Agencias, Ciudad de México.- Un equipo de científicos japoneses sometió una muestra del meteorito Tagish Lake, recuperado en Canadá tras la caída producida en enero del 2000, a una novedosa técnica de análisis de las líneas magnéticas. Su enfoque, llamado ‘holografía electrónica paleomagnética’, ha permitido restablecer tanto su origen como sus viajes a través del sistema solar.
A escala nanométrica, la distribución de las líneas magnéticas en el momento cuando se están formando las rocas deja en ellas unas pistas inequívocas de la distancia al Sol u otros focos del campo magnético, las dimensiones del propio cuerpo y su orientación en el espacio. Con el tiempo, este patrón puede cambiar, especialmente si se altera su órbita o el tamaño, y son precisamente los cambios que experimentó Tagish Lake, según se explica en el blog de la Universidad de Hokkaido.
A partir del análisis microscópico de la orientación de sus partículas y por medio del modelado computarizado, el equipo calculó que el meteorito se había formado en el cinturón de Kuiper, y no en el cinturón principal de asteroides, como se solía creer. Los investigadores presumen establecer incluso el tiempo bastante exacto, aunque relativo de esa formación primaria: unos 3 millones de años después de que se formaran los primeros minerales en el sistema solar.
Esta datación supone que el asteroide ya existía hace 4.500 millones de años, cuando los planetas, incluido el nuestro, solo se estaban formando. Creció en el cinturón de Kuiper hasta un tamaño de aproximadamente 160 kilómetros de ancho y, cuando tenía ese volumen, se desplazó hacia el cinturón de asteroides, probablemente debido a una influencia de Júpiter (también en estado de formación), pero en el camino sucedió una perturbación grave.
De 4 a 5 millones de años después de la solidificación de sus minerales, el meteorito Tagish recibió el impacto de otro cuerpo, que viajaba a aproximadamente 5 kilómetros por segundo y medía cerca de 10 kilómetros de diámetro. Fragmentos de magnetita hallados dentro de este meteorito de tipo condrita carbonáceo se formaron precisamente tras dicha colisión, cuando el cuerpo principal se calentó hasta 250 °C debido a los procesos internos radiogénicos y el calor del impacto, detallan los científicos japoneses.
Después de eso, lo que quedaba de ese asteroide estuvo todo el tiempo a la deriva y terminó impactando contra la Tierra. El mismo análisis, recogido en su versión más completa en The Astrophysical Journal Letters el pasado 11 de agosto, ha permitido deducir que para el momento de su roce con la atmósfera terrestre el meteorito medía 4 metros de ancho: una migaja en comparación con lo que había sido.
Los científicos pretenden procesar con el mismo método muestras de otros meteoritos para poder sacar conclusiones más generales sobre el origen de los planetas y esta región del espacio que nos rodea. “Los meteoritos primitivos son cápsulas de tiempo de los materiales primordiales formados al comienzo de nuestro sistema solar”, afirmó el primer autor del estudio, Yuki Kimura, profesor asociado de la Universidad de Hokkaido. “Para comprender la historia física y química del sistema solar, es fundamental analizar varios tipos de meteoritos con diferentes orígenes”.
Después del Lake Tagish, el equipo de Kimura está aplicando su técnica a varias muestras del asteroide Ryugu, que recolectó y envió a nuestro planeta la sonda espacial Hayabusa 2 el pasado diciembre.
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