Agencias / MonitorSur, XALAPA, Veracruz .- Meryl Streep no solo es una actriz multipremiada, también es una mujer que sabe alzar su voz cuando una causa debe ser escuchada. Lo demostró en los Globos de Oro de 2017. Sin medias tintas denunció en su discurso: “Cuando los poderosos utilizan su posición para someter a los demás, todos perdemos”. Sin mencionarlo, su crítica estaba dirigida nada más ni nada menos que al mismísimo Donald Trump, que se había burlado de un reportero discapacitado. “La falta de respeto invita a la falta de respeto. La violencia incita a más violencia”, señaló sincera y sin telepronter que le “dictara” las palabras.
El contrataque de Trump no se hizo esperar. Desde su cuenta de Twitter, por un lado aseguró que nunca se burlaría de una persona discapacitada, pero cerró diciendo que Streep era una de las actrices más sobrevaloradas de Hollywood. Para terminar de atacarla la acusó de “lacaya de Hillary”.
Ante el ataque de Trump, varias figuras salieron a respaldarla, como Ben Affleck, que aseguró: “Si hay una cosa cierta en este mundo es que Meryl Streep no está sobrevalorada”. Ricky Gervais, el corrosivo humorista británico,escribió: “Los fascistas solían tener mejor sentido del humor cuando los actores de Hollywood se burlaban de ellos”. Ellen DeGeneres afirmó: “Nunca ha habido nadie como Meryl Streep. La amo”.
Pero entre las voces que se hicieron oír sobresalió la de Robert De Niro. El actor que suele ser bastante parco en las entrevistas y fuera de cámara hizo pública una carta a Meryl.
Lo que dijiste fue genial. Necesitaba ser dicho y lo hiciste de manera muy bella. Merece todo el respeto que lo hicieras mientras el mundo estaba celebrando tus logros. Comparto tus sentimientos sobre gente de mala calaña y abusones. Ya basta. Con tu elegancia e inteligencia tienes una potente voz que inspira a los demás a alzar la suya para que sea escuchada también. Es muy importante que TODOS alcemos la voz.
Te queremos.
Semejante defensa incondicional dejó asombrado a más de uno. Sin embargo, no era la primera vez que el artista se solidarizaba con ella. En 1978, cuando De Niro ya era De Niro pero Meryl todavía no era “la Streep”, el actor realizó un gesto generoso, solidario y, sobre todo, humano.
John Cazale era un actor que lo que le faltaba de pinta le sobraba de talento. Amigo y compinche de Al Pacino fue gracias a él que encarnó al inolvidable Fredo, el hermano más débil de la familia Corleone, en El padrino. Dicen que Coppola no estaba muy convencido de convocarlo, pero lo vio en el teatro y ya no necesitó nada más.
Pero el teatro no solo le dio la gran oportunidad laboral, también le permitió conocer a una actriz hasta ese momento desconocida, Meryl Streep. Protagonizaron la adaptación teatral de Shakespeare Medida por medida. El enamoramiento fue tal que Cazale dejó las trasnochadas, los romances de una noche, en suma, “la vida loca” para convivir con esa muchacha en un departamento pequeño en la gigantesca Nueva York.
En una de las funciones, entre el público desconocido se sentó un joven actor que empezaba a ser genio y figura: Robert De Niro. En su currículum figuraba que ya había trabajado con Brian De Palma y enloquecido a todos con su taxista enloquecido en Taxi Driver.
Pero como el talento reconoce al talento, cuando terminó esa función aplaudió de pie a Cazale y a Meryl. Al tiempo fue convocado por el director Michael Cimino para protagonizar El francotirador. Según una versión, cuando le informaron que Meryl y Cazale estarían en el elenco avaló y alabó la decisión. Otra versión, en cambio, cuenta que fue él quien exigió que los contraten, fascinado con lo que había visto en el teatro. Sea lo que sea, los tres trabajarían juntos.
Todo venía viento en popa cuando unos días antes de filmar, Cazale empezó a escupir sangre. Estudios, más estudios y rostros que presagiaban que algo andaba mal. El diagnóstico fue inapelable: cáncer, y una esperanza de vida de tres meses. Reservados, la pareja lo compartió con muy pocas personas, si la muerte quería derrotarlos al menos le darían pelea.
Pese a su discreción, el demoledor diagnóstico trascendió y llegó a los oídos de los productores. Ya se sabe que la solidaridad es maravillosa, el compañerismo está perfecto, pero “negocios son los negocios”. Empezaron las vueltas y los tejes y manejes para tratar de librarse de Cazale, siempre disfrazando la crueldad con buenos modales.
Fue entonces que De Niro demostró que además de un gran actor era, sobre todo, un gran hombre. Sin dudarlo, amenazó al estudio que si no contrataban a Cazale, renunciaba. Los ejecutivos empalidecieron. Una cosa era perder a su mejor actor secundario y otra a su protagonista estrella.
Buscaron un atajo para salirse con la suya y dijeron que era imposible pagarle el seguro médico. De Niro sin inmutarse ordenó que descontaran de su salario el seguro de Cazale y además le entregaran un plus a Meryl que le permitiera afrontar los gastos médicos. Aun así los ejecutivos dudaban. De Niro no dijo más. Sacó un papel con su renuncia y chito la boca.
Quedaba un último escollo. La enfermedad avanzaba y el deterioro físico de Cazale era cotidiano. De Niro solucionó la cuestión. Exigió que en el orden de grabación, las primeras escenas fueran las de John, sin importarle jerarquías.
La película se terminó de filmar. Pese a la generosidad del actor, los gastos médicos se acumulaban. Para afrontarlos y aunque siempre había detestado el trabajo en la televisión, Streep aceptó un papel en la serie Holocausto. Algunas escenas se rodaban en Europa y debió viajar, pero dejó dos cuidadores de lujo: Al Pacino se encargó de acompañar las sesiones de quimio y De Niro, de todo el papelerío burocrático. Es que allá como acá, una cara famosa agiliza cualquier trámite.
La sobrevida de tres meses se transformó en dos años. Poco y nada se sabe por boca de la actriz de cómo transitó esa agonía. Alguna vez le escribió a Bobby Lewis, su profesor de teatro: “Mi novio está enfermo, yo trato de no flaquear, pero estoy preocupada todo el tiempo” y confesaba: “Intento mostrarme alegre todo el tiempo, lo cual se convirtió en el trabajo más física y psicológicamente extenuante que hice en mi vida”.
Cazale murió el 12 de marzo de 1978 con Meryl a su lado. Pese al dolor, la estrella de Meryl no solo no se apagó, sino que brilló cada vez más. Con De Niro protagonizó The Deer Hunter y Falling in Love.
El actor que suele mostrarse taciturno y poco propenso a los elogios, la define como “su compañera ideal de rodaje”. Hace dos años, durante la entrega de los National Board of Review Awards,fue elegido para presentar el reconocimiento que obtuvo Meryl. Ella de 68 y él de 74 se veían muy distintos de aquellos que protagonizaron El francotirador. Pero al subir al escenario, ambos se miran y se besan. Meryl toma el curtido rostro del actor y lo acaricia. Y entonces ya no hay flashes, nipremios, ni cámaras. Solo hay una mujer que, aunque pasen los años y los galardones, nunca olvidará que ese señor, su amigo, le tendió su mano y nunca más la soltó.
Con información de la agencia ‘The Associated Press’.
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