Agencias / MonitorSur / MAHBAS, Sahara Occidental .- Al ponerse el sol detrás de las dunas de arena en el disputado Sahara Occidental, el batallón de Sidati Ahmed lanzó dos misiles y fuego de artillería.
En pocos minutos cayó una andanada de morteros en la dirección contraria, provenientes de posiciones marroquíes y que cayeron en el árido desierto de lo que se conoce como la última colonia africana.
“Hostilidades de baja intensidad” es como la ONU califica al conflicto de meses recientes en la frontera de 2.700 kilómetros (1.700 millas) entre la parte del Sahara Occidental que Marruecos controla y la franja dominada por el Frente Polisario, la segunda frontera más extensa del mundo, después de la Gran Muralla China. Ambos bandos reclaman la totalidad de la región.
Por casi 30 años esta vasta región desértica — bajo la cual hay abundantes depósitos de fosfato y cuyas costas pueden usarse para la pesca y la exploración petrolera — ha vivido en un limbo, esperando a que se convoque a un referéndum en que el pueblo saharaui debía decidir su futuro. En lugar de ello, las negociaciones sobre quién tendría derecho a votar se han estancado y Marruecos ha afianzado su control del territorio, que fue colonia española hasta 1975.
El año pasado, el Frente Polisario anunció que ya no acataría la tregua de 1991 que había puesto fin a 16 años de su insurgencia separatista contra Marruecos.
La decisión respondió a la frustración entre la juventud saharaui, muchos de los cuales nacieron en campamentos de refugiados en Argelia, nunca han vivido en su tierra ancestral y se han cansado de esperar al referéndum.
“Todo el mundo está listo para la guerra”, declaró Ahmed, quien pasó más de la mitad de sus 32 años en Cuba antes de incorporarse a la lucha en el Sahara cuando la tregua acabó el año pasado.
“Estamos hartos ya. Cuarenta y cinco años de vía política todavía no ha resultado nada. Lo único que te va a traer tu tierra, que te va a devolver tu tierra es esto”, afirmó, señalando hacia su fusil AK-47. “A luchar. Patria o muerte”.
Ahmed es parte de la nueva generación de saharauis que viajó a estudiar en el exterior — en países como España o Libia — y regresó a los campamentos para hacer familia. Han dejado en claro que no quieren morir en el exilio, sin poder ofrecer un mejor futuro a sus hijos.
“Vivir en el exterior es tentador”, admite Omar Deidih, un soldado y estudiante de ciberseguridad que habló a periodistas extranjeros en inglés fluido. “Pero lo más importante es que tenemos sangre nueva en esta nueva fase de la lucha”.
La posibilidad, así sea remota, de que el conflicto degenere en una guerra abierta podría ser la única esperanza del Frente Polisario de atraer atención a un conflicto que ha generado pocas bajas en una vasta pero olvidada región desértica. Muchos rebeldes consideran que las gestiones para resolver el status del Sahara Occidental han quedado estancadas desde que Marruecos en el 2004 propuso darle mayor autonomía al territorio.
Los anhelos separatistas sufrieron un duro revés el año pasado cuando Estados Unidos, en los últimos días del gobierno de Donald Trump, se pronunció a favor de los reclamos marroquíes sobre el territorio, como parte de las gestiones diplomáticas para hacer que Marruecos reconozca a Israel. Otros países, como Argelia, que es aliada del Polisario, consideran el Sahara Occidental como territorio independiente, mientras que muchos otros respaldan las gestiones de la ONU para llegar a una solución negociada.
Las tensiones han atraído la atención de la ONU, cuya fuerza multinacional Minurso veló por el cumplimiento de la tregua y cuyo secretario general recientemente designó a Staffan de Mistura, experimentado diplomático italiano y antes enviado de la ONU en Siria, como coordinador de las negociaciones.
