Agencias / MonitorSur, CIUDAD DE MÉXICO .- Estas portadas ya las he visto. No se trataba de un futbolista, sino de un atleta universitario y de un joven que tocaba el piano. Ambos parecían dos hombres jóvenes con un futuro prometedor, pero a ambos se les atravesó el terrible, incontenible, violentísimo y rarísimo impulso de violar y de asesinar a una mujer, respectivamente.
Si tan solo esas mujeres, de acuerdo con la narrativa de los medios, no se les hubieran cruzado en el camino ¿se imaginan todo lo que habrían logrado? Seguro no curar el covid-19, ni el cáncer o el VIH, posiblemente solo ser atletas de alto rendimiento y un ajedrecista reconocido: nada que el hombre moderno no haya hecho ya.
Era el final del verano de 2016 y Brock Turner, el joven promesa de la natación en Stanford del que todos los medios hablaban, salió de la cárcel después de pasar tres meses en prisión por violar a una mujer inconsciente. ¿Qué decían los titulares? “El nadador Brock Turner sale de la cárcel”. Qué tímidos, chicos en los medios: Brock no estaba en la cárcel por nadar y la mitad de Estados Unidos sabía que era un vio-la-dor. Palabras para qué las tengo si no las voy a poner en un titular, ¿no?
Da miedo, claro, que te llamen violador. Pero, sin duda, es incomparable con el miedo a que te viole un sujeto, que todo el mundo lamente su truncada carrera en la natación (no el delito ni la acción) y que tres meses después vuelva a la vida sin garantía de que no habrá repetición.
En 2014, una revista seria de México hablaba sobre un joven que tocaba el piano, era matemático y ah, por cierto, “descuartizó a su novia” en Tlatelolco, Ciudad de México. El relato contaba la cruda historia desde la versión del perpetrador, que por default iba a estar viciada y el periodista no se tocó el corazón de pensar en lo que los familiares de Sandra Camacho, la joven asesinada, iban a sentir al leer una narrativa tan detallada. Menos, se tocó la ética con la que trabajaba para hablar de Sandra como lo hizo del feminicida. Fe-mi-ni-ci-da, cuál pianista ni qué ocho cuartos.
Así que tan solo con ver la fotografía del jugador Renato Ibarra en la portada de los diarios deportivos, más los juegos de palabras tan poco sagaces, tristes y apologistas de la violencia me hace pensar que los medios de 2021: a) viven en el pasado (en el que también son condenables estas portadas) y b) están del lado equivocado de la historia.
Déjenme explicar: cuando el violador Brock Turner salió de la cárcel y ni un medio le llamó así y por el contrario se refirieron a él como “ex nadador” o “nadador”, lectores y lectoras reclamaron a cada medio por no decirle como lo que era. Además los medios fueron criticados por hacer mayor énfasis en lo que el futuro representaba para Brock, en lugar de pensar en el futuro de la sobreviviente de violencia sexual quien fuera víctima de Brock. Cuando un hombre viola a una mujer, no es el futuro de ella quien está arruinado, según los medios, es el de los hombres, jóvenes promesa.
La revista en la que se publicó la historia apologista sobre el feminicida de Sandra Camacho admitió el error al elaborar y publicar el texto y el periodista pidió disculpas y desde entonces, he sido testigo de que la mayoría de los medios serios han hecho un gran esfuerzo por no repetir este grave error.
Sin embargo, durante esta semana algunos medios deportivos celebraron en sus portadas el regreso de Ibarra, culpable de violencia familiar en agravio de Lucely Estefanía Chalá, su esposa, después de atentar contra la vida de ella y su embarazo de diez semanas y de alto riesgo.
Quisiera dar cuenta de la indignación que sentí al verlo como una estrella, pero ya pocos eventos me suscitan esas náuseas indescriptibles que sentí después de ver que los medios filtraron sin ninguna ética la imagen de Ingrid Escamilla después de que su pareja la asesinara.
Así que solo tengo preguntas hacia las personas responsables de esa privilegiada, pero desperdiciada tarea ahora, que es la de elegir una portada de un diario. Las palabras sobran, la creatividad normalmente desborda y el lenguaje no alcanza a la hora de formar una portada y aún así decidieron utilizar palabras que hicieran doble sentido con que Renato es un golpeador para hablar sobre su regreso al y celebrarlo con el más ruin objetivo que podría tener el periodismo que es: vender. Y no vender para subsistir, sino vender a costa de lo que sea.
¿”Golpe de autoridad”? ¿”Renació Ibarra”? ¿”Violento Zurdazo”? ¿Acaso los señoros fifas (dícese de hombres machistas, monigotes sin personalidad, quienes golpearían a algo o alguien en caso de que su equipo -virtual o real- pierda) de las redacciones creyeron que las personas iban a soltar a carcajadas al ver este “juego” de palabras”? ¿Se creyeron los más brillantes y ocurrentes al hablar así de un feminicida en potencia?
Como periodista sé que las palabras importan. Las intenciones. Lo que se dice, lo que no. Estoy segura de que quienes estén a cargo de estas decisiones lo saben también y eso es lo preocupante, que tienen nulo interés en empatizar con las víctimas y sobrevivientes de violencia machista. Que no les alcanza su burbuja para medir el impacto que tendrá el redimir a alguien como Renato Ibarra, impresentable, en nuestra sociedad.
Aunque tiene mucho sentido también: si el futbol y los medios son un reflejo de nuestra sociedad, que un hombre salga vanagloriado de delitos de este calibre es normal en nuestro sistema de justicia y mediático. De acuerdo con una reciente, cada día 595 hombres golpearon, quemaron, estrangularon y lesionaron con armas blancas o de fuego contra mujeres en los últimos 8 años. Da un total de 1.7 millones de casos por tentativa de feminicidio, sin embargo, solo 781 carpetas de investigación fueron iniciadas.
Así que sí, esta semana, el futbol mexicano y los medios deportivos fueron un cruel reflejo -los últimos hasta parte del mismo problema-, de esta sociedad impune, feminicida, que odia a las mujeres y solapa a otros hombres.
Si tanto quieren vender, véndanse a ustedes a otro trabajo, porque tener la ardua tarea de montar una portada, titular y fotografía es un trabajo que les queda grande.
Con información de la agencia ‘EFE’.
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