Ante millones de fieles en el Rizal Park, un área de unas 60 hectáreas, muchas de las cuales pasaron allí la noche, el Papa recordó que “quien no acoge el reino de Dios como lo acoge un niño no entrará en éste”. Denunció también que existen “estructuras sociales que perpetúan la pobreza, la falta de educación y la corrupción”.
Agregó que la familia “necesita ser protegida de los ataques y programas insidiosos, contrarios a todo lo que consideramos verdadero y sagrado, a lo más hermoso y noble de nuestra cultura. Y tenemos que cuidar a nuestros jóvenes, no permitiendo que les roben la esperanza y queden condenados a vivir en la calle”.
Recordó que Filipinas es el primer país católico en Asia, lo que además de ser un privilegio plantea llevar el mensaje cristiano. “Los filipinos están llamados a ser grandes misioneros de la fe en Asia”, afirmó.
Al concluir la misa, realizó la ceremonia de envío, en la cual se encendieron las velas. En ese momento el Papa les recordó: “La misión de cada cristiano es difundir la luz y comunicar el amor de Dios”.
Los organizadores esperaban que unos seis millones de personas asistieran este domingo a la misa, un millón más de fieles de los que acudieron al servicio oficiado por Juan Pablo II en el mismo parque Rizal Park en 1995.
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