Como parte del Laboratorio Nacional de Ciencias de la Sostenibilidad (Lancis), investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) desarrollan estudios transdisciplinarios en torno a la vulnerabilidad, adaptación y resiliencia al cambio global de las zonas costeras de la península de Yucatán, donde la institución académica tiene presencia desde hace más de diez años.
Las zonas costeras albergan ecosistemas altamente productivos, como manglares, arrecifes coralinos, lagunas costeras, marismas y estuarios, además de asentamientos importantes de la población humana. Se estima que cerca de 50 por ciento de la población mundial habita en una franja costera de 100 kilómetros, sobre todo entre los cero y 10 metros de altitud.
De acuerdo con el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), las zonas costeras están severamente amenazadas por el cambio climático, siendo el incremento del nivel del mar el mayor peligro para estas regiones, en particular para las ciudades costeras bajas, densamente pobladas y con niveles altos de industrialización.
Ante esta problemática, Lancis desarrolla la línea de investigación Vulnerabilidad, adaptación y resiliencia al cambio global, con el propósito de comprender la vulnerabilidad y la resiliencia de los sistemas socioecológicos, así como las medidas de adaptación necesarias para estudiar los procesos de retroalimentación ante el cambio global.
El Instituto de Ingeniería, el Laboratorio Nacional de Resiliencia Costera (Lanresc), la Facultad de Ciencias de la Unidad Académica Sisal y el Centro Peninsular en Humanidades y en Ciencias Sociales (Cephcis) han participado como parte de la primera etapa del proyecto Vulnerabilidad de las zonas costeras ante el cambio climático de Lancis.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) define la vulnerabilidad como una condición determinada por factores o procesos físicos, sociales, económicos y ambientales que aumentan la susceptibilidad de una comunidad al impacto por amenazas.
Para María Cristina Garza Lagler, investigadora de la Facultad de Ciencias Marinas de la Universidad Autónoma de Baja California, el término “vulnerabilidad” siempre viene acompañado de un apellido: exposición y amenaza. De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la exposición se define como la zona, región o entidad o ente que se ve afectado ante la ocurrencia de un evento asociado con un agente o amenaza.
“El riesgo es la probabilidad de ocurrencia de un peligro. Por tanto, se puede entender por riesgo natural, la probabilidad de que ocurra un peligro de origen natural y que ocasione daños y, en algunos casos, hasta pérdidas humanas”, apuntó la investigadora.
En el caso de la zona costera, esta es vulnerable a eventos hidrometeorológicos, al cambio climático y a los efectos propios de las actividades humanas, como la contaminación. “De esta forma, se entiende que la vulnerabilidad al cambio climático es producto de interacciones sociales y ambientales dinámicas y complejas, en escalas temporales y espaciales múltiples”.
Aspectos económicos en juego
Desde la perspectiva económica, la vulnerabilidad ante los impactos externos puede ir desde una devaluación de la moneda nacional hasta los efectos provocados por el cambio climático, pues económicamente este también tiene un impacto sobre las poblaciones.
“La pérdida de bienestar es lo que nos permite medir económicamente esta vulnerabilidad. Cuando las personas ven afectado su bienestar, ya sea por la pérdida de su ingreso, la disminución del mismo o cualquier otra situación asociada, decimos que hay una vulnerabilidad económica”, apuntó.
Un ejemplo de ello es la llegada de un huracán, que tiene como consecuencia que el sector pesquero no pueda desarrollar sus actividades diarias durante un mes aproximadamente debido a los cambios que ocurren en el mar. “No va a haber actividad pesquera y van a ver vulnerado su bienestar porque habrá una pérdida de su ingreso”.
Durante las temporadas de pesca en las costas de Yucatán, se presentan repuntes de los precios que benefician al sector, pero los efectos derivados del cambio climático (como el aumento del pH del mar y el calentamiento del agua) pueden generar que el sector no pueda satisfacer esa demanda.
Interesada en abordar el estudio del mercado en torno al desarrollo de las comunidades costeras de Yucatán, la investigadora se enfocó durante su estancia como catedrática Conacyt comisionada a la Facultad de Ciencias de la UNAM en Sisal, Yucatán, en el análisis de los mercados pesqueros para la zona costera de Yucatán.
“Si el precio es atractivo, se van a llevar a cabo determinadas prácticas por parte de la comunidad pesquera, cooperativas u otros actores, para poder llegar a estos mercados. La conducta estratégica en estos sectores es sumamente importante, porque va desde pescar fuera de los periodos de veda en la ilegalidad hasta cuestiones más ligadas a aspectos legales que no se han abordado aún”.
