Agencias / MonitorSur, CIUDAD DE MÉXICO .- Film de controversia, lo mismo conmovedor, perturbador y lírico, ‘El Padre‘ (‘The Father’) logra lo casi imposible: hacer que una propuesta de cine de arte sea accesible al público comercial para poner en la mesa temas que nos interesan a todos; especialmente a quienes tenemos seres queridos que padecen algún tipo de demencia.
Adaptada por Florian Zeller de su propia obra de 2014, este melodrama gira en torno a un octogenario que sufre de demencia senil, y absorbe al espectador dentro de la mente del personaje, a través de un juego de prestidigitación narrativa y una actuación monumental por parte de Anthony Hopkins.
Haciendo un impresionante debut como director, Zeller rompe por completo cualquier idea preconcebida que uno pueda tener sobre las obras de teatro y las películas, creando una trama hábil y devastadora, contada en clave de thriller emocional. Lo que estamos presenciando nos da escalofríos, porque puede pasarle a cualquiera.
Han habido varias películas sobre este tema en los últimos años, como ‘Siempre Alice‘, protagonizada por Julianne Moore como una víctima de demencia de inicio temprano. Sin embargo, no hay nada tan impresionante como esta cinta tan controlada como emocionante, que ha sido nominada a seis premios Oscar.
Aquí, Hopkins interpreta a Anthony, un hombre ya mayor que vive en un apartamento londinense con todas las comodidades. Su hija Anne (una deslumbrante y conmovedora Olivia Colman) llega a visitarlo con una noticia difícil: se muda a París para estar con su pareja y ha llegado el momento de que su padre, si no acepta una cuidadora de tiempo completo, tendrá que irse a una residencia para adultos mayores.
Tan pronto como termina la escena, Zeller y su coguionista Christopher Hampton (el guionista de ‘Relaciones peligrosas‘) nos mueve, literalmente, el tapete. Anthony se encuentra que en su casa está un hombre (Mark Gatiss) leyendo el periódico en su sala. Es el marido de su hija, al parecer. Luego regresa Anne, excepto que no es la misma mujer que conocimos antes (ahora está interpretada por la infravalorada y siempre magistral Olivia Williams). Pero ella se divorció hace cinco años, ¿o no?
La confusión abruma a Anthony. ¿Quienes son esas personas? Anne (nuevamente Colman) regresa más tarde con Laura (Imogen Poots), su nueva cuidadora, una joven brillante y jovial. Anthony trata de ser cordial, pero su memoria vacilante y su mente fracturada nunca están demasiado lejos en una historia que se mantiene ágilmente un paso por delante del espectador hasta llegar a las devastadoras escenas finales.
En todo momento, Hopkins es fascinante; esta es quizá su mejor actuación, tras años de autocomplacencia y de estirar la mano por un cheque, desde que encarnó al magnífico mayordomo solitario enamorado de un imposible (Emma Thompson) en ‘Lo que queda del día‘, filme de la Merchant/Ivory basado en la novela del premio Nobel Kazuo Ishiguro, realizada en 1993.
Esta cinta es un trabajo de ensamble en el que todo el elenco -que incluye a Rufus Sewell, ese malvado de lujo en tantas series y películas- sobresale: la Williams, quien ha sido ignorada inexplicablemente esta temporada de premios, es particularmente buena en un papel que solo se enfoca en los momentos finales de la película pero resulta memorable.
Como director primerizo mas no inexperto, Zeller ofrece un ejemplo sutil y logrado, de cómo adaptar una obra de teatro a la pantalla de manera que se mantenga vivo el poder de la obra y se utilicen las herramientas del cine; un ejemplo de esto es cuando Anthony se da la vuelta y descubre que el diseño interior del apartamento es diferente al que había sido un segundo antes. La puerta de un armario ahora se abre repentinamente al pasillo de un hospital; los cuadros y muebles cambian, y luego vuelven a cambiar. Es alucinante, es perturbador y es muy matizado. Como la demencia del personaje que nos presta sus ojos, de una manera que conecta instantáneamente a los espectadores a la creciente indefensión de Anthony y a un desenlace inesperado.
Aunque bastante accesible, esta no es una película fácil, como sabrá cualquiera que haya presenciado el declive de alguien que sufre demencia. Podría decirse que en cierta forma, esta es una película de terror en el sentido más real de la palabras; sin embargo, hay algo profundamente compasivo y humano en su esencia y eso la vuelve entrañable.
Esta es, qué duda cabe, una película inquietante, pero también compasiva; los familiares de quienes padecen demencia pueden recurrir a ella en busca de un retrato empático de cómo debe sentirse esa desorientación en el interior. Es una de las películas más perturbadoras emocionalmente de los últimos tiempos sin haber sido planeadas como cintas de angustia (pienso en ‘Amour‘ de Haneke, y en ‘La decisión de Sofía‘ de Pakula, por ejemplo), pero es a la vez comprensiva e inolvidable.
Y volver a ver, quizá por última vez, a Hopkins en plenitud de sus poderes, es ya de por sí, un valor añadido.
Con información de la agencia ‘EFE’.
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