Rogelio Hernández López
Carlos Marín fue una gran roncha en Twitter desde la mañana del 1 de agosto; su retirada sorpresiva como director editorial de Milenio se tornó uno de esos temas que dan comezón extrema para hacerse virales en 24 horas. Las distintas firmas de monitoreo de la actividad en internet registraron que al menos unos 100 tweets generaron casi un millón de impresiones. Reacción exagerada para la remoción del directivo de una empresa que aún no es de las gigantes. La mayoría de comentarios atribuyeron la dimisión a que el periodista había sido excesivamente crítico con el presidente de la república que viene. Quizá esa especulación sea parte de los motivos en el corporativo Multimedios Estrella de Oro para relevarlo, pero hay mucho más en el contexto.
El nerviosismo
El medio ambiente de la prensa está rebosante de inquietudes y desconciertos, es mucha la incertidumbre que atraviesa a empresas de todos los tamaños. La causa mayor es que ya se trastocó el modelo de gestión en el régimen aun presidencialista, inéditamente cuatro meses antes de la toma, formal e institucional del poder ejecutivo federal. Es insólito. Y las muy pocas señales para el medio periodístico anuncian cambios bruscos también para el modelo de las relaciones prensa-Estado.
Casi todas las áreas institucionales del Estado mexicano han comenzado a moverse desde sus focos o epicentros. Se aceleran las conversiones –que primero fueron de camisetas dentro de los partidos políticos y luego entre millones de votantes–; ya se extienden paulatinamente a casi todas las estructuras de mando, a la revisión de sus formas de operar y revisión del tipo de relaciones con los grupos de la sociedad que atienden o están vinculadas. Hay nerviosismo generalizado y los primeros en detectarlo son los periodistas más perspicaces.
Búsquedas
Ante este contexto, aparecen las primeras investigaciones y reflexiones de los temas que circundan al ejercicio del periodismo. Se buscan recetas para continuar dentro del mercado de la información, modelos de comportamiento, para afrontar a un poder político que, por la falta de anuncios que den certeza, amaga con perturbar los modos tradicionales de hacer negocio y de ejercer el periodismo cotidianamente.
Hasta antes del 1 de julio eran (¿éramos?) bastante pocos los que se ocupaban de hacer diagnósticos de nuestro entorno profesional y emitir propuestas, quizá porque faltaba una contradicción dialéctica que apurara a la búsqueda de caminos. Por eso el nerviosismo entre nosotros hizo que se sobrevalorara la salida de Carlos Marín como un asunto político de “quedar bien” con el que viene, cuando en realidad lo que está de fondo es el tema de los negocios “estúpidos”, como lo dijo a su manera ramplona Federico Arréola, ex compañero de viajes de Marín.
De todas las reflexiones sobre el ambiente del periodismo destacan dos difundidos en línea, que vale la pena conocer, no porque aporten algo nuevo a los diagnósticos sino porque recopilan bien los temas estratégicos, apuran al encuentro de soluciones, pero aún no encuentran puertas:
Uno de estos, del 26 de julio, es de José Soto Galindo con el título: La publicidad oficial es apenas una parte del problema de control de los medios en México. https://www.buzzfeed.com/economicon/la-publicidad-oficial-es-apenas-una-parte-del-problema-de?utm_term=.lyJDGwWex&ref=mobile_share#.wsMp5A2q9
El otro trabajo, distribuido el 27 de julio en Aristegui informa, es de Luis Guillermo Hernández, de los pocos periodistas mexicanos con doctorado en esta especialidad. Lo tituló: El plan de medios que viene… con el sumario siguiente: “La asignación de publicidad oficial en el próximo gobierno se dará bajo los ejes: austeridad, transparencia, racionalidad y equidad”, como le adelantó Jesús Ramírez Cuevas, quien puede ser el vocero del próximo presidente de la República. https://aristeguinoticias.com/2707/mexico/el-plan-de-medios-que-viene-articulo/#.W1svODjlXyI.facebook
Aparte de estas elaboraciones que se hicieron públicas y que tratan de tener una visión más contextual, se sabe que la mayoría de corporativos multimedia, de diarios consolidados, en la industria de la radio y televisión han contratado académicos, expertos y se hacen reuniones de intercambios de visiones para perfilar escenarios que respondan, con urgencia, a la gran interrogante de ¿qué hacer? El sacudimiento general ya tiene sus primeras expresiones en el ambiente del periodismo mexicano. Algunos como Televisa y Multimedios hay iniciaron sus conversiones.
Frente a todo esto, aparece un riesgo monumental: que no defendamos los espacios de la libertad de prensa que se han ganado durante décadas, que se decanten las formas de hacer periodismo más profesional (crítico por esencia) con tal de preservar la libertad de empresa y se consoliden las primeras manifestaciones que comienzan a mostrarse, de plegarse otra vez al Príncipe de Maquiavelo.
La gravedad que tendría este riesgo es disminuir la credibilidad social ganada por el promedio de los medios de la prensa convencional en la década reciente y volverla a insertar en la devoradora crisis de aceptación social que asuela a ciertas instituciones como los congresos y a casi todos los partidos políticos con excepción del nuevo modelo mexicano de partido-movimiento-caudillista que representa Morena. La sacudida apenas comenzó.
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