Especial
Moscú, Rusia, 12 julio 2018.-Cuando llegamos a Rusia la enorme mayoría coincidía: Brasil, Alemania y España eran los grandes candidatos al trono en la Copa del Mundo de fútbol, mientras otro grupo sostenía la incómoda antorcha de candidatos de fuerza.
Además de ese trío de campeones, también aparecían en los listados de aspirantes las escuadras de Francia, Argentina, Portugal, Bélgica, Uruguay e Inglaterra, mientras Croacia también aparecía en el grupo de avanzada, aunque con menos opciones.
Pero una vez sonó el pitazo inicial, hace ya casi un mes, comenzaron a sucederse cualquier cantidad de resultados inesperados, casi imposibles de prever, ni siquiera por el gran Merlín. El Mundial estaba patas arriba, la locura se apoderaba de las quinielas.
Recordemos: México derrotó por 1-0 a Alemania por primera vez en la historia de estas lides, y semanas más tarde Surcorea lo imitaría, dejando a los germanos fuera del torneo en la fase de grupos, algo que jamás había ocurrido.
Croacia goleó por 3-0 a la Argentina de Lionel Messi; Irán casi elimina al Portugal de Cristiano Ronaldo en la ronda preliminar; ningún equipo africano clasificó a octavos por primera vez desde 1982; Suiza empató 1-1 con Brasil en la apertura de la llave E; Polonia, favorita del apartado H, tenía listas las maletas a casa con solo dos partidos disputados.
Después, en los octavos de final, Rusia sacó del torneo a España; Messi y Ronaldo quedaron fuera el mismo día, al caer contra Francia y Uruguay, respectivamente; Bélgica estuvo 0-2 ante Japón antes de remontar espectacularmente a partir del minuto 70.
A esas alturas, saquemos la cuenta, estaban fuera de competencia el campeón y el subtitular de Brasi-2014, Alemania y Argentina, y el monarca de 2010, España, incluso, podemos ir más allá: el ganador de 2006, Italia, ni siquiera había clasificado a la Copa de Rusia.
Todo eso sin reiterar que Messi y Cristiano Ronaldo, de lejos los dos mejores jugadores de la última década, ya vacacionaban en al algún paraíso del planeta.
Para los cuartos de final, América Latina quedó sin contendientes, Bélgica dio otra clarinada y sacó del torneo a Brasil, el último gran candidato que todavía respiraba; mientras Rusia llegó hasta la lotería de los penales antes de claudicar contra Croacia, la nueva gran finalista, que ganó todos sus partidos de las rondas de cruces después de la prórroga.
De locos puede calificarse este Mundial. Esos resultados fueron los más altisonantes, pero hubo otros que rompieron moldes, como aquel triunfo 2-1 de Alemania sobre Suecia por el gol en el minuto 95 de Toni Kroos (en caso de no concretarse esa victoria in extremis, la Mannschaft se hubiera ido de la Copa sin victorias).
A la final llegó Croacia, un equipo sólido en todas sus líneas, con jugadores de superélite, pero uno o dos escalones por debajo de los -a priori- favoritos. Tan es así que luego de liderar el grupo D con paso perfecto, los croatas pasaron las de Caín para eliminar a Dinamarca y Rusia, en penales, y a Inglaterra en tiempo extra.
Francia, el otro finalista, sí refrendó su categoría y tumbó todos los escollos que enfrentó con gran solvencia, en especial a la Argentina de Messi, con aquella goleada espectacular por 4-3, con remontada incluida.
A este torneo solo le falta la guinda: si Croacia venciera a Francia en la final, tendríamos nuevo campeón del mundo, el noveno de la historia.
Pocas veces se vio un Mundial más loco, jamás se aglomeraron tantas sorpresas juntas y mucho menos que involucraran a tantos pesos pesados, a equipos históricos del balompié. (Yasiel Cancio Vilar/PL).
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