Agencias / MonitorSur, CIUDAD DE MÉXICO .- Cuando Pepe Perretta se ganaba la vida pintando persianas en Villa Celina, Provincia de Buenos Aires, su máxima aspiración era sumar algunas monedas para pasar la malaria económica que atravesaba su familia allá por los 2000. Invadido por su afición al arte, hizo un curso de aerografía, le puso colores a su propia motocicleta, y, como mucho, se la pudo mostrar a algunos conocidos. Pero así empezó. Por esos días, ni se imaginaba que una obra suya podría despertar la euforia de miles de personas.
Los inicios de Pepe en las tribunas se dieron por casualidad. A sus 26, el 2003 lo encontró fundido, los negocios que tenía con su padre en el Mercado Central se habían caído a pique y tuvo que dedicarse de lleno a lo único que sabía hacer, “para sobrevivir y comer”. Comenzó a pintar cuadros, carteles de quioscos, maniquíes, muebles e incluso automóviles. “Pintaba lo que venía. Si estabas en el medio, te pintaba a vos también”, bromea.
Su historia dio un giro de 180 grados cuando un amigo fanático de Boca Juniors le preguntó si quería pintar banderas ‘azul y oro’ para una fiesta. Le celebraban el cumpleaños de 15 a su hija, e iba a acudir La 12, como se conoce a la barra brava del club de la Ribera. El cotillón, debía ser 100 % ‘xeneize’. “El hombre era tan enfermo, que el vestido de la chica era azul y amarillo”, recuerda.
Una vez terminado el trabajo, la barra llegó al lugar, con bombos y telas intervenidas por Pepe. Aquellas banderas cautivaron a todos, a tal punto que la organización boquense empezó a hacerle pedidos. Así, Perretta ingresaba a un mundo nuevo y exclusivo, empezando con la hinchada más numerosa de Argentina. Y llegó el primer encargo importante.
“¿Te animás a pintar un ‘telón’?”, le preguntaron los barras. En la jerga futbolera, así se llama a las banderas inmensas que cubren grandes porciones de los estadios. “Obvio, soy el número uno”, respondió el argentino. En realidad, nunca antes había pintado uno, pero creyó que las bases de su colegio industrial le servirían para calcular bien las medidas del dibujo.
“Cuando me trajeron toda esa montaña de tela en una camioneta, ya estaba mirando la puerta, para salir corriendo”, recuerda. El grupo brindó el lugar para que el artista trabajara tranquilo y se montó un importante operativo de seguridad, siguiendo los códigos que manejan estas bandas del fútbol local.
Todo marchaba bien, pero Pepe cometió un error imperdonable, digno de un principiante: “Se me cayó pintura blanca y salpiqué todo el telón”, recuerda entre risas. Igualmente, ese momento fue bastante dramático: “¡Nos arruinaste todo!”, le reprocharon, obviamente sin preludios, los muchachos de La 12. Para salir de la engorrosa situación, Perretta pidió que lo dejaran seguir pintando, y si el resultado no satisfacía el criterio artístico barrabrava, lo haría gratis.
“Venía llorando todos los días a mi casa, preguntándome, ¿cómo soluciono esta cagada?”, confiesa. Así, este mago del aerosol sacó un conejo de la galera y dibujó una estrella sobre la mancha de pintura, algo que luego se convertiría en su marca registrada, y los barras quedaron encandilados por el brillo logrado. De los errores, se aprende: “Siempre nos mandamos ‘macanas’ —equivocaciones—, pero eso va marcando el estilo de nuestro trabajo”, admite. Cada técnica nueva, es producto de un acto fallido: “Mi próximo estilo, lo definirá la próxima cagada”.
“Les damos un manto sagrado”
Desde ese entonces, Pepe y su equipo realizaron 98 telones y más de 20.000 banderas, bajo el sello de Buenos Aires Aerografía. Las obras de Perretta ya hicieron vibrar a fanáticos de casi todos los clubes argentinos, incluso históricos rivales, como Boca y River, o Independiente y Racing. “Ha pasado que en un clásico, San Lorenzo – Huracán, desplegaron dos telones míos en el mismo partido, y los estrenaban ese mismo día en la cancha de Boca”, cuenta sonriente.
De hecho, algunos barras de colores contrarios se han encontrado de forma casual en el taller del entrevistado, sin que surgiera ningún inconveniente, algo que sorprende considerando el violento historial de estos grupos. Allí, en el espacio de Pepe, los temibles amos de las gradas olvidan sus diferencias y se comportan de forma civilizada, demostrando respeto hacia un hombre muy reconocido en este mundillo, aunque sus obras nunca lleven firma.
