Guillermo del Toro explica por qué Pinocho concluye la trilogía conformada por El Espinazo del Diablo y El Laberinto del Fauno
Agencias, Ciudad de México.- Guillermo del Toro es, desde hace tiempo, uno de los directores más importantes y relevantes en la industria del cine. Aunque sus proyectos no siempre salen como él quiere, las obras que sí llegan a estrenarse siempre llaman la atención de sus fans y la crítica especializada. Su visión única para abordar lo monstruoso y el paso a la vida adulta lo han hecho destacar en el género de horror y fantasía. Pinocho de Guillermo del Toro se presenta como un sueño hecho realidad y parte de un panorama más ambicioso para el creador, pues comparte muchos puntos con otros de sus grandes trabajos, unificando así su experiencia artística.
Desde sus inicios, con cintas como Cronos, Mimic y Blade II, Guillermo del Toro se estableció como uno de los creadores más originales y no pasó mucho tiempo para que fuera apreciado en su totalidad. El Laberinto del Fauno lo puso en las ligas mayores (a nivel internacional) y le abrió un camino importante en Hollywood para poder desempeñarse con más libertad. Por desgracia, esto no significa que todo sale al pie de la letra, pues el director cuenta con muchísimos guiones que no han visto, ni verán, la luz, ya sea porque son producciones muy caras o porque se hicieron como un pedido para alguna marca que ahora tiene otras metas, como sucedió con su adaptación de Liga de la Justicia Oscura.
El director también usa su estatus para apoyar a nuevos creadores, sirviendo como productor principalmente de cintas de horror y suspenso. Esto deja un margen pequeño para su trabajo personal, pero pudo superar todos los obstáculos para hacer su propia versión de Pinocho, una que además llevaba años trabajando en su cabeza y con diversos guiones. De hecho, hace unos años, Guillermo del Toro había declarado que su adaptación estaba totalmente cancelada, pero eventualmente llegó a un acuerdo único con Netflix para poder hacerla realidad.
Ya todos conocemos la historia de Pinocho y cómo se convierte en un niño de verdad. Disney popularizó todavía más al personaje y hace poco estrenó Pinocho, una versión live action protagonizada por Tom Hanks que resultó un gran fracaso en su estreno en Disney+. Dicho esto, la versión que todos realmente esperan para este año es la del director de La Forma Del Agua y todo indica que cumplirá las expectativas.
Lo que hace más interesante su versión es que la ambientará en la época fascista de Benito Mussolini en Italia. Esto no sirve sólo para plantear una trama más madura, funciona también para hacer una crítica social importante y exponer una postura muy personal sobre la niñez en contextos bélicos, algo que ya vimos con anterioridad en El Espinazo del Diablo y El Laberinto del Fauno. Durante un evento organizado por Netflix, Guillermo del Toro habló (vía The Hollywood Reporter) sobre su interés por retratar este tipo de infancias y cómo conectan estas tres entregas:
Las tres películas tienen que ver con la infancia chocando con algo que tiene que ver con la guerra y la violencia. Creo que para mí siempre han sido las películas sobre la paternidad y ser padre o ser hijo, y creo que en esas iteraciones, el fascismo parece estar preocupado por una figura paterna de un tipo diferente y el deseo de entregarnos a nosotros mismos a un padre que unifica el pensamiento. Así que creo que es tanto un trasfondo como algo interesante temáticamente.
Siguiendo esta línea, Guillermo del Toro respalda así el que el título de la película lleve su nombre, pues para él Pinocho es una figura que puede usarse para distintos mensajes. Como anécdota de ello, el director dijo que alguna vez pasó una tarde con Gabriel García Márquez y él le dijo que existían diversos personajes en la literatura que se pueden usar de todas las formas posibles y en todos los contextos deseados; por supuesto, Pinocho es uno de ellos. Del Toro buscará abordar al protagonista de una manera totalmente distinta, donde su desobediencia se vea como un aspecto necesario y no como un defecto del que debe librarse para ser un niño de verdad.
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