Agencias, Ciudad de México.- La estrella VY Canis Majoris, una hipergigante roja de nuestra galaxia, vive períodos en los que su brillo se atenúa de forma semejante a lo ocurrido con Betelgeuse, la supergigante que se oscureció durante varios meses entre 2019 y 2020. Como el primero es un astro mucho más grande, más masivo y más violento, señalan desde la NASA, sus períodos son aún más oscuros y duran años.
La causa de esta inconstancia “es probablemente más común entre las supergigantes rojas de lo que pensaban los científicos y VY Canis Majoris es un ejemplo extremo de ello“, afirmó la investigadora Roberta Humphreys, de la Universidad de Minesota (EE.UU.). La científica recordó que se trata de una de las estrellas más grandes que conocemos y que ha tenido en su historial múltiples erupciones gigantes.
A partir del siglo XX, los astrónomos tienen constancia de múltiples episodios en los que la megaestrella se oscureció hasta una sexta parte de su brillo normal, observando que estos no tenían una periodicidad regular. Un artículo al respecto publicado en febrero en The Astronomical Journal, del que Humphreys es la primera autora, recoge las tres últimas décadas de observaciones de este astro realizadas por el telescopio espacial Hubble, operado conjuntamente por la NASA y la Agencia Espacial Europea.
Arcos de plasma desconectados
En el caso de Betelgeuse, su atenuación (que acabó hace un año) se debía a un flujo de salida de gases que pudieron convertirse en polvo y obstruyeron o taparon brevemente a nuestra vista parte de la luz estelar. A finales del año pasado, el mundo científico estaba esperando que esta estrella, situada a aproximadamente 640 años luz de la Tierra, se convirtiera en un agujero negro, algo que finalmente no sucedió.
Esa misma clase de flujos tiene una escala mucho mayor en la VY Canis Majoris, que se ubica a una distancia de 3.900 años luz de nosotros, explica Humphreys. Las múltiples expulsiones de material, que su equipo relacionó con un “desvanecimiento muy profundo” en esta hipergigante, pueden deberse “al polvo que bloquea temporalmente la luz de la estrella”.
Arcos gigantes de plasma, un material caliente y altamente ionizado, rodean la estrella a distancias miles de veces mayor que la que separa a la Tierra del Sol. Estos arcos se parecen a las protuberancias que emanan del Sol, aunque en una escala mucho mayor. Además, no están conectados físicamente a la estrella, sino que parecen haber sido arrojados en algún momento y desde entonces se están alejando del astro.
Fases de evolución
La astrónoma se planteó la pregunta de qué hay de especial en la estrella de la constelación del Can Mayor y dijo que puede vivir un “estado evolutivo único” que la separa de las demás estrellas. Se estima que, después de una larga evolución a partir de una supergigante azul (35-40 veces la masa del Sol), la VY Canis Majoris pudo haberse vuelto brevemente más caliente y luego volver a hincharse hasta una fase de supergigante roja.
“Quizás sea así de activa durante un período muy corto, tal vez solo unos pocos miles de años”, conjeturó. Sería única la condición de esta estrella como una “supergigante roja de segunda etapa”, la cual ya había perdido la mitad de su masa y su futuro no pasa por una explosión en supernova, sino por un posible colapso “directamente en un agujero negro”.
VY Canis Majoris, que Humphreys califica de “asombrosa”, es 300.000 veces más brillante que nuestro Sol. Si lo reemplazara en el centro de nuestro sistema solar, se extendería casi hasta la actual órbita de Saturno, tragándose incluso a Júpiter.
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