Rogelio Hernández López
Ofrezco una disculpa a los pocos colegas que me hacen el favor de atender los textos que les dirijo todos los lunes. Comparto una misiva, casi personal, a Ricardo Alemán.
Para quien no lo sepa, el 5 de mayo Ricardo encontró en línea una especie de meme que decía: “A John Lennon lo mató un fan. A Versace lo mató un fan. A Selena la mató una fan. A ver a qué hora, chairos”. El añadió “Les hablan!!!” Y lo retuiteó para que lo vieran esos muchos adversarios que ha construido afanosamente, incluidos los que moteja como “chairos” (apoyadores de Andrés Manuel López Obrador) a sabiendas que destilan odio al menor estímulo.
El retuit topó con Julio Hernández López quien lo vio como incitación a matar al caudillo, lo calificó de #periodismosicario, y lo reenvío a sus seguidores. Julio es uno de los tres periodistas mexicanos con más influencia en redes sociales, mucha entre los “chairos”; todo eso ayudó a que el tema fuese tendencia mundial en horas, con clara condena a Ricardo. Un resultado fue que retiraron a Alemán de los espacios que ocupaba en Televisa, Canal 11 y Milenio, con rapidez inusual.
Ricardo ya caído, acusa que fue linchamiento de AMLO y sus equipos y que se afecta a la libertad de expresión. Pocos colegas han encontrado argumentos en su defensa. Arredra el clima de odio. En ese contexto, este reportero le dirige algunas reflexiones.
Estimado Ricardo.
Te escribo sin sarcasmo. Estoy seguro que te llevará tiempo asimilar esta épica que te trasladó de agresor a víctima, que si lo permites tu ira pasará a ese odio que ciega la razón y te sumarás a la masa que desprecias. Puedes perder la esencia del ser periodista: observar, analizar con frialdad y comunicar para convencer. Intuyo que buscas senderos para reubicarte, que encontrarás otra fortaleza. De tu caso he podido asimilar algunas lecciones que te comparto.
Pluralidad
Durante ese episodio en redes sociales –linchamiento le llamas– participaron tres de mis amigos periodistas, veteranos y sabedores del valor de cada palabra y de sus intenciones en nuestros mensajes: Ricardo Alemán con un retuit cargado de veneno, Julio Hernández López (mi no-hermano) con su reproche rebosante de condena y Roberto Rock reivindicando tu derecho a expresarte. Tres posiciones que me desconcertaron y no atinaba a quién apoyar.
Los tres son profesionales muy distintos, harto conocidos y bien posicionados; son producto de la pluralidad y libertad que hemos ganado en los medios. Son (somos) reflejo de la diversidad de tendencias en este país. La pluralidad enriquece la vida pública aunque por etapas parezca dominar la anomia. El periodismo debe servir para mostrar esa diversidad.
Coincidimos que cada vez que se amedrenta, se agravia o se acalla a un periodista se mutila la libertad de prensa y de expresión y que la sociedad (o una parte de ella) pierde parte de su derecho a estar informada.
Escandaleras por periodistas
Tienes razón de que hoy eres víctima, pero maticemos. En tu último artículo en Milenio y el del 10 de mayo en Zócalo te quejas de que por tu caso no se hizo la escandalera que se ha hecho en otros y hasta contrastas de que habría todo tipo de protestas si el afectado fuese un periodista critico al PRI. Pues no es así.
No eres el único caso, ni el más grave de periodista agraviado. En lo que va de ese siglo, son cientos los periodistas incomodos, mucho menos hirientes, que han sufrido castigos, la mayoría peores.
Según los recuentos de Artículo 19 y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos desde el 2012, cada semana se registran 8 agresiones en promedio contra periodistas. Del total de agravios, entre 112 y 118 ha culminado en asesinatos.
De las agresiones, el 40 por ciento, provienen de servidores públicos, de políticos y otra gente ya domeñada por los extremos del irrespeto por la vida que se recreó en ese odio social que fomentan mucha gente ajena al periodismo profesional.
