Agencias / MonitorSur, Ciudad de México.- Cada año desde 2014, la multinacional Valeo organiza un concurso a nivel mundial denominado Valeo Innovation Challenge, cuyo objetivo es desafiar a la población joven del mundo para desarrollar su espíritu emprendedor y contribuir a la innovación tecnológica de la industria automotriz. Los ganadores obtienen un premio monetario, así como la posibilidad de no solo desarrollar su propia startup, sino también de volver su propuesta una realidad.
En noviembre del año pasado, en un evento que casi pasó desapercibido para nuestro país a excepción de unos cuantos medios, el equipo de jóvenes que ganó el primer lugar en París, Francia, fue uno conformado por la química Yung Leeng Esperanza de Alba Chong, el ingeniero mecánico electricista César Eduardo Vázquez Martínez y el ingeniero biomédico Manuel Alejandro Vázquez Martínez, todos estudiantes de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP).
“Nuestro proyecto consistió en un sistema regenerativo de hidrógeno. Cuando vas acelerando el coche, buscamos recuperar la energía de frenado. La energía cinética la recuperamos convertida en energía eléctrica para, por medio de electrólisis, separar las moléculas del agua en oxígeno e hidrógeno, para conservar solo el hidrógeno por medio de un sistema que diseñamos, para inyectarlo de vuelta a la cámara de combustión. Entonces en todo este proceso, cuando vuelves a acelerar, se inyecta el hidrógeno y consumes menos gasolina”, revela en entrevista Yung Leeng de Alba.
En exclusiva para la Agencia Informativa Conacyt, Yung Leeng explica cómo fue el proceso de conformación del equipo, el origen de su innovadora idea y los retos que enfrentaron. Al inquirir sobre cómo fue que iniciaron, la joven científica comenta que el encuentro casi se puede caracterizar como una casualidad del destino.
“Eduardo y yo nos conocemos desde la prepa, entonces somos amigos de casi toda la vida, y él llegó conmigo presentándome este proyecto. Me dijo: ‘Oye Yung, tengo esta idea, quiero ver si químicamente es posible’. Entonces fue cuando me platicó la idea y me preguntó si le entraba o no. Acepté y en la primera etapa del concurso empezamos él y yo”.
Comenta que el desafío se estructuró en tres etapas. Durante la primera, ambos tuvieron que enviar un reporte de inscripción redactado en inglés, realizándolo a partir de la idea de responder qué harían cuando ganaran esa primera etapa y cómo desarrollarían la idea. Fue en esa primera etapa en la que descubrieron que competían contra mil 624 equipos de todo el mundo.
La joven investigadora comenta que de esos equipos, 800 provenían de la India, aunque también había de Japón, China y, por supuesto, Estados Unidos, que juntos se conformaron como los principales a vencer.
“De Estados Unidos compitió el MIT y equipos de todas esas universidades ‘acá, bien fregonas’, entonces la competencia fue dura, contra cinco mil estudiantes de licenciatura, maestría y doctorado”.
De México compitieron alrededor de 75 equipos, entre los cuales había competidores de la Universidad Politécnica de San Luis Potosí (UPSLP), del Tec de Monterrey y de la propia UASLP.
El 24 de marzo recibieron una respuesta positiva para pasar a la segunda etapa, poco más de un mes después de haber entregado su reporte el 13 de febrero, y fue entonces que cayeron en cuenta de que necesitaban a alguien más dentro del equipo.
“Soy química y conozco los procesos químicos de un carro pero no la mecánica, entonces fue cuando ingresó al equipo el hermano de Eduardo, Alejandro, quien es ingeniero en biomédica y su conocimiento en programación y electrónica fue lo que nos permitió adaptarlo al proyecto”.
Al recibir la noticia de estar dentro de la segunda etapa, Yung Leeng cuenta que la empresa Valeo les otorgó cinco mil euros, que entonces eran alrededor de cien mil pesos mexicanos, para desarrollar la idea, lo cual les permitió patrocinar un proyecto que los diferenció en gran medida del resto de competidores.
“Creo que lo que nos diferenció de los demás equipos fue que hicimos un prototipo en duro. Es decir, lo aplicamos en un go kart. Compramos el carro y le adaptamos nuestro sistema ¡y funcionó muy bien y todavía lo hace! Nos quedamos con el carro”, dice mientras ríe.
