Jorge Meléndez Preciado.
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha sido un problema para el gobierno en los últimos cincuenta años. Desde la huelga de 1966, que puso en jaque al excelente científico pero mal político, Ignacio Chávez, a la actualidad, las movilizaciones están presentes, sobre todo cuando hay elección de Rector.
Hace poco, quien fue jefe de prensa del ingeniero, Javier Barros Sierra, Pablo Marentes, dio a conocer que, en efecto, en el periodo del cardiólogo mencionado había un cuerpo de vigilancia en todas las escuelas que impedían las reuniones políticas. Esos cuidadores se llamaban prefectos y no permitían que en los auditorios (muchos de ellos nuevos como en las prepas 6 y 7, entre otros) se realizaran incluso actividades culturales.
Después llegó el 68, donde las autoridades, encabezadas por Barros Sierra no únicamente fueron tolerantes con los alumnos, sino que apoyaron a la lucha estudiantil contra el genocida Díaz Ordaz y su perverso secretario de Gobernación, Luis Echeverría.
En 1999 hubo otro gran movimiento- nueve meses en huelga- para impedir que se anulara el pase automático. Un congreso universitario y varios altercados que aún están presentes, entre ellos la toma del auditorio Justo Sierra o Che Guevara, son parte de la historia universitaria que está por escribirse.
Con todo, la UNAM es una de las instituciones más reconocidas en Iberoamérica por su investigación, docencia y difusión de la cultura: sus tres funciones básicas.
Luego de ocho años en el puesto máximo, José Narro, el sucesor de Juan Ramón de la Fuente (ambos médicos), llega al fin de su gestión. Aspiran a la silla 16 miembros, algunos de ellos directores de escuela y otros prominentes universitarios.
De entre ellos, destacan seis, al decir de los especialistas. La doctora Rosaura Ruiz, directora de la Facultad de Ciencias; Sergio Alcocer, ex secretario general de la UNAM y hace unos meses subsecretario de Relaciones Exteriores; Francisco Bolívar Zapata, director del Instituto de Biotecnología, galardonado con el Premio Príncipe de Asturias y el Premio Nacional de Ciencias; Gloria Villegas, directora de la Facultad de Filosofía y Letras; el director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Fernando Castañeda Sabido, y el de Medicina, Enrique Graue.
El doctor Bolívar, asesor de la Presidencia en materia científica, es muy respetado, con tendencias conservadoras (promotor de la transnacional Monsanto, productora de semillas transgénicas) pero ya mayor de edad (66 años), lo que dificultaría su trabajo y no sería apto para la conciliación. Los directores de Filosofía, Ciencias Políticas y Medicina tienen buenos apoyos, aunque es difícil que los dos primeros lleguen ya que hay pocos antecedentes de que en esas especialidades haya grupos amplios y consolidados, y Graue sabe que debido a la cantidad de médicos que han estado en Rectoría: Chávez, De la Fuente y Narro, sus posibilidades son mínimas.
La pelea, al parecer, está entre Alcocer (ingeniero) y Ruiz (científica). Ellos aglutinan el mayor número de simpatizantes, llevan a cabo actos importantes y los medios le han dado resonancia a sus actividades.
Rosaura, hace poco, logró reunir a Elena Poniatowska (doctora honoris causa de la UNAM), Sara Sefchovich, una literata e investigadora puma muy reconocida, y 150 mujeres. La doctora Ruiz ha dicho que “la mercantilización de la universidad pública significaría la destrucción de su esencia”. Además alertó, “Tenemos pocas patentes. Somos un país tecnológicamente dependiente. Debemos invertir en investigación y relacionarnos con la industria” (Proceso, 2030). A ellas se le ha acusado (sic populista) de apoyar al movimiento #YoSoy132, tener simpatías por López Obrador y señalar correctamente: es algo “vergonzoso para el país” la desaparición de los 43 de Ayotzinapa.
Sergio Alcocer es visto como el aspirante impulsado por el peñismo, aunque también elogia el caso de #YoSoy132, ya que permite “rendición de cuentas y democracia”; señaló que “la universidad deberá ser crítica y el rector debe encabezar esa crítica” y comentó que los anarquistas se dan por “la falta de esperanza” (Proceso, ídem).
La Junta de Gobierno, con sus 15 notables, decidirá quién manejara la UNAM los próximos cuatro años. Un grupo amplio de profesores de tiempo completo, entre los que se cuentan: John Ackerman, Alejandro Álvarez, Irma Eréndira Sandoval y Sergio Zermeño, han expresado que es necesario que se conozcan ampliamente los proyectos de los aspirantes, exista un debate amplio y abierto (¿en Radio y Televisión de la UNAM?) de los que desean encabezar la mayor institución de educación del país (la cual realiza el 50 por ciento de la investigación nacional) y se recojan opiniones diversas en las escuelas e institutos.
Hay asuntos graves en la actualidad: la violencia y la toma de instalaciones por grupos diversos. En el primer caso porros entraron a las instalaciones del CCH Vallejo y la preparatoria Cinco, antes del proceso sucesorio. Y aparte de de la toma del auditorio de Filosofía y Letras hace quince años, varios salones de facultades son utilizados por grupos aparentemente anarquistas y hasta por comerciantes de escuelas. Lo que el nuevo Rector debe resolver llamando a la comunidad a participar en la solución de los problemas, algo que no hicieron los directivos en su momento.
En 1954, el dramaturgo Rafael Solana escribió la obra: Debiera haber obispas. Parafraseándola hoy: ¿Debiera haber Rectora?
jamelendez44@gmail.com
@jamelendez44
Los derechos de inclusión, el gran tema de las elecciones del 2021: IEPC
Parlamento Juvenil 2019, espacio para el análisis y participación democrática
Candidato del PRI al Gobierno de Zacatecas y su esposa ocultan compra de residencias en Miami