al regreso a la Tierra revelaron que el volumen del tipo de tejido conocido como “materia gris” se había reducido en comparación con el indicado por las mediciones de referencia antes del lanzamiento. En los escaneos de seguimiento hechos medio año después, este efecto se había parcialmente revertido, pero en todo caso seguía resultando detectable.
En cambio, el volumen del fluido cerebroespinal se incrementó dentro de la corteza durante la exposición a largo plazo a la microgravedad. El volumen del tejido conocido como “materia blanca” pareció permanecer sin cambios, a juzgar por las mediciones realizadas inmediatamente después del aterrizaje. Sin embargo, el examen realizado medio año después mostró una reducción generalizada en volumen con respecto a las dos mediciones anteriores.
Los resultados del estudio apuntan a cambios prolongados en el patrón de la circulación del fluido cerebroespinal a lo largo de un periodo de al menos siete meses tras el regreso a la Tierra. No obstante, sigue por ahora sin estar claro si las amplias alteraciones observadas en la materia gris y blanca llevaron a algún cambio en la cognición, tal como advierten los autores del estudio. De hecho, de momento la única indicación clínica de efectos perjudiciales es una reducción en la agudeza visual que resultó evidente en varios sujetos que pasaron mucho tiempo en el espacio.
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