Juan Pablo Penilla Rodríguez: Las nuevas tecnologías no solo han facilitado la posibilidad de trabajar en remoto desde cualquier parte del mundo, sino que también han brindado la oportunidad de que los horarios laborales sean más flexibles. La posibilidad de negociar el horario es, de hecho, uno de los puntos que se contemplan en el anteproyecto de ley del teletrabajo en el que trabaja el Gobierno.
La jornada personalizada es la preferida por el 65% de la población española, según el I Estudio de los ritmos de trabajo en 2020 liderado por la plataforma de búsqueda de empleo Welcome to the Jungle. Sin embargo, “los ritmos de trabajo no han cambiado desde la época del fordismo”, tal y como expone la experta en recursos humanos Laëtitia Vitaud, refiriéndose al modo de producción en cadena impuesto por Henry Ford a comienzo del siglo XX. Los horarios fijos y los ritmos impuestos son la gran realidad en la mayoría de las compañías, donde los empleados desempeñan sus funciones de nueve de la mañana a cinco de la tarde durante cinco días a la semana y con una hora de descanso, continúa la especialista. Incluso con la posibilidad de teletrabajar, este modus operandi más ha sido trasladado de la oficina al hogar.
No obstante, las startups y las compañías tecnológicas han ido sentando las bases para que sea cada vez más frecuente que los trabajadores puedan elegir su horario de manera autónoma. Esta libertad de elección también tiene consecuencias positivas para las compañías, tal y como expone Samah Karak, doctora en neurociencia y fundadora del instituto de investigación Social Brain. Por lo general, las personas tienen dos picos de atención a lo largo del día: uno a las diez de la mañana y otro a las seis de la tarde. Sin embargo, estos puntos varían en cada individuo. Destacan principalmente dos perfiles, conocidos como cronotipos: quienes trabajan mejor por la mañana y quienes son más nocturnos. Por tanto, “un ritmo de trabajo más flexible podría permitirles estar más en sintonía con su cronotipo y ser más productivos durante sus picos de atención”, expone la experta en relación a la libertad de elección por parte de los trabajadores.
Para aprovechar los ciclos de productividad individuales, Karak recomienda que las empresas ayuden a sus empleados a conocer el cronotipo. El reto está en identificar primero los momentos del día en los que son más productivos y, más tarde, analizar qué tareas les resultan más complicadas. Lo aconsejable es programar las actividades que resultan más fáciles (como enviar un correo electrónico) en los momentos menos productivos y las que requieran más energía (como una reunión) en los picos de atención. “Es importante que las empresas brinden suficiente flexibilidad al trabajador para permitirle encontrar un buen equilibrio entre su naturaleza y sus responsabilidades profesionales”, recoge Karak, quien hace hincapié en que los jefes deben tener en cuenta estos ciclos a la hora de organizar tareas en equipo.
Otro objetivo de las jornadas flexibles es facilitar la conciliación para aquellos colaboradores que tienen personas a su cargo o que tienen que recorrer largas distancias hasta llegar a la oficina. No es de extrañar, por tanto, que sean las mujeres quienes más apoyen este tipo de medidas (68%). Asimismo, el informe recuerda que los empleados que tengan menos estrés derivado de las tareas relacionadas con su vida personal o familiar tendrán también un mejor rendimiento laboral.
En el lado opuesto, una mala gestión del horario flexible podría implicar que los trabajadores desempeñaran sus actividades profesionales durante más tiempo del debido, así como problemas para la desconexión una vez acabada la jornada, lo que, a la larga, repercutiría en una disminución del desempeño y en la aparición del conocido burnout (quemarse en el trabajo). Una cuestión que coincide con que, en España, son los jóvenes, en su mayoría en condiciones más precarias que los mayores, quienes se sienten menos atraídos por este formato de trabajo.
Así, solo el 41% de los empleados de entre 18 y 29 años está a favor de las rutinas flexibles, frente al 68% de quienes se sitúan entre los 30 y los 49 años, y al 63% de quienes pasan los 50 años. “Los mileniales españoles temen los efectos negativos de un modelo de trabajo flexible, que podría llevarles a trabajar más horas extra no remuneradas”, reza el informe.
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