Agencias / MonitorSur, Ciudad de México.- El cementerio de Viena –Zentralfriedhof- es el tercero más grande de Europa, después del cementerio de la Almudena de Madrid y el cementerio de Hamburgo. Sin embargo, su interés turístico es mayor que el de estos dos últimos, debido a la cantidad de personajes ilustres que hay sepultados en él, entre los cuales se encuentra Ludwig Boltzmann (1844-1906).
Este austriaco duerme el sueño eterno junto a grandes personalidades de la música clásica, desde la familia Strauss hasta Brahms, pasando por el mismísimo Beethoven. Sin embargo, Boltzmann no tenía nada de que ver con la música, ni falta que le hacía. Boltzmann fue un científico austriaco que realizó importantes aportaciones a la mecánica estadística, un área muy técnica de la física. Fue una persona de enorme popularidad y prestigio en su campo, siendo uno de los principales físicos en la transición del siglo XIX al siglo XX.
El reconocimiento a su carrera profesional no le impidió suicidarse en la costa adriática, cerca de Trieste. Parece ser que el físico se ahorcó mientras su mujer y su hija disfrutaban de un plácido baño. A pesar de que las causas que le llevaron a tomar esta drástica decisión no han sido del todo aclaradas, algunos estudiosos apuntan que fueron en parte producidas por los duros ataques sobre sus teorías que recibió por parte de algunos colegas.
Los turistas no avisados que se adentran en el cementerio de Viena cuando se dan de bruces con la tumba de Boltzmann se quedan estupefactos al ver que en su lápida hay inscrita una extraña ecuación:
Una fórmula que permite calcular la entropía de un sistema (S), un concepto interesante al tiempo que misterioso. El término “entropía” procede del griego “entropein” que significa “revertir” o “convertir”. Pues bien, la fórmula de Boltzmann relaciona la entropía de un sistema (S) con el número de las posibles disposiciones o estados de las partículas que lo constituyen (W) y con una constante que lleva el nombre de Boltzmann.
Veamos con un ejemplo qué significa entropía. Supongamos que en un vaso de agua diluimos una gota de tinta, segundos después la tinta se ha dispersado por todo el vaso y nunca más volverá a formar la gota inicial. Se puede decir que la gota tiende al desorden y a esto lo denominamos entropía. Si pudiéramos hacer fotografías sucesivas al vaso veríamos que a medida que pasa el tiempo la dispersión es mucho mayor, el desorden crece, y las posibilidades de dispersión en diferentes “microestados” aumentan.
Apliquemos la entropía a la cotidianeidad. Intuitivamente, ¿qué está más ordenado: los calcetines dentro de un cajón o los calcetines desperdigados por el salón? El estado “calcetines dentro del cajón” tiene menor número de posibles microestados que “calcetines desperdigados por el salón”, ya que en este segundo supuesto hay muchas más posiciones posibles de arrojar y desperdigar los calcetines. En definitiva, podemos afirmar que “calcetines en el salón” tiene más entropía que “calcetines en el cajón”.
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