Juan Pablo Penilla Rodríguez: Es una actividad que hacemos a diario. Vemos algo curioso, sacamos el móvil, disparamos una foto como si fuéramos ‘Billy el Niño’ y la enviamos corriendo a uno o varios chats de una aplicación de mensajería o una de nuestras muchas redes sociales: Facebook, Twitter, Instagram, etc.
Lo que no sabemos es que con esa imagen que hemos compartido, van algunos datos de nuestra intimidad que lo mismo no queremos que se conozcan. Por ejemplo, que no estamos en casa en ese momento porque, quién sabe, puede haber personas esperando una evidencia para hacernos una visita (delictiva) a nuestra casa.
Los metadatos, siempre los metadatos
Estas precauciones no son exclusivas de los adultos y en el caso de los más jóvenes también deben tener en cuenta toda la información que están enviando con cada foto que comparten.
Además de todo eso, la foto contiene las condiciones con las que se hizo (ISO, balance de blancos, resolución y modelo del smartphone), además de los datos GPS y, muy importante, podrían aparecer identificadas las personas con las que estamos.
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