Agencias / MonitorSur, Ciudad de México.- Aunque parezca increíble, alguien encendió una vez un cigarrillo con la explosión de una bomba atómica. El ingenioso personaje fue un físico teórico llamado Ted Taylor, que precisamente se dedicaba al diseño de estos destructivos artefactos ya terminada la Segunda Guerra Mundial.
La anécdota se se cuenta en el libro Under the Cloud: The Decades of Nuclear Testing de Richard L. Miller. Según parece en una de las muchas pruebas que los Estados Unidos llevaron a cabo en Nevada en 1952 Taylor se encontraba suficientemente cerca como para construir un ingenioso chisme con un espejo parabólico capaz de concentrar la luz sobre un fino hilo que llegaba hasta la punta de un cigarrillo. Mientras los científicos y militares buscaban refugio, él instaló el dispositivo en el exterior.
Cuando la bomba atómica George de 15 kilotones que estaban probando en la llamada Operación Tumbler-Snapper explotó aquel 1 de junio de 1952 a las 15:54 a 1.200 metros de altitud, la intensa luz emitida por la reacción de fisión sobre el área de pruebas se concentró en el espejo, lo que prendió el fino hilo y éste a su vez al cigarrillo.
Taylor ni siquiera se fumó ese «cigarrillo de la victoria»: una vez encendido lo apartó cuidadosamente y se lo llevó a su despacho en el laboratorio de Los Alamos, donde lo exhibió en una mesa como «el primer cigarrillo encendido con un mechero atómico».
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