De acuerdo con la investigadora, uno de los resultados principales que se busca lograr es que el modelo del estudio aporte de información para la toma de decisiones en el sector público, así como reconocer los saberes de las comunidades. “Nosotros no generamos políticas pero sí podemos dar esta información porque es sumamente importante que en la zona costera, con el dinamismo que tiene, acelerado por el cambio climático, además, se tomen decisiones flexibles y dinámicas”.
Transdisciplina y políticas públicas
Por su complejidad, los problemas asociados al cambio climático no pueden abordarse desde la unidisciplina, pues el entendimiento de las dinámicas sociales, ambientales y económicas requiere de un trabajo transdisciplinario que pueda integrar las diversas formas de abordar las problemáticas.
“Ello en sí, implica un reto, mismo que deberá incorporar a la investigación científica los valores, intereses y saberes de la población. Finalmente, las posibles consecuencias del cambio climático conllevan la urgencia de vincular la investigación científica al diseño de políticas públicas”, apuntó Garza Lagler.
Esto implica que los análisis de vulnerabilidad y adaptación al cambio climático, en este caso de la zona costera, deben acoplar los sistemas ambientales y los sociales. Sin embargo, es común que las políticas públicas respondan a valores e intereses particulares y, por consiguiente, privilegien las actividades productivas y económicas sobre los aspectos ambientales y sociales.
“Ante los efectos del cambio climático en la zona costera, ya sea el aumento del nivel del mar o la mayor intensidad de fenómenos hidrometeorológicos extremos, hacen necesario que las políticas públicas sean flexibles y se ajusten a un entorno dinámico y un futuro incierto”, señaló la investigadora.
¿Qué son las ciencias de la sostenibilidad?
Las ciencias de la sostenibilidad conforman una disciplina de investigación que estudia las interacciones entre los sistemas naturales y sociales, así como la manera en que dichas interacciones afectan la satisfacción de las necesidades de las generaciones presentes y futuras.
Las ciencias de la sostenibilidad parten de un enfoque transdisciplinario en el que lo cuantitativo y lo cualitativo, la naturaleza y la sociedad, la teoría y la práctica se combinan. La investigación se lleva a cabo dentro de un contexto de equidad y justicia social, buscando conservar los sistemas de generación y mantenimiento de la vida en la Tierra.
Asimismo, esta disciplina retoma nociones y métodos de los sistemas complejos para generar un enfoque de investigación que valora e integra el conocimiento de los diferentes actores involucrados en un sistema socioambiental, centrándose en la solución de los problemas socioambientales que la motivan.
Desde su concepción, el Lancis se estableció como un consorcio en el que, además del Instituto de Ecología (IE UNAM), el Instituto de Ingeniería (II UNAM) y el PUMA (UNAM), también participaron la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp).
“La trayectoria de lo que es Lancis es muy amplia, va más allá de este proyecto. Cuando llega Lancis a Yucatán es porque hay todo un aprendizaje que se puede aprovechar para la resolución de conflictos”, resaltó Garza Lagler.
En colaboración con la doctora Laura Vidal, del Laboratorio Nacional de Resiliencia Costera del Instituto de Ingeniería de la UNAM y la Secretaría de Desarrollo Urbano y Medio Ambiente (Seduma), se desarrolló uno de los primeros proyectos para estudiar la vulnerabilidad de la zona costera a raíz del efecto de la erosión. “Un proceso natural que está teniendo estos efectos en la actualidad y cómo las comunidades son vulnerables a la pérdida de la franja costera”, agregó.
Indicadores de vulnerabilidad
Desde la economía, la metodología del estudio de la vulnerabilidad involucra la generación de indicadores tomando en cuenta elementos físicos, como la erosión costera; indicadores que relacionan la vulnerabilidad de las viviendas de la zona costera con la presencia o ausencia de vegetación costera; e indicadores que relacionan la estructura de los hogares con la pérdida de su bienestar, entre otros.
“Hay otros indicadores en el sector industrial, como el cálculo del valor de la pérdida en términos de infraestructura, y acorde a las compañías aseguradoras, en la zona costera en caso de que se perdiera toda esta construcción. Con ciertas acotaciones se llegó a este cálculo y era equivalente a una proporción cercana a la mitad del presupuesto que la federación le asigna al estado de Yucatán. Una pérdida sumamente importante tan solo en el tramo de Chicxulub del kilómetro siete al 14”, explicó Garza Lagler.
Hasta el momento, los estudios de Lancis en torno a la vulnerabilidad de las zonas costeras se realizan en dos regiones clave en el país: la península de Baja California y la península de Yucatán, donde existen 13 municipios costeros.
“En Yucatán nos vamos a abocar en comunidades determinadas en esos municipios costeros con base en la viabilidad del proyecto. Se busca también que haya una diversidad”, resaltó la investigadora.
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