Ery Acuña Meneses/ Lunes- 10 enero-2014
Tal parece que el manual –aún no escrito pero adoptado por usos y costumbres entre la espumosa clase política chiapaneca— exige como requisitos indispensables para colarse al primer círculo del poder: vestir una camisa muy bien almidonada, poseer una elevada capacidad de ocurrencias y promesas, un buen perfume y, por supuesto, ser hijo de papi.
Los Sabines, los Castañón, los Ochoa, los Velasco, los Albores, los Pariente, los Valera, los Robledo, los Rojas, etcétera, han ostentado el poder de forma generacional. Y el apellido no sería ningún problema para que en una sociedad que se presume democrática alguien pudiera alcanzar el poder, sino fuera por la forma tan vacía en que la mayoría de los juniors usan su investidura.
Claro, usted dirá, en muchas partes del mundo existe una tradición arraigada de familias enteras envueltas en la política. Ahí están los los Bush y los Keneddy, en Estados Unidos. Los Castro, en Cuba. Los Fujimori en Perú. Vaya, hasta en un país tan avanzado como Inglaterra, existe la monarquía. Es decir, no tenemos que espantarnos de que toda una familia esté en la política. En Chiapas, sin embargo, lo que se cuestiona, es algo diferente.
Los discursos vacíos, desprovistos de imaginación, trillados, como hace 50 años; y la falta de resultados de esas mismas familias para adelgazar la pobreza y la marginación, han disparado entre los chiapanecos, el fastidio y la desconfianza.
Si para el año 2000, Chiapas contaba con un presupuesto de 18 mil millones de pesos, para este 2014, el presupuesto es cuatro veces mayor: 78 mil millones. Cantidades de dinero que no se ven reflejadas en las condiciones de vida de las familias chiapanecas.
No se escuchan discursos, planes y proyectos, que inyecten un espíritu nuevo, de renovación en Chiapas. Los mismos discursos, las mismas promesas. Menos, resultados. La asunción de los juniors al poder provoca eso, precisamente, y eso es lo peor: el conformismo.
Por desgracia, el panorama para el futuro inmediato de Chiapas es pesimista, pues no se ven nuevos liderazgos que emerjan en el corto plazo para empujar un cambio de mentalidad, de proyectos, de trabajo y de visión. Parece que en Chiapas, desgraciadamente, seguiremos jugando a los juniors.
De coitán
Por cierto, hablando de juniors, Willi Ochoa, diputado federal del PRI, quedó como boxeador primerizo el domingo pasado en la renovación de estructuras del PRI. La maquinaria de otro junior, Roberto Albores Gleason, lo hizo pedazos. Incluso en Tuxtla, otro junior, Noé Castañón, quedó como líder del PRI municipal, y sin ningún trabajo que lo amerite. Lo cierto es que el junior Willi Ochoa, enseñó ante su padrino Manlio Fabio Beltrones, una radiografía de lo que tiene: nada de músculos. ¿Cómo se llamó la obra? La guerra de los juniors… De tarea: ¿Qué tan cierto es que Manuel Velasco ya tiene nuevo asesor, que se llama Pablo, y se apellida Salazar Mendiguchía?…
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