El líder del Polisario, Brahim Ghali, advirtió la semana pasada que de Mistura debe recibir un mandato claro del Consejo de Seguridad de la ONU para realizar el referéndum. El conflicto regional será debatido por el Consejo el 28 de octubre, cuando sus miembros votarán para extender la misión Minurso.
El progreso en el diálogo podría afectar al liderazgo de Frente Polisario. Tras años de pugnas internas, las nuevas hostilidades han afianzado el apoyo hacia la dirigencia, pero se teme que si no hay pronto resultados concretos, la militancia se radicalizará.
En los campamentos, la disminución de la ayuda humanitaria internacional debido a la pandemia ha agravado la penuria de los habitantes.
Las misiones médicas fueron suspendidas, escasean los medicamentos y los precios de carnes de camello, cabra o pollo están por las nubes, relató Dahaba Chej Baha, una refugiada, madre de una pequeña de 3 años que llevaba tres horas esperando por un envío de un tanque de gas.
“Todo es muy difícil aquí”, expresó Chej Baha, añadiendo que los que en otra época podrían ir al exterior a trabajar y enviar remeses a su familia ahora se encuentran atrapados debido a la pandemia.
“A mí no me gusta la guerra, pero nada va a cambiar si no hacemos algo. Aquí, aunque estudias, después de estudiar qué vas a hacer. Te quedas aquí y no hay trabajo, ¿me entiendes? A mi hija le quiero dar otro futuro distinto. Tiene que estudiar como todo el mundo. Tiene que estudiar, tiene que trabajar, tiene que vivir, que ver la vida, tiene que vivir el mundo”, expresó la mujer.
Meima Ali, madre de tres pequeños, afirmó que ella está en contra de la guerra, pero que nadie le hace caso en esa sociedad dominada por hombres.
“Mi marido tiene que decidir entre encontrar trabajo o alistarse para el frente, pero si no se va al frente será visto como un traidor ¿Cómo voy a sobrevivir sin él? Aquí vivimos como muertos en vida”, expresó la mujer.
Marruecos niega que haya conflicto alguno en lo que llama sus “provincias del sur”, donde según estimados, unos 90.000 saharauis viven en medio de unos 350.000 marroquíes. Marrueco insiste ante la ONU que sus fuerzas solo disparan “en casos de una amenaza directa” y “siempre con fuerza proporcional”.
En respuesta a preguntas de The Associated Press, el gobierno marroquí indicó que ha habido “ataques unilaterales” por parte de los rebeldes pero que no ha habido bajas marroquíes.
Cualquier gestión para atraer atención al conflicto, aseveró, es “pura propaganda fabricada para los medios de comunicación” y “acciones desesperadas para atraer atención”.
Intissar Fakir, una experta en el conflicto del Sahara del Middle East, una institución académica en Washington, estima que una guerra total — en que Marruecos podría verse batallando contra Argelia — no está en el interés de nadie. Pero advirtió que las negociaciones para una solución definitiva tampoco serán fáciles.
“Quizás desde el punto de vista del derecho internacional, el Frente Polisario tiene cierta posición, pero creo que Marruecos está hoy en día más fuerte que nunca, con el reconocimiento estadounidense y el control de facto de la mayor parte del territorio”, indicó la experta, advirtiendo sin embargo que el Frente “está más afincado en su propia posición porque en estos momentos no tiene nada que perder”.
Si bien muchos de los habitantes en los campamentos expresaron frustración con el proceso diplomático, pocos se atrevían a criticar abiertamente el Frente Polisario.
Baali Hamudi Nayim, veterano de las guerras contra Mauritania y Marruecos en los años setenta y ochenta, afirmó que siempre estuvo en contra de la tregua lograda en 1991.
“En mi opinión, la hora de una solución política sin garantías, ya sea a través de la ONU o alguna otra institución, ha pasado”, comentó Hamudi, quien se ha puesto nuevamente su uniforme de combate. “Para mí, la única solución es la solución militar”.
Con información de la agencia ‘The Associated Press’.
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