Sobre el origen de la idea, Yung Leeng comenta que en principio fue de su amigo César Eduardo, a quien considera una persona bastante dinámica y activa.
“Entonces él cuenta que un día iba manejando y dijo: ‘Es que realmente se pierde mucha gasolina y mucha energía en el coche con tanto frenado en la ciudad, o sea, aceleras, frenas, aceleras, frenas’, y eso también contamina mucho. Entonces se le ocurrió que, de alguna manera, podíamos recuperar esa energía de frenado y volver a inyectar ‘energía verde’, como el hidrógeno”.
Y fue así como surgió su equipo, llamado CLEY, el cual es un nombre arreglado a partir de las iniciales de los nombres de Yung Leeng y César Eduardo. Durante la preparación de su proyecto, y al ver la realidad competitiva internacional a la que se enfrentaban, tomaron la decisión de no preocuparse hasta conocer los resultados. Al recibirlos, se encontraron bastante emocionados porque era evidente que la idea había agradado a los evaluadores.
“Pero al mismo tiempo dijimos: ‘¡Rayos!, lo tenemos que hacer, ¡ahora sí lo tenemos que hacer!’. Fue realmente puro trabajo en equipo. Cada uno tuvo sus roles; cada uno tuvo objetivos principales que al final convergían en una meta final. Yo en mi área hacía mis experimentos y ellos, en la suya. Les decía: ‘Miren, esto me está funcionando a mí’, y me decían: ‘Ah, bueno, entonces eso me sirve a mí para seguir haciendo mis experimentos’, entonces al mismo tiempo trabajábamos juntos”.
Fue el verdadero trabajo en equipo lo que les permitió coordinarse y estructurar sus conocimientos, a pesar de provenir de disciplinas radicalmente diferentes. Yung Leeng comenta que en el caso de la química, esta puede adaptarse a las situaciones, y la ingeniería también, hasta cierto grado. Pero la situación no era tan sencilla con la biomédica. Aunque, afortunadamente, los conocimientos de Alejandro para la fabricación de sensores y la articulación del sistema de recuperación de información fue un gran aliciente al momento de conjuntar el sistema de regeneración.
“Tuve que meterme a su área (de Eduardo) para entender cómo funcionaban las cosas y él tuvo que hacer lo mismo. O sea, se trata de saber comunicar tus ideas, principalmente, y decir ‘sí, sí te entiendo’ o ‘no te entiendo’. Creo que eso es lo principal”.
Incluso en tal sentido, la interacción entre los miembros no fue algo que llegara a ocasionar problemas en este equipo. Tal como explica Yung Leeng, conocerse de años les permitió adaptarse a los ritmos de trabajo individuales bastante activos. Aunque no fue el caso para un potencial cuarto integrante que no pudo adaptarse al flujo de trabajo y que tuvo que retirarse por motivos personales.
Cuando fueron elegidos como finalistas, tuvieron que preparar una presentación bastante dinámica para mostrar los resultados de su proyecto ya que tenían un problema. Y ese era el go kart que modificaron, ya que por su tamaño no podían llevarlo hasta París. Afortunadamente el ingenio de los jóvenes salió al rescate.
“Lo que tuvimos que hacer fue ser muy dinámicos y explicativos con nuestra presentación. Hicimos un video animado con gifs y fotos de nuestro go kart, platicando cómo funcionaba. Esa presentación la hicimos frente al corporativo de Valeo y expertos que ellos escogieron en el área de investigación, del área de finanzas y reporteros especializados”, dice Yung Leeng.
Ante ello, la respuesta del jurado fue percibida como positiva y, por supuesto, hubo muchas preguntas, como cuenta Yung Leeng, porque eso era evidencia de que al corporativo le había gustado la idea. Cosa aparte era la percepción que la competencia internacional tenía de ellos, con quienes al principio no hubo mucha conversación.
La estudiante comenta que no sabían si esa actitud de los concursantes se debía a que estaban presionados por las presentaciones o si era porque los equipos no los consideraban rivales dignos. Esto lo pensaron a partir de una anécdota inicial en Francia, donde al llegar a la sede de la final tenían que mandar un cartel científico de su propuesta.