Las escandaleras que algunos hacemos en cada ocasión son para preservar lo esencial de lo humano, la vida, pero también para impedir que se limite más las libertades de prensa y de expresión. Nuestras escandaleras no han sido tan amplias y suficientes para ganarnos el respaldo social. Necesitamos más.
Por todo eso, yo como Roberto Rock y muchos otros colegas defenderé tu derecho a ser periodista y tu libertad de expresión, con protestas pacíficas, con ideas, y no con insultos ni incitaciones a la violencia. Ese sábado, cuando Julio te pidió que te retractaras de tu retuit, no lo hiciste y creció la animadversión, respondiste con otro tuit: “Sólo el primer perro sabe porque ladra, los demás son jauría”.
Necesitamos tolerancia
En verdad lamento que hayas entrado a las estadísticas infaustas, esas listas de las que te burlabas. Recordarás que en agosto de 2015 se hizo pública una carta al Presidente que firmaron más de 500 personas de México y otros países. Fue una de las reacciones por el homicidio múltiple del periodista Rubén Espinosa, de Nadia Vera, Alejandra Negrete Yesenia Quiroz y Mile Virginia Martí. …”vemos con indignación los ataques contra los reporteros en México”. Se dijo y se pedían medidas especiales.
En una de tus columnas de esos días te opusiste a las exigencias: “No a los vergonzosos privilegios al periodista… si se exige al Presidente un trato especial y excepcional a favor de los periodistas, en realidad lo que se pide es un trato privilegiado que coloca a los periodistas como mexicanos de élite y para los cuales se deben dictar leyes especiales. Y la sola idea de trato de privilegio resulta vulgar, ofensiva y vergonzosa para una sociedad que –en general–, es víctima de la violencia, el crimen en todas sus formas y la impunidad total a los criminales”.
“No a los privilegios”, escribió mi amigo el columnista conductor favorecido por grandes medios comerciales y con acuerdos publicitarios personalizados del gobierno federal en manos del PRI.
Ahora concordarás conmigo que para ejercer el periodismo requerimos, además de lectores que crean en nosotros, tolerancia de quienes no coincidan. He reiterado que los periodistas tenemos que reconocernos como tal a pesar de ser diferentes, criticarnos con argumentos, tolerarnos y unirnos cuando se agreda a la profesión.
Y pautas éticas
Toda la secuela me invocó a tres periodistas de los que seguimos sacando lecciones.
Pepe Reveles, el pionero del periodismo de investigación y acaso el mejor en México. Es quien mejor ha documentado el fenómeno del narcotráfico y sus ligas con los políticos, la corrupción. Es un crítico duro desde siempre; pocas replicas y desmentidos han tenidos sus cientos de columnas y seis libros. Se arriesga al investigar, al informar a la mayor cantidad de gente y se le respeta porque lo hace con datos verificados y con adjetivos respaldados con información.
Manuel Buendía, no fue mi amigo ni me era empático por su cercanía con un sector del poder, pero recuerdo bien que en 1980 interpretó que el periodismo mexicano padecía tres males: impunidad, solemnidad y mediocridad. Su conclusión era aceptable porque era de los pocos que entonces investigaba en serio, sus columnas informaban y tenía un gran talento para redactar jocosamente y con elegancia hiriente. Eso es harto difícil. Hablar o escribir con cercanía o simpleza se vuelve vulgaridad rechazable cuando falta el respaldo de los datos, de la cultura, del conocimiento del lenguaje.
El tercero que se me apareció fue Tom Wolfe, aquel norteamericano que interpretó y documento mucho de la decadencia de su sociedad. Muy culto. Fue el autor de “El periodismo canalla y otros artículos” e insertó un estilo diferente, coloquial, sin tapujos, pero con datos bien investigados.
Ricardo, finalmente me gustaría que pensarás que el linchamiento del que acusas no fue solo por el retuit. Gracias por las lecciones que pude derivar. Cosechamos lo que sembramos. Te deseo pronta recuperación.
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