Agencias, Ciudad de México.- En el interior de su apartamento en Kiev, repleto de cristales rotos, Alla Ragulina solloza mientras contempla cómo su vida ha quedado hecha añicos tras una oleada de bombardeos rusos contra la capital ucraniana.
La potencia de la explosión, al alba, hizo estallar las ventanas, y lanzó contra un muro a esta mujer de 64 años, empleada en una oficina pública.
Su madre, ciega y que no puede caminar, está ahora en el hospital, y es una de las más recientes víctimas de la campaña de bombardeos que alimenta los temores de un asalto ruso contra Kiev.
“La explosión fue tan enorme”, dice Ragulina, entre sollozos. “La gente estaba durmiendo, volaban los trozos de cristal y literalmente fui proyectada contra un muro. Es un milagro que nadie resultara muerto”.
Las fuerzas rusas, que tratan de rodear a Kiev, han intensificado sus bombardeos contra la capital, que hasta ahora había evitado la devastación, a diferencia de la sureña Mariúpol o Járkov, en el noreste.
Kiev, que se prepara para un asedio, fue estremecida el martes al alba por cuatro explosiones, en edificios de barrios residenciales y en una estación de metro, causando la muerte a dos personas.
Los ataques podrían conducir a más gente a huir. Se estima que cerca de la mitad de los 3,5 millones de habitantes de la capital la han abandonado.
‘No me puedo ir’
Un gran cráter se ha formado al pie del edificio donde vive Ragulina, en el barrio Podilsk de Kiev. Expertos de la policía y del ejército examinan los restos de un misil.
Casi todos los apartamentos de este edificio de diez pisos, que data de la era soviética, muestran signos de devastación.
Algunos están incendiados, otros repletos de vidrios y muebles rotos. En uno de ellos, aparece un máquina de coser, cubierta de escombros.
Algunos residentes intentan limpiar, otros están muy aturdidos como para decir o hacer algo.
El apartamento vecino al de Ragulina ha quedado asolado por un incendio. En él, el agua usada por los bomberos para apagar el fuego, llega hasta los tobillos.
Kiev se ha convertido en una ciudad fantasma, con calles vacías, puestos de control y el miedo a un inminente asalto de las fuerzas rusas.
Muchos han huído, pero otros no quieren o no tienen la oportunidad de hacerlo.
“No puedo irme del país porque mi hijo mayor tiene 20 años, y está en el ejército”, explica Olena Yavdoshchuk, de 40 años, administradora de una clínica, mientras recoge trozos de cristal esparcidos en un parque infantil.
“Es la razón por la que me quedo, con mi marido, y con mis otros dos hijos de diez y tres años”, dice.
‘Ustedes serán los próximos’
Mientras los rusos siguen avanzando y presionando militarmente, y el balance de muertos no cesa de aumentar, muchos en Kiev no comprenden por qué Occidente no interviene.
Se hacen así eco de los desesperados llamados del presidente Volodimir Zelenski para que la OTAN imponga una zona de exclusión aérea, demanda rechazada por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ya que podría desencadenar una Tercera guerra mundial.
“Gracias a Dios, estamos vivos”, dice Nataliya, de 60 años, empleada en el metro. “¡Pero miren esto!”, exclama mostrando la devastación de su departamento.
“¡Dennos aviones, cierren los cielos! Kiev entera será derruída ¿y hacia donde irá luego Putin?”
“No se va a detener, es un fanático. ¡Ustedes serán los próximos!”
‘Los refugiados pierden la esperanza de regresar a Ucrania’
Cuando Rusia emprendió su guerra en Ucrania el mes pasado, refugiados exhaustos y asustados empezaron a llegar a los países vecinos. Llevaban lo que habían podido coger con las prisas. Muchos lloraban. Lo siguen haciendo.
Naciones Unidas dice que más de 3.6 millones de personas han huido de Ucrania en el mes transcurrido desde que comenzó la invasión, el mayor movimiento de personas en Europa desde la II Guerra Mundial. La mayoría de los refugiados creían que pronto estarían de vuelta en casa. Ahora, esa esperanza se está desvaneciendo.