“Recuerdo mucho que los polacos se acercaron a nosotros y nos preguntaron: ‘¿Por qué siguen trabajando con algo de combustión, si la idea es llegar a algo eléctrico o híbrido?’, entonces nosotros les contestamos que en México y en países en desarrollo eso no es una realidad. Es decir, necesitamos algo que nos lleve a esa etapa de transición, y esa es la clave de nuestro proyecto. Creo que también se trata de saber vender una idea. Porque si llegábamos y les decíamos: ‘Tenemos esto y esto es el futuro’, no. Sabemos que ese no es el futuro, pero sabemos que al menos esta es una manera de llegar al futuro”, continúa.
Sobre cómo se sintieron al estar ahí después de meses de investigación y duro trabajo, Yung Leeng cuenta que de todo el tiempo que duró el proyecto, ese día fue el que más se encontraron relajados.
“Ya habíamos ensayado mil y un veces, lo teníamos bien hecho y dijimos: ‘Ya, aquí se decide todo’. Y cuando escuchamos que mencionaban al equipo ganador y que empezaban a hablar de nuestro proyecto, dijimos: ‘¡Somos nosotros, somos nosotros! Los tres nos agarramos de la mano y yo estaba llorando pero me dije: ‘No, espera, la foto, ¡la foto!’”, dice entre risas.
La joven química comenta que la situación los hizo sentirse realizados ya que a los tres les había costado mucho, aunque de diferente manera.
“Alejandro estaba en cuarto semestre durante el proyecto, y tal vez sus conocimientos no eran muchos y tuvo que buscar por otros lados. Eduardo estaba saliendo de la carrera, entonces era una meta muy grande y un buen currículum para alguien que ya está saliendo. Y para mí, aunque ya voy a salir, fue como una manera de demostrarme a mí misma que realmente puedo y que no nada más estoy aquí para ver qué pasa. Fue una realización personal muy fuerte”.
Un hecho que no pasa desapercibido es que ella era la única mujer del equipo. Sobre cómo son las relaciones de género tejidas dentro del grupo y sobre si alguna vez sintió un trato diferente por ser mujer, afirma que tal vez sea porque los conoce y los considera como su familia, que no vio que existiera un trato diferente por ser mujer.
“La primera vez que me lo preguntaron pensé en que no me había dado cuenta de eso. Tal vez ya estando en Francia, pero no mucho porque aunque éramos 21 concursantes, de los cuales cuatro éramos mujeres, nunca sentí esa clase de actitud hacia mí. A lo mejor ya es cosa mía, de que no me fijo en eso, pero es porque yo no me siento menos que nadie”.
De los grupos finalistas, los griegos eran un equipo compuesto por cuatro hombres y una mujer, mientras que los polacos eran un equipo compuesto solo de hombres. Al respecto de estos últimos, teniendo en cuenta su encuentro previo, acerca de su reacción posterior a su declaración como ganadores: “Al final se acercaron y nos dijeron: ‘¿Qué fue lo que hicieron?’, preguntándonos sobre nuestro proyecto. Y bueno, con los griegos tuvimos una muy buena relación. La personalidad de los griegos y los mexicanos es muy parecida. Son muy extrovertidos. La fiesta era entre ellos y nosotros”, dice mientras ríe.
Al preguntar sobre el estado actual del proyecto, que aún continúa en desarrollo, Yung Leeng dice que uno de los beneficios que Valeo les otorgó como ganadores del proyecto fue la retención de la autoría intelectual de la idea. Además de que se les ofreció la oportunidad tanto de trabajar de manera conjunta con Valeo o de hacer la patente por su cuenta, aunque siempre dándoles prioridad a ellos debido a que fue gracias al corporativo que tuvieron la oportunidad de exponer su idea.
“En este momento estamos en ese proceso, de buscar cómo se manejaría el proyecto y de qué manera podemos seguir desarrollando la idea, porque este sistema implica muchas variables y podría representar una muy buena oportunidad para todos. Por ejemplo, para el ambiente”.
Sobre cómo se ve a futuro, responde que le gustaría mucho seguir en el desarrollo del proyecto, el cual considera una muy buena idea sin temor a equivocarse, mostrando así una cualidad de muchas emprendedoras científicas del momento.
“Pero esencialmente me veo en el área de investigación en cuidado al ambiente, que creo es una de las áreas que realmente nos debe de preocupar actualmente. Como química me veo contribuyendo a esto, buscando generar un cambio ambiental positivo”.
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