“Lo que sentimos en un estadio cuando se estrena un telón, ningún artista del mundo lo puede vivir. 40, 50, 60.000 almas admirando tu obra, y vos estás en el anonimato, viendo a un padre y su hijo, una familia entera llorando al lado tuyo. Es muy loco. Les damos un manto sagrado”, dice el Picasso de las tribunas. Y agrega: “Soy un agradecido de la vida por haberme dejado robar tanto sentimiento. Nuestro trabajo es transmitir la pasión del hincha, en banderas”.
Colores de exportación
Con el paso del tiempo, este aerógrafo se convirtió en un referente, siendo pionero en el rubro, causando motivación para que otros artistas siguieran sus pasos. Y también trascendió fronteras. De hecho, acaba de terminar unos trabajos para Corea del Sur y, mientras conversa con RT, su equipo está pintando unos tirantes azules y rojos para Cerro Porteño, uno de los clubes más importantes de Paraguay.
Asimismo, hizo banderas para países como Australia, Portugal, Francia, Inglaterra, Italia, España, EE.UU., Canadá, Colombia, Perú, Venezuela, Ecuador, Chile, Brasil, Guatemala, Honduras, Costa Rica y Panamá. En total, son más de 30 naciones, incluyendo a renombrados conjuntos del fútbol europeo, como el PSG, Torino, la Fiorentina y el Nápoli, donde el amor por Maradona hizo que sea tratado como un hermano.
Sobre el ídolo, como era de suponer, la noticia de su muerte pegó fuerte en el taller de Pepe: “Nos afectó, somos todos muy ‘maradonianos’. Estábamos pintando con la radio prendida y nos quedamos mirándonos, pensando que era una mentira de algún periodista”, rememora. Cuando el ‘Diez’ falleció, llegaron muchos pedidos de murales y banderas para homenajearlo, algo que generó un sabor agridulce: “Cada cosa que teníamos para pintar, era un puñal. Como que se te fue un familiar o un amigo, una parte tuya. Alguien con quien te criaste. Nos marcó demasiado en nuestra vida”.
Además de barras, Perretta también es contratado por hinchas comunes y dirigentes. Igualmente, no se limita exclusivamente al mundo del fútbol. Bandas de música, políticos y hasta sindicatos adquieren sus servicios para ponerle colorido a recitales, actos y manifestaciones: “Ves una marcha y el 70 % de las banderas salieron de nuestro taller”, se enorgullece.
“Cuando vuelva el público, el taller va a explotar”
Hoy, Pepe tiene la cancha inclinada en contra: la irrupción de la emergencia sanitaria redujo el flujo de trabajo en un 60 %. Al no haber espectáculos masivos, grandes fiestas o reuniones concurridas, los encargos de telones, banderas y tirantes cayeron de forma estrepitosa. Este descenso es tan grande, que de los 12 artistas que pintaban en el taller antes de la pandemia, solo quedó la mitad.
Con ese marco, crece la ansiedad para que la humanidad le gane por goleada al coronavirus, después de transitar un año con el partido perdido. Y la expectativa de Perretta, con la ilusión de un ‘equipo chico’ que sueña con vencer al mejor de la liga, está intacta: “Cuando vuelva el público, el taller va a explotar. La gente está desesperada por ir a la cancha, y va a querer llevar su bandera”, visualiza.
Es que, así como los escritores necesitan publicar sus textos, los músicos tocar en vivo o los actores de teatro pararse frente al público, los pintores también requieren mostrar sus obras. Pero estos kilos de tela no entrarían en una galería sofisticada, ni mucho menos en un exclusivo centro de exposiciones: “Nuestra sala de arte son los alambrados y las tribunas”, dice Perretta, mientras imagina esas miles de manos desplegando otra vez uno de sus telones gigantes.
De hecho, los dibujos de Pepe trascienden todas las clases sociales, ideologías e hinchadas, y aunque su nombre no sea conocido en el común de la gente, sus diseños fueron disfrutados por millones de personas, alcanzando una masividad comparable con pinturas mundialmente admiradas. “Soy el mismo pibe de barrio de siempre, que va a la cancha. Lo único que hago, es tener un trabajo distinto. Le pongo el corazón y lo vuelco en la tela. Si soy reconocido o famoso, a mí no me interesa”, comenta.
Igualmente, no esconde sus ganas de exponer en sitios imponentes, como el Santiago Bernabéu, Camp Nou o el Estadio Azteca. Y avisa: “Ya hemos tomado las medidas”.
Con información de la agencia ‘RT’.
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