Agencias / MonitorSur, Ciudad de México.- Barnard b (o GJ 699 b) es un mundo situado en el segundo sistema estelar más cercano al nuestro, a tan solo seis años luz de distancia. Su existencia fue dada a conocer hace tan solo unos meses por un equipo español en la revista «Nature». Se trata de una supertierra cuya masa triplica la de nuestro planeta y que orbita tan lejos de su estrella, una enana roja, que recibe muy poca radiación y su temperatura alcanza los 170 grados bajo cero. Un infierno helado en el que la vida resultaría muy complicada.
Sin embargo, una nueva investigación en la que participan el Instituto de Astrofísica de Canarias y la Universidad de Villanova (EE.UU.) ha desvelado que Barnard b podría no ser tan desolador como parece. Si tiene un gran núcleo de hierro o de níquel caliente y una actividad geotérmica, podría albergar una vida primitiva, según han dado a conocer los autores del estudio en la reunión anual de la Sociedad Astronómica Americana que se celebra estos días en Seattle.
Sin embargo, «el calentamiento geotérmico podría soportar ‘zonas de vida’ debajo de su superficie, similares a los lagos subterráneos encontrados en la Antártida», afirma Edward Guinan, profesor en el Departamento de Astronomía y Astrofísica en Villanova.
Este exoplaneta orbita la estrella Barnard cada 233 días aproximadamente a la misma distancia que Mercurio lo hace alrededor del Sol. Pasa cerca de la línea de nieve que rodea la tenue estrella (más pequeña que el Sol y menos luminosa), donde existen auténticos copos helados.
«La temperatura de la superficie en Europa, la luna helada de Júpiter, es similar a la de Barnard b, pero debido al calentamiento de las mareas, es probable que Europa tenga océanos líquidos bajo su superficie helada», señala.
Rafael Rebolo, director del IAC y coautor del estudio, admite que «realmente, no sabemos cómo es la estructura» de ese exoplaneta, pero cree que no se puede descartar la posibilidad de que Barnard b albergue alguna forma biológica.
«No tenemos la respuesta. Lo más probable es que, de existir vida, lo cual desconocemos, sea muy simple, de tipo unicelular o microbiológico», señala. El astrofísico recuerda que algunos seres unicelulares pueden ser criogenizados en laboratorio y después «recuperados» a temperatura ambiente, pero «aún no sabemos si la vida puede desarrollarse en un mundo si siempre han existido esas condiciones tan extremas».
Aunque es muy débil, es posible que Barnard b sea fotografiado por futuros telescopios muy grandes.
«Tales observaciones arrojarán luz sobre la naturaleza de la atmósfera, la superficie y la habitabilidad potencial del planeta», dice Guinan.
El aspecto más significativo del descubrimiento de Barnard b es que ahora se sabe que los dos sistemas estelares más cercanos al Sol albergan planetas. Curiosamente, los dos son muy extremos: uno por ser muy frío y el otro, en la órbita de Proxima Centauri, por ser demasiado caliente.
Según Scott Engle, profesor en Villanova y coautor del estudio, los hallazgos «apoyan estudios previos basados en los datos de la misión Kepler, inferiendo que los planetas pueden ser muy comunes en toda la galaxia, incluso en un número de decenas de miles de millones».
Además, la estrella de Barnard es aproximadamente el doble de vieja que la del Sol: alrededor de 9,000 millones de años en comparación con los 4,600millones del astro rey.
«El universo ha estado produciendo planetas del tamaño de la Tierra mucho más tiempo del que nosotros, o incluso el Sol mismo, hayamos existido», subraya el investigador.
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