La crisis de Netflix está matando la televisión de calidad
Agencias, Ciudad de México.- La televisión en streaming atraviesa una crisis existencial que afecta tanto a sus creadores como a los espectadores. Su fervor revolucionario se ha desvanecido a medida que la ola inicial de expansión, ilimitadas oportunidades creativas y vastas opciones de contenido se estrellaba contra un muro formado por una dura realidad: la cifra de abonados cae o no crece debido al aumento del costo de la vida en buena parte del planeta.
La audiencia de pago cada vez es más pequeña y las principales plataformas se pelean y muchas veces toman decisiones irracionales para seducirles. Sin embargo, el público es más consciente que nunca del aumento de los precios de las suscripciones y también se ha vuelto más exigente con los nuevos contenidos.
Lo lógico es que las grandes plataformas ofrecieran contenido original y de calidad para enamorar a la audiencia. Sin embargo, la estrategia parece otra: apostar por historias que ya han sido contadas, como El Señor de los Anillos (Amazon Prime Video), o producir spin offs como La Casa del Dragón (HBO) o Andor (Disney Plus). Es decir, cero originalidad. ¿Está muriendo la televisión de calidad?
Además, pronto podrían generalizarse los anuncios publicitarios y los expertos vaticinan que las compañías ahora rivales están condenadas a agruparse y a ofrecerse por un módico precio mensual, lo que ya hace vislumbrar un futuro que recuerda a los tiempos de consolidación de la televisión de pago por cable.
La lista de movimientos sísmicos de las últimas semanas es larga, como se recoge en Hollywood Reporter, Variety y otros medios: Warner Bros y Discovery están eliminando programas de sus bibliotecas, algunos tan populares e importantes como Westworld. HBO Max ha cancelado proyectos e incluso ha dejado películas inacabadas, como Batgirl. A la vez, esta plataforma quiere fusionarse con su servicio hermano Discovery Plus, tras haber prometido a sus accionistas un recorte de costes de 3,000 millones de dólares.
Ante el desplome de sus acciones y la preocupante pérdida de abonados, Netflix ha anunciado este año un modelo basado en la publicidad por un precio más bajo a la vez que ha tomado medidas enérgicas contra el uso compartido de contraseñas.
Disney Plus, Hulu y ESPN Plus, a los que se puede suscribir en un paquete similar al de la televisión por cable, están subiendo los precios tras haber sufrido una caída de más de 1,000 millones de dólares en el tercer trimestre fiscal. Por su parte, Amazon Prime ha estrenado en este 2022 el programa más caro de la historia, un drama sobre El Señor de los Anillos, pero su impacto ha quedado lejos de ser el esperado: no es la nueva Juego de Tronos.
De la época dorada a las penurias actuales
En 1999, la HBO estrenó “Los Soprano”, una serie de televisión protagonizada por Tony Soprano, un hombre de familia y mafioso que padece algo común a casi todos los seres humanos que trabajan: la conciliación de la vida laboral y familiar. Es incapaz de compaginar su vida familiar con su carrera como señor del crimen.
La serie estaba magníficamente escrita e interpretada, y marcó el comienzo de lo que hoy se conoce como la Edad de Oro de la televisión.
De hecho, fue este programa el que convirtió el medio televisivo en el lugar de prestigio. Si no fuera por “Los Soprano”, no existirían “The Wire”, “Mad Men”, “Breaking Bad”, “Juego de Tronos”, etc.
Cuando Netflix entró en escena
El medio floreció inicialmente cuando Netflix entró en escena y se convirtió en un verdadero contrincante de la supremacía de los actores tradicionales como HBO. Durante los últimos 7 u 8 años, el líder del espacio de streaming se ha dedicado a dar dinero a todos los guionistas con ideas medianamente adecuadas que pudieran convertirse en series de televisión. El resultado fue una avalancha de contenidos para los suscriptores de Netflix algunos de gran calidad, como Money Heist, El Juego del Calamar o Dahmer, pero también mucho contenido de relleno.
Luego, el gigante del streaming subió aún más la apuesta y puso sus ojos en cineastas de prestigio, consiguiendo atraer a los hermanos Coen, Alfonso Cuarón, Bong Joon-Ho e incluso Martin Scorsese. Aunque las películas tuvieron una gran acogida de crítica y público, la empresa tuvo que desembolsar hasta 225 millones de dólares (en el caso de “The Irishman”, de Scorsese) para hacerlas. Nadie sabe si la empresa obtuvo un buen rendimiento de la inversión en esas películas, ya que sólo disponemos del número de visionados para calibrarlo.
A principios de este año se supo que, por primera vez en una década, Netflix perdió abonados en lugar de ganarlos. Unos 200,000 abonados dijeron adiós al streamer, cuando esperaba ganar 2.5 millones de usuarios. Fue un revés gigantesco y obligó a la empresa a hacer balance de sus opciones. Para reconducir la situación, ofrecerá planes baratos con publicidad y prohibirá a los usuarios compartir sus contraseñas con amigos y familiares.
Que Netflix se recupere pronto o no es irrelevante. Lo relevante es que no se trata sólo de Netflix. La Edad de Oro del medio televisivo, debido a varios factores, parece haber llegado a su fin, y quizá lo haya hecho desde hace tiempo.
La guerra del streaming
La muerte de la televisión de prestigio y alta calidad tal y como la conocemos comenzó con las guerras del streaming, aún en curso. Antes, Netflix -y hasta cierto punto Amazon Prime Video- era el único gran actor en el espacio de streaming. Ahora hay una docena. La competencia es feroz y, para empeorar las cosas para Netflix, servicios como HBO Max y Disney+ vienen con décadas de contenido heredado debido a la larga historia de los estudios que los respaldan.
Con la guerra del streaming, casi todos los estudios se han sumado a ella. Hasta ahora, sólo Sony se mantiene al margen. Esto ha sido una pérdida para Netflix. Además, muchos han superado su modelo de “atracones”, que consiste en estrenar toda la temporada de una sola vez, y en su lugar desean un intervalo entre el estreno de los episodios.
Debido a la multiplicidad de streamers, también se ha producido una avalancha de contenidos. Y como lo nuevo sólo ha encontrado un éxito intermitente, gran parte de ello se aprovecha del factor nostalgia que proviene de franquicias centenarias; es habitual que se recuperen.
Este pasado verano, Bloomberg informó de que un director de televisión que ganaba 4 millones de dólares al año cobra ahora 750,000 dólares y los presupuestos televisivos se han reducido en un escandaloso 30%.
Todavía hay producciones caras como “El Señor de los Anillos’ de Amazon y el spinoff de ‘Juego de Tronos’ ‘La Casa del Dragón’, pero de nuevo se trata de historias que ya han sido contadas. Ningún streamer, ni siquiera Prime Video, con ese dinero virtualmente ilimitado de Amazon, está desembolsando un buen dinero por contenido fresco.
Y esto es una tragedia. Porque si los ejecutivos de los estudios no fueran generosos con las visiones de los guionistas con talento, no tendríamos “Los Soprano” ni “Breaking Bad”.
A todos los efectos,la Edad de Oro de la televisión parece haber llegado a su fin. ¿Será también el fin del contenido de calidad? Lamentablemente, parece que sí.
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