Agencias / MonitorSur, Ciudad de México.- La lombricomposta o vermicomposta es una alternativa sustentable para disminuir el impacto ambiental en agua, aire, suelo y salud pública ocasionado por el uso excesivo de fertilizantes minerales, ya que cuando estos últimos no son asimilados pueden inhibir los microorganismos existentes en el medio ambiente. En Zacatecas, un equipo de investigadores del Instituto Politécnico Nacional (IPN) decidió evaluar la acción fertilizante de la vermicomposta para promover su uso en plantas de frijol, ya que este estado es el principal productor de la leguminosa a nivel nacional.
Para promover el uso de lombricomposta es necesario conocer el potencial que esta presenta, por lo que el estudiante de último semestre de ingeniería ambiental de la Unidad Profesional Interdisciplinaria de Ingeniería, campus Zacatecas (UPIIZ) del IPN, Gerson Chávez Espinoza, realizó una evaluación del impacto de estos fertilizantes hechos con residuos domésticos orgánicos y humus de lombrices en un ambiente controlado de plantas de frijol y comparó su impacto con la acción de fertilizantes minerales. Este trabajo fue llevado a cabo desde febrero de 2018 bajo asesoría del maestro en ciencias Sergio Zavala Castillo, docente investigador de la institución referida.
Entre los hallazgos principales de esta evaluación, lo que el equipo encontró es que aunque el suelo tiene características físicas —como el pH, conductividad e intercambio catiónico— que mejoran la fertilidad, el crecimiento de una planta de frijol es mayor ante el uso de vermicomposta —que alcanzó una altura de 10 centímetros más y la aparición de 30 hojas—, mientras que el uso de fertilizante mineral registró un crecimiento de 20 hojas, pero este último favoreció su productividad, ya que generó tres vainas. Aunque las características físicas del suelo influyen en el crecimiento de la planta, la fertilidad se incrementa con la presencia de micro y macronutrientes otorgados por ambos fertilizantes.
Esta vermicomposta es el humus —“excremento”— producido tras la digestión de residuos orgánicos de la lombriz roja de California (Eisenia foetida), que es la más utilizada en el continente americano para producir biofertilizantes a partir de residuos orgánicos. Esta lombriz consume por día su propio peso en residuos, es decir, que cada kilogramo de lombrices consume un kilogramo de fruta y produce 60 por ciento de humus —o vermicomposta—, correspondiente a 600 gramos.
Llevamos un sistema en donde plantamos 15 macetas con semilla de frijol que monitoreamos durante 50 días a temperatura ambiente en condiciones de laboratorio y con humedad constante. Registramos altura de tallo y número de hojas, determinamos la cantidad de clorofila y nitrógeno (N) en las hojas para ver qué tan efectivo era el fertilizante orgánico en comparación con el inorgánico. Tres sistemas los hicimos con fertilizante orgánico, tres con composta, tres con vermicomposta, tres blancos —sin ningún fertilizante— y tres con fertilizante mineral. Evaluamos cada etapa del crecimiento hasta la prefloración y comparamos los datos para ver qué tan efectiva es la vermicomposta por sí sola como biofertilizante.
Debido a que su uso para degradar residuos se remonta desde la época de los egipcios, no se tiene el dato exacto sobre su origen, pero se da de manera natural en suelos con alta carga orgánica. Su principal característica por la que fue seleccionada para su uso en cultivos es que vive sobre el suelo, de manera superficial —lombriz de tipo epigea— y no debajo de él.
Además de generar el biofertilizante —vermicomposta—, su uso representa beneficios tanto económicos como sociales y ambientales, ya que aprovechan el uso de residuos orgánicos y con ello aumenta la vida útil de los rellenos sanitarios y facilita el reciclaje de materiales como el PET y el aluminio.
El fertilizante mineral brinda a la planta micro y macronutrientes que la ayudan a crecer y a tener una mayor productividad; la diferencia más notable es que la vermicomposta proporciona a la planta características como la conductividad, el pH, intercambio catiónico, densidad y porosidad que, además de beneficiar el crecimiento microbiano, favorece su crecimiento.
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