Por el abogado Juan Pablo Penilla Rodríguez.
El Informe Citi del 2020 ofrece una buena fotografía de la industria. Las grandes firmas de EE. UU. alcanzaron su mayor progreso en casi una década: sus ingresos aumentaron un 5,1 %, su facturación aumentó en promedio un 4,7 %, y la demanda, aunque más baja que el 2018, se incrementó un 0,9 %. En España, la cifra de facturación global para el 2018 creció un 7,1 %, casi dos puntos por encima del 2017, siendo el mejor resultado de los últimos años.
Si miramos los resultados a nivel global, solo cabe concluir que han sido buenos años para los abogados y el recuerdo de la crisis del 2008 ha quedado en el pasado.
Pero mirar el pasado permite sacar lecciones que ayuden a pensar el futuro. La crisis del 2008 tuvo un fuerte impacto en la profesión legal: despidos sin precedentes, reducciones salariales y congelamiento de las contrataciones, y la quiebra de muchas firmas
Las consecuencias de esa crisis no son obvias. Muchos analistas se aventuraron a predecir la muerte del Big Law y que la crisis tendría efectos negativos permanentes en la abogacía. Pero si algo nos muestra la historia, es que toda crisis es una oportunidad para los abogados.
La crisis sería el fin del modelo piramidal, de la facturación por hora, y el surgimiento de nuevos modelos de negocios, pero los datos muestran algo distinto. El modelo tradicional de partnership persiste, y también lo hace la hora facturable, las firmas crecen en facturación e ingresos, y los socios siguen ganando dinero. Las gerencias legales, aunque han crecido, siguen funcionando bajo las mismas prácticas tradicionales, y los proveedores alternativos de servicios legales no han logrado competir con los incumbentes con la intensidad proyectada.
Con todo, algunos cambios, aunque tímidos todavía, se pueden observar. Los clientes son los amos del mercado. Han surgido nuevos proveedores, siendo Axiom Law el ejemplo emblemático; firma que acaba de aterrizar en España. El impacto de la tecnología, la transformación digital, las nuevas habilidades que se exige a los abogados, el management, las políticas de diversidad y equidad de género, así como una práctica más global, son tendencias que comienzan a verse con mayor intensidad.
Pero la historia nos trae un nuevo acontecimiento que, si vemos con cuidado, puede ser el detonante para un cambio más profundo en la abogacía: el COVID-19. Aunque recién en los próximos meses podremos saber su real impacto, todo indica que la actual crisis sanitaria dejará huellas en la vida de las sociedades contemporáneas, y los abogados no serán inmunes a ello.
El “quédate en casa” que el gobierno español impuso a su población y las distintas formas de cuarentena que están impulsando casi todos los países del mundo, han obligado a muchos a incorporar el teletrabajo a sus prácticas laborales.
Esto ha llevado a los despachos a trabajar como hasta hace poco ni imaginaban. Han debido dejar atrás la creencia de que la eficiencia y productividad se mide por las horas que el abogado se quedaba en la oficina.
El teletrabajo pondrá a prueba la eficiencia y la productividad, la rapidez de respuesta, la tecnología o falta de ella, y, lo más importante, los recursos que hoy, entrados en el siglo XXI, ya no son indispensables para el éxito de la firma: las grandes oficinas.
En un contexto de estrechez económica, como el que se avecina, los abogados deberán ser capaces de poner, de una vez por todas, su práctica a la altura de su imaginación verbal.
Tres desafíos deberán enfrentar los abogados en los próximos años.
Primero, poner en el centro al cliente. Ya no es suficiente vender servicios legales, hoy se debe entregar una mejor experiencia al cliente. La industria legal está obsesionada con la “innovación”, pero no con el resultado: la satisfacción del cliente. Los innovadores exitosos serán aquellos que puedan crear un mejor ajuste del mercado legal entre los servicios que ofrecen y lo que los consumidores quieren.
Segundo, incorporar tecnología. No se trata de hablar de legaltech; se trata de invertir en herramientas tecnológicas que permitan hacer del teletrabajo una práctica habitual, prescindir de los espacios físicos, estar más cerca de los clientes, y que haga natural la gestión, los procesos, la trazabilidad, el control.
Por último, pero no por ello menos importante, la gran lección que nos dejará el COVID-19, es que lo más importante son las personas. Los despachos deberán preocuparse y ocuparse de sus colaboradores, construir relaciones más horizontales, movidas por el trabajo colaborativo, donde los beneficios se repartan en base al trabajo, a los méritos y al esfuerzo.
Es indispensable preocuparse de la salud física y psíquica de los colaboradores, asegurarles una buena calidad de vida, y un espacio de igualdad.
Todo esto hará de esta crisis una oportunidad para los abogados.
Los derechos de inclusión, el gran tema de las elecciones del 2021: IEPC
Parlamento Juvenil 2019, espacio para el análisis y participación democrática
Candidato del PRI al Gobierno de Zacatecas y su esposa ocultan compra de residencias en Miami