Agencias / MonitorSur, Xalapa, Veracruz .- La angustia es perceptible en su voz, a pesar de ser un científico: “Estamos en un momento complejo en el que cada vez más personas requieren atención médica y nuestros hospitales no dan abasto”, dice a DW el más conocido epidemiólogo de El Salvador, Jorge Panameño. Una situación que se agrava más, toda vez que “desde hace dos semanas el Gobierno salvadoreño decidió limitar las pruebas a los pacientes graves y personal sanitario o de seguridad”, agrega el médico que expresa la incertidumbre generalizada por “la falta de total transparencia en el manejo de la pandemia”.
Según el Gobierno de El Salvador, hasta este 19 de junio había en el país 4.329 casos confirmados de coronavirus y habían muerto 86 personas. Según las cifras oficiales de este país centroamericano con casi 6 millones y medio de habitantes, un día anterior se habrían practicado 2.419 pruebas. Para Panameño, miembro del Comité Técnico para la Elaboración de las Normas Nacionales para la Atención de Pacientes con VIH/SIDA, la realidad es que hay un velo sobre la información oficial: “Hay un alza de entierros de personas que mueren por una supuesta ‘neumonía atípica'”, como rezan los registros de defunción.
Mientras las autoridades llevan la cuenta que desde Alemania se ha importado un caso de infección y que desde Guatemala y Estados Unidos cada uno 20, el epidemiólogo salvadoreño destaca que “El Salvador no aprovechó el tiempo desde el primer caso el 19 de marzo para elevar la capacidad de atención que es tan reducida que colapsa hasta con el número relativamente bajo de casos”. Por lo menos, los registrados oficialmente.
Pero el casi “desbordamiento” de la pandemia en El Salvador también tiene que ver con la conducta individual. “Tras 90 días de cuarentena la gente empezó a salir forzada por la necesidad de subsistir en un país en donde el 60 % de la población vive del comercio informal”, apunta el experto en Prácticas de Inmunizaciones. Pero lo peor, asegura el epidemiólogo, es que “las autoridades no presentaron ningún protocolo para evitar los contagios tras la reapertura de la economía”.
¿Pico o meseta? México en “malsana cercanía”
“La situación en México no es muy diferente en cuanto al descontrol tras la reapertura paulatina de la economía”, dice a DW Rosa Maria Wong-Chew, infectóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “También en México desapareció, por ejemplo, la campaña de ‘Susana Distancia’ que instaba a la protección mutua”, apunta la científica especializada en neumonía infantil, quien advierte que “en México ya estamos en un pico de infecciones que no sabemos si va a subir más o pasaremos a una meseta”.
Con más de 120 millones de habitantes las dimensiones de la crisis en México son mayores, aunque el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no tiene que luchar contra el choque de los tres poderes que prácticamente tiene paralizada la toma de decisiones en El Salvador. Según cifras oficiales, hasta este 19 de junio en México había 165.455 de casos confirmados de contagios con coronavirus, más 59.778 sospechosos.
México, el país de las comorbilidades
Brasil y México tienen la mayor cantidad de casos en las Américas, después de Estados Unidos. Pero hay un aspecto grave en la situación del país azteca: “La COVID-19 tiene en México el 11,11% de letalidad, la mayor en América Latina y una de las más altas del mundo”, agrega la científica, para quien este aspecto es especialmente destacable, toda vez que al inicio de la pandemia China daba como referencia un 2,4% de letalidad. La profesora Wong invita a comparar la letalidad en diferentes países para comprender la gravedad del problema en México: “En Alemania, por ejemplo, es de 3,8%. Y en otros países latinoamericanos como Perú del 3,17, en Argentina 3,45, en Colombia 3,24 y en Uruguay 2,71 por ciento”, este último, junto con Paraguay y Costa Rica, destacados por el mejor manejo de la pandemia.
A la fecha, en México se registraban oficialmente, 19.747 defunciones por COVID-19. ¿Por qué en México la proporción de las personas que desarrollan COVID-19 es mucho más alta? “Lideramos en el mundo los rankings de sobrepeso, obesidad y diabetes mellitus, además hay altos índices de hipertensión arterial”, es la respuesta de la científica, quien recuerda que justo estas “son cuatro comorbilidades que pueden ser fatales en el desarrollo de COVID-19”.
Pero aquí no terminan las malas noticias para la población mexicana. “Mientras la edad promedio de las personas que presentan un desarrollo grave de COVID-19 en el mundo es de 55 años, en México es de 45”, concluye la profesora de la UNAM.
El cuerpo humano, productor de una terapia probada
¿Cómo ayudar a los pacientes mientras llega una vacuna? Hasta ahora, no existe tampoco evidencia de que los medicamentos usados sean seguros y efectivos. La carrera mundial por la elaboración de una terapia es febril, y en ella, los “recuperados” o “sobrevivientes” de una infección con coronavirus juegan un papel vital.
El Instituto alemán Paul Ehrlich de Vacunas y Medicamentos Biomédicos, aprobó recientemente un primer ensayo clínico con plasma convaleciente COVID-19 (CAPSID). Una iniciativa en la que también trabajan científicos colombianos que apuntan al desarrollo de alternativas terapéuticas adicionales a la de la infusión de plasma convaleciente.
“Batallones de recuperados” pueden salvar otras vidas
“Desde hace 100 años se sabe que tras una infección con un virus el organismo produce anticuerpos”, dice a DW Carlos Julio Montoya Guarín, doctor en inmunología de la Universidad de Antioquía, de Medellín, quien recuerda que “ya los anticuerpos han sido utilizados en otras epidemias como la gripe española, el ébola y otros coronavirus”.
“Una vez limpiada la sangre, donada por el creciente batallón de recuperados del contagio con coronavirus, se le extraen los anticuerpos al plasma. Así que el paciente recibiría solo los anticuerpos purificados”, explica el asesor médico y científico de LifeFactors, un laboratorio biofarmacéutico, con sede en Rionegro, Colombia, que cuenta con respaldo internacional.
Con este acervo, LifeFactors ya presentó al INVIMA, la entidad regulatoria colombiana, el protocolo de un estudio clínico que, una vez aprobado y realizado el trabajo de campo, permitiría, además del uso de plasma convaleciente, fabricar “un producto con mucha mayor eficacia y seguridad: la inmunoglobulina humana anticovid-19”.
El médico Montoya Guarín explica en qué radicaría esa “mayor efectividad”: “Mientras otras iniciativas se han quedado en la aplicación de todo el plasma de una sola persona, nosotros mezclamos el plasma de 100 o 200 convalecientes, y a través de un proceso bioquímico separamos los anticuerpos”.
Con información de la agencia ‘Deutsche Welle’.
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