Monitor Sur/Redacción
Ciudad de México, 4septiembre2015.-El Partido del Trabajo (PT) dejó de existir, falleció, así lo confirmó el Instituto Nacional Electoral (INE).
Pero no quiere morir, buscan como seguir vivos en el presupuesto del INE y continuar obteniendo su tajada de presupuesto.
Óscar González Yáñez, uno de los cinco mandamases del PT, cruzó hasta el fondo de la sede nacional del partido; agarró el más grande durazno melocotón. Viró hacia el frente. Siete videocámaras, una veintena de reporteros. La conferencia tenía media hora de retraso. Se tomó su tiempo, sonrió.
“Dicen que el día más importante de tu vida es el día de tu muerte”, dijo.
Se acomodó entre otros cuatro integrantes de la Comisión Ejecutiva y partió el durazno en dos. Un Emiliano Zapata los miraba a sus espaldas. González Yáñez dio una mordida sin soltar ninguna mitad. Se arrepintió de comer. “Dicen que es de mala educación comer enfrente de la gente”. Y entonces sí, anunció: El Partido del Trabajo impugnará la decisión del Instituto Nacional Electoral (INE) que ayer por la mañana le quitó el registro oficial.
Creado en 1990, en plena era salinista, entre 2000 y 2015 se calcula que el PT recibió 3 mil 800 millones de pesos de financiamiento público. Ayer el INE determinó que no alcanzó al menos el 3 por ciento de la votación el 7 de julio y por eso en la sede nacional del partido, los trabajadores, parados en los pasillos, la mirada fija, cuchicheos, manos apretadas, se asomaron a la conferencia.
“Todavía falta mucho para que perdamos nuestro registro como partido político nacional”, dijo González Yáñez, sin demasiada preocupación.
Aún no iniciaba la transmisión por internet de la sesión privada de la Junta General Ejecutiva del INE, cuando un integrante de Comunicación Social del Instituto había subido a la sala de prensa, en Viaducto Tlalpan.
“Se acabó”, dijo. En una grabadora gris traía el audio de la intervención del consejero presidente, Lorenzo Córdova, que comenzó a transcribir para el comunicado.
El día en que el PT perdió su registro, también se inundó. Un aguacero tapó las coladeras frente a Cuauhtémoc 47, entró a la planta principal, recorrió el pasillo principal y acabó por ocupar toda la pieza.
“Tuvimos 30 centímetros acá adentro”, dijo un hombre de jeans arremangados que bombeaba el agua hacia la calle.
Cuatro mujeres empujan con jaladores hacia afuera, aventaban cartones, exprimían jergas. Había periódicos, tablas, botes, banderines de plástico, otro cuadro de Emiliano Zapata en una bodega, y sillas y mesas levantadas.
En el tercero y cuarto pisos el desorden lucía igual. Cajas con archivos amontonadas, escaleras en el suelo, computadoras cercadas por más cajas, el techo del piso superior destruido. Los pisos inferiores estaban más limpios pero igual de abandonados, sin papel en el baño, una coladera tapada con cinta canela, roído un sillón afuera de la sala de prensa.
“Teníamos una entrada de lana y ahora ya chafeó ¿verdad?”, dijo un mesero de la empresa que trajo la fruta y los bocadillos para la conferencia. La empresa tenía 15 años trabajando aquí, añadió.
González Yáñez llegó. Venía seguido por la ex diputada Lilia Aguilar Gil. Ella preguntaba si estaba ahí Alberto Anaya. El único dirigente que ha tenido el PT nunca llegó.
Entre el público de la conferencia había trabajadores que diputados petistas tenían en el Congreso. Decían que el partido los citó en el Hotel Premier para liquidarlos pero que los dejaron plantados. “No tenemos contratos porque nos tomaban como militantes y ahora no sé qué pasara”, dijo uno de ellos.
En un salón con cuadros de Marx, Lenin y Ho Chi Minh colgados, González Yáñez tomó un durazno. Se le preguntó por los trabajadores. “No sé, no sé, no sé”, dijo. Acabó de comer su melocotón.
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