Agencias
Madrid, España, 16 agosto 2017.-El Madrid podía haber caído en la tentación de enredarse en una ceremonia de la confusión que sólo podía haber apagado las luces de la fiesta, aquella que, a base de golazos, montaron Cristiano y Asensio en el Camp Nou el pasado domingo.
Podía haber confundido su atinado discurso futbolístico, triunfador y convincente, con palabras que no venían al caso (o quizá sí viendo el balance arbitral en los últimos Clásicos), términos que hablaban de persecuciones, comités, sanciones y recursos.
Podía haberse despistado con este clima bélico, raro en agosto, tantas distracciones ajenas al juego, demasiados pañuelos que podían haber ocultado a su verdadero enemigo, el Barça. Pero el equipo de Zidane, que no para de crecer, se eleva por encima de cualquier barrera, de cualquier rival.
Tenía mucho más que celebrar, tres títulos desde su último partido en casa, hace sólo 93 días, y añadió el cuarto, su décima Supercopa de España, tras completar un magnífico encuentro con un primer tiempo memorable, para el almanaque. Su superioridad fue inaudita más allá del marcador (2-0, 5-1 en el doble partido).
Barrió al equipo que ha dominado el fútbol en los años anteriores. Ya no lo hace. El Barça había perdido el trofeo en el Camp Nou, pero ayer dejó su imagen por los suelos, como si fuera la capitulación, el fin de una era. Carcomido por una crisis que no para de crecer a raíz de la fuga de Neymar, el proyecto de Valverde nace muy torcido, a expensas de que se enderece con fichajes para ver si puede alcanzar a este exultante Madrid.
Zidane y Valverde habían sorprendido con sus alineaciones. El entrenador francés, con toda la lógica, apostaba por Asensio y Kovacic para el once. También se asomaba Lucas Vázquez. Bale, Isco y Casemiro se sentaban en el banquillo junto a Nacho, Theo y Ceballos. Y Cristiano en la grada. Plantilla descomunal. Valverde había recuperado la fórmula de los tres centrales, con Mascherano. Dio un espaldarazo a Sergi Roberto y André Gomes, y señaló a Aleix Vidal y Deulofeu. La toma de decisiones. Parece que le sentó mejor al Real Madrid. No hay truco que se le resista a Zidane, que le puso piernas y sangre fresca a su equipo para comerse al Barça. El equipo azulgrana, atolondrado por tanta dentellada, ni siquiera despertó con el gol de Asensio.
Nadie sabe de dónde vino la zurda de Marco. Zidane dijo que la única mejor es la de Messi. El delantero mallorquín agarró el balón a 30 metros de la portería y la pegó con el alma. El misil buscó la escuadra y después la red. Ter Stegen ni la vio. Corría el minuto 4 y el Bernabéu se frotaba los ojos ante un nuevo prodigio del 20 que será el 10 dentro de nada.
¿Hasta dónde llegará Asensio? Es una pregunta fascinante que se hace el fútbol. El niño se creció, bajaba hasta la defensa para agarrar la bola, combinaba con los centrocampistas, abusaba por la banda de Mascherano, que ya no está para esos trotes. El Barça tardó 10 minutos en pasar al otro campo. Y seguramente lo hizo porque es un equipo excelente en la combinación y también por el repliegue del Madrid, que igual presiona al portero que se atrinchera. Toca todos los palos con acierto.
Parecía haber despertado el Barça, pero Keylor sólo tuvo que intervenir en el minuto 15. Messi intentó burlarle, pero no se tragó el engaño. Eran minutos de cierto respiro para el Madrid, señor del encuentro y de la final con una ventaja que parecía definitiva (4-1). El Barça se mostraba endeble con tres defensas.
Al Madrid le bastaba con romper una línea de presión para que Ter Stegen se echara a temblar. Dos centrales tan solventes como Piqué y Umtiti pasaron una noche de apuros terribles. Primero pudo marcar Benzema, pero se la sacó Gerard cuando iba a cabecear. Más tarde Lucas Vázquez la mandó al palo. Con el Barça desconcertado, los jugadores del Madrid se la empezaron a pasar de tacón, aunque los eventos habían empezado con un sombrero antológico de Modric.
Cuando más perdido parecía el equipo de Valverde, abatido y deprimido, sin soluciones y desarbolado, en pleno éxtasis de juego blanco, Marcelo la mandó al corazón del área, Benzema se adelantó a Umtiti y fusiló a Ter Stegen (minuto 39) para confirmar una primera parte antológica del Madrid. El Bernabéu se ponía en pie para despedir a sus jugadores.
El segundo tiempo tuvo otro ritmo. El Madrid, dominador, se lo tomó con más calma. El Barça buscó el decoro. Con el título resuelto, el encuentro se convirtió casi en una exhibición. Todo se había visto ya en los primeros 45 minutos. Al Barça le faltó algo de suerte para recortar distancias, para adecentar el marcador. Messi la mandó al larguero y Suárez al palo con todo a favor. Hay días así.
El Madrid no tuvo el colmillo para buscar un resultado histórico, aunque su superioridad fue palmaria. Quizá le faltaron fuerzas o no necesitó más. Los debuts de Theo y Ceballos quedarán como apunte de un día trascendente en el que el fútbol dio la bienvenida a la era del Madrid. Y eso que Cristiano, ya lo saben, estaba en la grada.
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