Agencias / MonitorSur, Ciudad de México.- En la cueva de Liang Bua, en la Isla de Flores (Indonesia), se descubrieron en 2004 los restos de una nueva especie, el Homo floresiensis –apodado como ‘hobbit’ por su pequeña estatura–. Nadie ha podido recuperar desde entonces el ADN de sus fósiles, pero un grupo de investigadores ha creado una herramienta para encontrar secuencias genéticas arcaicas en el ADN moderno. Su objetivo, saber si estos ‘hobbits’ tenían vínculos genéticos con los pigmeos modernos de la Isla de Flores.
La técnica fue desarrollada en el laboratorio de Joshua Akey, profesor de Ecología y Biología Evolutiva en el Instituto Lewis-Sigler para Genómica Integrativa de la Universidad de Princeton (EE UU). Los resultados se publican en la revista Science.
La evidencia fósil indica que los H. floresiensis eran significativamente más pequeños que los pigmeos modernos de Flores. Floresiensis también se diferencian de H. sapiens y H. erectus en sus muñecas y pies, probablemente debido a la necesidad de trepar a los árboles para evadir los dragones de Komodo, según Serena Tucci, investigadora postdoctoral asociada en el laboratorio de Akey.
“En nuestro genoma y en el mío hay genes que heredamos de los neandertales. Algunos humanos modernos heredaron genes de denisovanos (otra especie extinta de humanos) que podemos verificar porque tenemos su información genética. Pero si quieres buscar la de otra especie, como Floresiensis, no hay nada para comparar, así que tuvimos que desarrollar otro método: ‘pintamos’ trozos del genoma basados en la fuente. Escaneamos el genoma y buscamos piezas procedentes de diferentes especies: neandertales, denisovanos o desconocidos”, declara Tucci.
Los investigadores emplearon esta técnica con los genomas de 32 pigmeos modernos que viven en un pueblo cerca de la cueva de Liang Bua. “Tienen mucho genoma neandertal, un poco de denisovano –algo que esperábamos porque sabíamos que había una migración que iba de Oceanía a Flores–, por lo que existía cierta ascendencia compartida de estas poblaciones”, subrayan los autores.
Richard “Ed” Green, profesor asociado de ingeniería biomolecular en la Universidad de California en Santa Cruz (EE UU) y coautor del trabajo argumenta: “Si hubiera alguna posibilidad de conocer genéticamente al ‘hobbit’ a partir de los genomas de humanos existentes, hubiera aparecido. Pero no lo vemos. No hay ninguna indicación del flujo de genes del ‘hobbit’ en las personas que viven hoy en día”.
Sin embargo, los científicos sí encontraron cambios evolutivos asociados con la dieta y la baja estatura. Tucci y su equipo analizaron los genomas de los pigmeos de Flores comparándolos con los genes asociados con la altura de los europeos y encontraron una alta frecuencia de variantes genéticas asociadas a la estatura baja.
“Parece un resultado aburrido, pero en realidad es bastante significativo”, añade Green. “Manifiesta que estas variantes genéticas estuvieron presentes en un ancestro común de los europeos y los pigmeos de Flores. Redujeron su tamaño por selección, actuando sobre esta variación permanente ya presente en la población, por lo que hay poca necesidad de que los genes de un homínido arcaico expliquen su pequeña estatura”.
En la época de H. floresiensis, Flores era hogar de elefantes enanos, dragones gigantes de Komodo, y pájaros y ratas gigantes. Todos ellos dejaron huesos en la cueva de Liang Bua.
“Las islas son lugares muy especiales para la evolución”, precisa Tucci. “Este proceso de enanismo insular dio como resultado mamíferos más pequeños, como hipopótamos y elefantes, y humanos más pequeños”.
Sus resultados muestran que el enanismo insular surgió de forma independiente al menos dos veces en la Isla de Flores: primero en H. floresiensis y nuevamente en los pigmeos modernos.
Los cambios dramáticos de tamaño en los animales aislados en las islas son un fenómeno común, a menudo atribuido a recursos alimenticios limitados y libertad de depredadores. En general, las especies grandes tienden a hacerse más pequeñas y las especies pequeñas tienden a crecer en las islas.
“Esto es realmente intrigante, porque significa que, desde el punto de vista evolutivo, no somos tan especiales. Los humanos somos como otros mamíferos, estamos sujetos a los mismos procesos”, concluye.
El genoma pigmeo de Flores también mostró evidencia de selección en genes de enzimas involucradas en el metabolismo de ácidos grasos, llamadas FADS. Estos genes se han asociado con adaptaciones dietéticas en otras poblaciones que consumen pescado, incluidos los esquimales en Groenlandia.
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