Agencias / MonitorSur / Yakima, Washington, EE.UU. .- Armida Rivera trabaja en un depósito de frutas en el condado de Yakima, en el estado de Washington, y dice que vive asustada, temerosa de contraer el coronavirus.
A Sean Gilbert le preocupa la amenaza que el virus representa para los frutales que su familia administra desde hace un siglo.
En medio de la pandemia, el gobernador Jay Inslee, se afana por ayudar a un condado donde alguna vez vivió, en el corazón del cinturón agrícola del estado. La mitad de los casos de coronavirus registrados hasta ahora involucra a hispanos, que realizan la mayor parte de las tareas del campo.
El virus golpea el condado con fuerza y se propaga más rápidamente aquí, unos 225 kilómetros (140 millas) al sudeste de Seattle, que en el resto del estado. Causa trastornos en la cosecha y el procesamiento de alimentos, y los trabajadores han realizado paros sin aviso para exigir a sus patrones mejores condiciones de trabajo.
Los hospitales del condado están al tope y empezaron a derivar pacientes a condados vecinos, según las autoridades.
Los esfuerzos para contener la propagación del COVID-19 entre los 250.000 residentes del condado no han dado resultado y Yakoma es uno de solo tres condados de Washington que siguen en la Fase Uno de la cuarentena, mientras que la mayoría de los otros condados están empezando a levantar restricciones.
Inslee dijo que una de las principales razones de que no se contenga el virus es que la gente de niega a usar tapabocas.
En los restaurantes de comidas rápidas y en otros negocios considerados esenciales es común ver empleados y clientes sin barbijos. En Selah se juegan partidos de béisbol juvenil con espectadores en las tribunas. Muy pocos lucen tapabocas.
Inslee dijo el sábado que exigirá a los residentes de Yakima que lleven tapabocas cuando salen de sus casas. Y se prohibirá a los negocios atender a clientes sin barbijos.
“Básicamente, si no tienes tapaboca, no te atienden y puedes comprar nada”, manifestó.
El Departamento de Salud de Washington dijo que los sectores más afectados por el COVID-19 eran el de la salud, seguido por fábricas (incluidas las plantas procesadoras de alimentos), las tiendas, los hoteles y restaurantes, y la agricultura, en ese orden.
A nivel nacional, las procesadoras de carne vacuna y de pollos han sido muy afectadas por el virus y al menos 20 de ellas han tenido que cerrar por al menos una semana, si no más
Los 2,7 millones de trabajadores agrícolas que hay en Estados Unidos, por su parte, a menudo viven y trabajan en estrecho contacto con otros. La temporada de cosechas está a punto de comenzar y se teme lo que pueda pasar.
Hasta el domingo, el condado de Yakima tenía 6.283 casos de coronavirus confirmados –la segunda cifra más alta del estado, y 138 muertos. Esa lista la encabeza el King County, que incluye a Seattle y cuya población es diez veces la de Yakima. La incidencia, no obstante, es mucho más baja, con 9.211 contagios y 600 muertes.
Inslee dijo que la tasa de infecciones de Yakima era 28 veces más alta que la del King County. Y pronosticó que subirá fuertemente en el verano si la gente no toma medidas.
“Es aterrador”, manifestó al aludir al estado de cosas en el condado, donde viven decenas de miles de trabajadores agrícolas y de plantas de procesamiento que son el corazón de la economía local.
El 26% de las pruebas de coronavirus dan positivo, comparado con el 6% en el resto del estado.
Rivera, una mexicana de 36 años que vive desde hace 20 en Estados Unidos, encabezó una huelga de dos semanas en un depósito cuyos gerentes se negaban a suministrar a los trabajadores tapabocas, desinfectantes de manos y otros insumos protectores.
“Teníamos miedo”, relató. Explicó que en la planta la gente trabaja en estrecho contacto físico.
En el depósito se selecciona, limpia y empaca la producción de manzanas, cerezas, peras y otros cultivos.
Los trabajadores que se declararon en huelga en varias plantas ganan generalmente el sueldo mínimo de 13,50 dólares la hora. Se sintieron alentados por el apoyo de la comunidad médica: Médicos y enfermeras les entregaron tapabocas y otros insumos.
Las huelgas afectaron a media docena de depósitos de frutas y ya fueron resueltas. Pero el temor persiste.
Rosalinda González, mexicana de 41 años que vive en Estados Unidos desde los 16 años, casada y con tres hijos, figuró entre las huelguistas.
“Siempre estamos asustados”, expresó, añadiendo que a varios empleados del depósito se les detectó el coronavirus.
Los dueños de algunas granjas tomaron medidas extraordinarias para proteger a su personal.
Gilbert es propietario de Gilbert Orchard, donde cultiva manzanas, cerezas, uvas y otros productos en 1.600 hectáreas al pie de la Cordillera de las Cascadas (Cascade Range).
Invirtió 22.000 dólares para comprar en China 16.000 tapabocas para sus empleados, quienes mantienen distancia en el trabajo. Los trabajadores migrantes se alojan en dormitorios que ya no tienen catres, siguiendo órdenes de la gobernación. Las camionetas transportan un máximo de siete personas a los campos, no 15, como antes.
Pero todo esto no garantiza que sobrevivirá.
Los costos siguen subiendo marcadamente y la demanda disminuye por las restricciones al comercio exterior y porque la gente no tiene dinero pues se quedó sin trabajo, según Gilbert.
Hace poco desistió de completar la cosecha de manzanas en parte de sus tierras.
“Desde un punto de vista económico, no tenía sentido seguir”, explicó.
Con información de la agencia ‘The Associated Press’.
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