“Al principio pensábamos que esto terminaría bastante pronto”, dijo Olha Homienko, una mujer de 50 años procedente de Járkiv. “Antes de nada, nadie podía creer que Rusia fuera a atacarnos, y pensamos que terminaría rápido”.
Ahora, dijo Homienko, “como podemos ver, no hay nada por lo que esperar”.
La ciudad de Homienko, Járkiv, es una de las poblaciones ucranianas que se han visto cercadas y atacadas por tropas rusas. Los refugiados que salen de ciudades asediadas hablan de destrucción, muerte y hambre.
Natalia Lutsenko, procedente de la localidad bombardeada de Chernígov, en el norte del país, dijo que aún pensaba que la invasión rusa había sido alguna clase de “malentendido”.
Lutsenko dijo que no podía comprender por qué el presidente de Rusia, Vladimir Putin, hacía sufrir tanto a los ucranianos.
“¿Por qué bombardea casas pacíficas? ¿Por qué hay tantas víctimas, sangre y niños asesinados, trozos de cuerpos por todas partes?”, dijo Lutsenko. “Es horrible. Noches sin dormir. Padres llorando, ya no hay niños”.
Tras huir de su casa, Lutsenko fue a Medyka, una pequeña localidad en la frontera entre Ucrania y Polonia a la que han llegado refugiados desde el comienzo de la invasión.
El alcalde de Medyka, Marek Iwasieczko, recuerda con claridad el 24 de febrero, el primer día de la guerra.
“Ese día fue una gran sorpresa para mí. De pronto una enorme cantidad de personas apareció en Medyka”, recordó Iwasieczko. “Llevaban cuatro días viajando. Llegaron terriblemente agotados, aún hacía frío, se estaban helando”.
Aunque las autoridades de Medyka habían preparado algunas instalaciones previendo la llegada de refugiados, la población se vio superada por los miles de personas que llegaron a la vez y necesitaban cobijo, comida, medicamentos y, sobre todo, calor y consuelo.
También Iwasieczko dijo que todo el mundo creyó hasta el último momento que se evitaría una guerra.
“Todo estaba preparado, aunque no estábamos seguros de si todo esto sería necesario, no sabríamos que empezaría la guerra, que esta sería la forma de Putin de hacer las cosas”, dijo. Un mes más tarde, dijo, “soñamos con la estabilización y el final de esta situación (…). Estamos cansados, pero vamos a ayudar hasta el final”.
Para aliviar la carga de los países que aceptan refugiados, la Unión Europea anunció el miércoles medidas para ayudar a sus estados miembros a asistir a los millones de refugiados y darles acceso a escuelas para sus hijos, salud, alojamiento y trabajo.
Las medidas también pretenden facilitar el movimiento de refugiados entre países que puedan acogerlos en la UE y otros países como Canadá y Gran Bretaña, que ya tienen grandes comunidades ucranianas.
Los refugiados, en su mayoría mujeres y niños -se ha prohibido que los hombres ucranianos de entre 18 y 60 años salgan del país para que se queden y combatan-, han intentado reconstruir sus vidas en los países vecinos, buscar empleos y encontrar escuelas. Algunos se han mudado a otros países donde tienen familiares.
Medyka aún recibía más refugiados, aunque en menor número y con un clima más cálido. El miércoles se veían niños aferrando sus juguetes favoritos, mujeres con bebés en brazos y personas con sus perros, a los que se habían negado a dejar atrás.
Lutsenko se sentaba en su cama en un recinto deportivo convertido en un centro de refugiados, con docenas de camas alineadas en una zona central. Ella también pensaba que la guerra acabaría en unos pocos días.
“Nadie pensó que duraría tanto, un mes”, dijo. “Creo que Ucrania ganará y creo en nuestro ejército. Aún creo”.
Los derechos de inclusión, el gran tema de las elecciones del 2021: IEPC
Parlamento Juvenil 2019, espacio para el análisis y participación democrática
Candidato del PRI al Gobierno de Zacatecas y su esposa ocultan compra de residencias en Miami